Canciones de la edad de plata

Los países acomplejados tienen mala memoria para lo suyo. En este, quizá tengamos más presentes a figuras como Sarah Bernhardt y Joséphine Baker que a Raquel Meller, la cantante de Tarazona que se codeó con ellas: “Tiene usted un genio comparable al mío”, le espetó la Bernhardt, admirada de cómo tallaba la médula dramática de cada canción. La Meller conquistó Europa cantando en español y se estableció en París, adonde iban a verla las estrellas de Hollywood. Chaplin y Cecil B. De Mille la adoraban.

Todo esto, caído en el olvido, está omnipresente en el ánimo de Hugo Pérez, singularísimo director y figurinista que vive felizmente fuera del circuito cerrado de la escena madrileña: en Tribueñe, amorosa sala abierta por Irina Kuberskaya, por él y por un equipo trabajador a destajo, se hace un teatro fuera de modas y tendencias, cuya amplia copa se despliega sobre raíces hondas. Siempre que voy está llena. Espectáculos como Por los ojos de Raquel Meller, estrenado en 2006, explican la fidelidad del público: en él, se resume con pincelada impresionista la vida de la diva, se recupera una generosa selección de sus canciones (desde Ven y ven a La violetera) y se recrea de maravilla el ambiente de los cafés cantantes.

En su empeño de dar a su trabajo impronta de época, Pérez tira de todos los recursos de la teatralidad de entre siglos y los colorea con un punto justo de ironía: los maquillajes, los paneles pintados a mano y el vestuario (más de 60 trajes originales) combinan empaque y esa sana ingenuidad artesanal que tanto echamos de menos en el teatro de usar y tirar (para una temporada y adiós) que se ha impuesto en España.

Tras seis años de rodaje y retoques, Por los ojos de Raquel Meller tiene su mayor capital en un reparto exacto encabezado por Maribel Per, cuya hermosa voz lírica recorre toda la escala emocional del repertorio: su interpretación de El ahorcado (canción que marca un tope en la escala de Richter de la truculencia) es una pequeña cima dramática. Irina Kuberskaya clava la imagen desencantada de la Raquel crepuscular, Rocío Osuna le pone chispa y garbo dobles a cuantos papeles toca, Carmen La Pica y Chelo Vivares le prestan peso y carácter a los suyos, y Badia Albayati e Iván Oriola hacen de comodines con gentil desparpajo