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OPINIÓN

Almas muertas

Tres candidaturas nacionalistas en las autonómicas serían un suicidio estúpido

Según la célebre definición de Carlo M. Cipolla, el historiador italiano, tonto es aquel que perjudica a otros sin beneficiarse él mismo. Contra lo que pudiera pensarse el número de tontos es bastante elevado y, según algunas hipótesis, tiende a mantenerse constante a lo largo de la historia. No hay ni que decir que la tontería no entiende de posición social —contra lo que suponen algunos neoliberales que pretenden que ser pobre es una consecuencia de algún tipo de idiocia, aunque sea debida a los antepasados del mísero desafortunado— ni de ubicación ideológica. Uno puede encontrar tontos a la derecha y a la izquierda, entre nacionalistas y entre españolistas. La tontería es intachablemente democrática.

No se entienda, por tanto, que si afirmo que el nacionalismo gallego está embarcado en la tontería estoy cargando las tintas. Pero sucede que la hipótesis, probable a día de hoy, de que concurran a las elecciones tres candidaturas nacionalistas parece una forma de suicidio estúpido. De no haber quien lo remedie estaríamos ante una Destrucción Mutua Asegurada. Cosa de locos. Lo más dramático es que esa locura podría suceder coincidiendo en el tiempo con un rescate de España que situaría al PP ante perspectivas negrísimas. Si el nacionalismo no demuestra ahora, en un momento de inflexión, inteligencia y altura de miras ¿cuándo?

Que a cinco meses de las elecciones aparezca en ese campo tal exuberancia no puede ser sino un error. Dos opciones son comprensibles, una más a la izquierda, otra más centrada, pero tres, un sinsentido. Que al menos dos de las tres —BNG, el NPC de Beiras, Compromiso por Galicia— superasen la barrera del 5% que impone la ley electoral constituiría una suerte de milagro. Pero ya David Hume lo dijo: lo más milagroso de los milagros es que la gente crea en ellos. Desde luego, el mayor beneficiario del prodigio será Núñez Feijóo. Lo lógico sería que, en plena tormenta, perdiese el poder, pero su oposición ha hecho lo indecible para que lo conserve. Cada uno a su manera, como las familias tristes. Los nacionalistas, divididos y ensimismados. Los socialistas con su localismo irredento y su pertinaz vacío ideológico.

La escena va a ser esta: de un lado el PP, al que sólo UPyD puede dividirle el voto. De otra parte, PSdeG y BNG, EU, Beiras&co, y Compromiso por Galicia, sin contar otros grupos menores. No hay que ser un experto en sociología electoral para presumir qué puede salir de ahí. Eso, justo en el momento en que se está abriendo un enorme vacío político y en el que, por lo tanto, hay una obvia “ventana de oportunidad” para un nuevo proyecto de país. Es tremendo que en el ojo del huracán nadie sea capaz de articular una alternativa convincente a un Gobierno que lo único que ha hecho es recortar y vender motos.

Todo ello sería cómico si no fuese trágico. Sin presumir que pase lo peor, lo probable es que España se suma en un caos a la griega. A Rajoy se lo va a llevar por delante su amiga Merkel, que, con su inflexibilidad, le obliga a medidas draconianas que harán que la desesperación ruja no sólo por las calles de Atenas, sino también por las de Valencia o Vigo. Todo está en causa. Ante nuestros ojos se está procediendo a demoler el Estado de Bienestar mientras España se convierte en un protectorado alemán, bajo la rúbrica de “federalismo fiscal”, lo que no sería tan malo si Alemania tuviese la decencia de reconocer que a quien más benefició el euro fue a ella y que, por lo tanto, deben contribuir a sufragar las consecuencias de su creación.

Que en el fragor de la recomposición social y económica, que amenaza con dejar a Galicia otra vez en la mediocridad y el subsidio, la estructura política se mantenga incólume, con los causantes del desastre subidos en el carro de los invictos, ya tendría bemoles y mostraría que somos una sociedad exangüe, rendida a las migajas. Mostraría que el pulso cívico es mínimo, que somos un país de almas muertas, para decirlo al modo de Gógol. O de tontos, que jaleamos a aquellos que nos perjudican con la vana esperanza de picotear algún grano de alfalfa de aquellos con los que se alimenta el caballo.

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Aquí no ha habido ningún proyecto de modernización consistente. La burguesía que protagonizó los últimos treinta años, tanto en A Coruña como en Vigo, se está yendo por el sumidero —vaya Dios con ella—. Por supuesto, las entidades financieras están finiquitadas, aunque la prensa endeudada mantenga interesadamente la ficción de que el NBG todavía vive. La Xunta ha sido debilitada en su papel de creadora de bienes públicos y en su digno simbolismo por los que la gobiernan, empezando por su presidente. Toda esta gente ha hecho muy poco con sentido por los sectores económicos —de los servicios al naval— que ahora están a los pies de los caballos. En un momento-eje como éste ¿no convendría mayor conciencia de que nos jugamos el dibujo de lo que vamos a ser en las próximas décadas?

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