Frío paso de Björk por la Cidade da Cultura
5.000 personas no cumplieron las expectativas de aforo de la organización
Su música parece nacer del aislamiento total. Como si al construirla únicamente la rodease el cielo del norte y de la tierra inhóspita que hay a pocos kilómetros del Círculo Polar Ártico. Las metáforas, y los tópicos, se agolpan cuando la islandesa Björk (Reikiavik, 1965) expone su música sinuosa y como arrancada de un cristal helado. En la Cidade da Cultura, su única parada en España, sonó a criatura boreal y mostró que lo suyo hace ya muchos años que ha escapado de los convencionalismos.
Biophilia, su séptimo elepé, publicado el año pasado, centró el repertorio de Björk. Hace ya 10 años, tal vez desde aquel hermoso y hermético Vespertine, que sus canciones adelgazan, abandonan patrones rítmicos mecánicos y se abandonan a una suerte de melodía sin retornos, con escasos o muy ocultos estribillos, y donde la voz manda sin contestación. Un coro de 14 mujeres nórdicas, también empleadas a modo de cuerpo de danza, reforzó el viernes esta suerte de gospel ártico en que ha convertido su sonido en vivo.
Entre el público, repartido en la inhóspita y faraónica Cidade da Cultura, 5.000 personas no cumplieron las expectativas de aforo de la organización. La Xunta había puesto a la venta 7.000 entradas, a 40 euros, en uno de esos actos que la Administración ha programado para intentar colocar el macrocomplejo ideado por Manuel Fraga en el circuito cultural europeo. Pero la trama no lineal de su música o la eliminación del acento dance de sus primeros discos seguramente pedían un auditorio a cubierto y con asientos.
Electrónica rota
Björk, que una vez funcionó de musa de cierta posmodernidad, se reservó el material que la hizo viajar más allá de su isla-país de 300.000 habitantes para el tramo final. One day o Declare Independence acabaron por caer ya cerca de la medianoche, pero reconfigurados, y pese a los intentos de algún espectador habitual de Debut (1993), resultó difícil soltar los pies.
Sus canciones se mueven ahora con tracción orgánica y la electrónica solo irrumpe rota y sucia. Con Náttúra lo hizo a la vez que los fuegos artificiales que los promotores se habían encargado de anunciar. Se despidió, en una de las frías noches más breves del año, con los dos cortes más populares de los interpretados en Santiago, los citados One Day y Declare independece.
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