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El estallido de la burbuja del deporte de élite

Las deudas condicionan la continuidad de los clubes entre los mejores, excepto el Valencia Basket

Técnicos y jugadoras del Ros Casares celebraron su victoria en Estambul, en abril pasado.
Técnicos y jugadoras del Ros Casares celebraron su victoria en Estambul, en abril pasado. EFE

El anuncio de la desaparición del equipo de baloncesto femenino Ros Casares menos de dos meses después de proclamarse campeón de Europa es el último y el ejemplo más llamativo del estallido de la burbuja en la que ha habitado el deporte de élite valenciano. Empresarios vinculados al ladrillo llegaron al mundo del deporte profesional con la esperanza de obtener relevancia social y conseguir trenzar contactos. Hoy, las dificultades financieras de la mayoría de ellos y el incumplimiento de los compromisos adquiridos por parte de las instituciones públicas valencianas, a las que también se les ha secado el grifo de las millonarias subvenciones, han provocado una onda expansiva cuyas consecuencias todavía no son del todo visibles.

En ese mar de incertidumbre, apenas sobrevive sin dificultades el Valencia Basket con su Cultura del Esfuerzo. Están particularmente amenazados los clubes alicantinos. Lucentum, Mar Alicante o el mismo Hércules agonizan socialmente tras haberse embarcado en aventuras poco sólidas que dependían para llegar a buen puerto de recursos ajenos.

El caso más llamativo es el del Club Baloncesto Lucentum, al borde de la disolución tras haber entrado en concurso de acreedores. Entre el Ayuntamiento de Alicante, la Diputación provincial y la Generalitat acumulan el 80% de sus acciones. El juez instó en marzo a la disolución de la Sociedad Anónima Deportiva, que se pudo aplazar gracias a la inyección de 400.000 euros por parte de la Generalitat, aunque el compromiso negociado por la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, con el Consell recogía el pago de otro medio millón que no ha llegado.

La desaparición del Ros

Las deudas del Lucentum superan los 9 millones de euros y su patrimonio, según el administrador concursal, Antonio Amorrich, es de 2,1 millones. El presupuesto anual, de unos cuatro millones, depende en un 50% de las ayudas públicas. De hecho, esta misma temporada su camiseta ha lucido los logotipos de la Generalitat Valenciana y de la quebrada Ciudad de la Luz. Esta misma semana podría anunciarse su disolución si el Consell no le ingresa otros 600.000 euros.

Desde que ascendió a la ACB el año 2000, el PP siempre ha controlado el Lucentum. El verano pasado accedió a la presidencia Luis Castillo, exasesor deportivo de Ripoll en la Diputación, que se hizo acompañar como vicepresidente por Juan Antonio Iniesta, un expresidente del Alicante Club de Fútbol que ya llevó al club a la ruina y al descenso a Tercera por impagos. El grupo inmobiliario Santa Ana, del que es presidente ejecutivo, tiene en concurso de acreedores a la empresa promotora Coprovi. Cuando Castillo presidió el Lucentum entre 2001 y 2007, estuvo durante cinco años como patrocinador la empresa constructora Etosa.

El Hércules ha tenido que recurrir a tres concursos de acreedores desde que el empresario Enrique Ortiz, imputado en los casos Brugal y Gürtel, accedió a la propiedad del club. Llegó ungido por el PP y el exalcalde Díaz Alperi en 1999, cuando el Hércules, ya en la ruina, debía casi 2.000 millones de pesetas (11 millones de euros).

Este mes se cumple un año desde que declaró su tercer concurso de acreedores por deudas acumuladas de 59 millones, a las que hay que añadir otros 30 millones del pasivo de Aligestión, una empresa familiar de Ortiz que tiene en propiedad el estadio Rico Pérez, y los 18 millones que debe al Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) de un crédito concedido por la CAM y avalado por la Generalitat en marzo de 2010. Además, la Consejería de Turismo le concedió un patrocinio de 1,5 millones en 2011 que todavía no ha abonado.

El Hércules ha tenido

La única posibilidad de que el Hércules hubiera podido afrontar el futuro con garantías de supervivencia era el ascenso a Primera, que no ha conseguido, si bien la temporada anterior en la máxima categoría incrementó su pasivo en 22 millones de euros tras una nefasta gestión económica y deportiva. Valga como ejemplo que, en plena crisis económica, el Hércules presupuestó seis millones en concepto de patrocinador principal para el año que pasó en Primera.

El Gobierno valenciano se siente engañado por los manejos de Ortiz y se ha llegado a plantear tomar el control del Hércules pignorando las acciones del club, que el empresario traspasó a la Fundación herculana, bajo su control. Valencia, Levante y Elche también fueron avalados por la Generalitat como parte del proyecto de salvación de las tres entidades. Eso sí, a cambio de modificar el rumbo. Los tres clubes han cumplido con sus obligaciones y pagan los préstamos en los plazos marcados, pero el Hércules incumplió con la primera cuota de 500.000 euros que tenía que devolver al IVF.

Para llegar hasta aquí, Ortiz llegó a presentar un proyecto para reformar el Rico Pérez, que le recompró al Ayuntamiento en 2007, con una inversión de 65 millones y la implantación en su manzana de un hotel de 120 metros de altura y un área comercial. Luego se reunió con la ya alcaldesa, Sonia Castedo, y la oposición y anunciaron la construcción de un nuevo estadio con la materialización de plusvalías urbanísticas. “Me da igual si la operación se llama recalificación o aportación”, llegó a decir Ortiz. Pero nada se ha materializado.

El Hércules debe hoy casi 10 veces más que cuando Ortiz lo compró y sólo si asciende a Primera podrá tener viabilidad. Pero la semana pasada dijo en la COPE que: “Si quieren que me vaya, que cada herculano ponga 1.000 euritos… o mejor 1.500”.

El poderoso Playas de

El balonmano alicantino femenino también está contra las cuerdas. El presidente del Mar Alicante durante la última década, Toni Navarro, dimitió el mes pasado oficialmente por razones de salud. Pero a nadie se le escapa que las deudas y promesas incumplidas por las administraciones han asfixiado a un club que en 2011 disputó la final de la Recopa europea y ésta alcanzó las semifinales de la Copa EHF.

El Mar Alicante necesita 160.000 euros para cerrar la temporada y poder volver a salir en División de Honor la que viene. Y unos 100.000 son dinero público prometido que no ha llegado.

Las jugadoras del Elda Prestigio también llevan arrastrando problemas para cobrar desde octubre del año pasado, cuando el club todavía no había liquidado las nóminas de las jugadoras de la temporada anterior. Este club de balonmano femenino ganó entre 2000 y 2009 cuatro Ligas, dos Copas de la Reina, dos Supercopas de España y en Europa una Copa ABF. Su continuidad en la máxima categoría está en cuestión. Llegó a acumular una deuda de casi medio millón de euros. Y eso que la nómina mensual que debía abonar era de unos 22.000 euros.

Diversos impagos de la subvención municipal, así como de la Diputación, Generalitat y la empresa pública de gestión tributaria Suma llevaron al nuevo presidente de la entidad, Jesús Iborra, a firmar un documento en el que el club se comprometía a liquidar la deuda con las jugadoras y el cuerpo técnico en un plazo de entre ocho y diez meses.

En una situación complicada se encuentra también el Club Balonmano Femenino Elche Mustang. En su mejor temporada en División de Honor, el técnico, José Francisco Aldeguer, ha decidido abandonar la entidad por las dificultades económicas del club. La historia del balonmano alicantino está plagada de decepciones. Hace 19 años murió en Benidorm el antiguo Calpisa (luego Tecnisan y Helados Alacant) tras 40 años en la élite y ganar cuatro Ligas, cinco Copas y una Recopa de Europa.

El balonmano femenino

Una deuda de 130.000 euros y la falta de ayudas públicas también han empujado al Rugby La Vila al borde de abandonar la División de Honor un año después de ganar la Liga. Con un presupuesto de apenas medio millón de euros, el club vilero consiguió convertirse en el mejor equipo de España. La temporada 2010-11, la tercera en División de Honor, ganó la Liga Renfe de Rugby después de haber sido subcampeón de la misma competición y de la Copa. Y al inicio de la campaña pasada se impuso en la final de la Supercopa al Cetransa El Salvador, de Valladolid.

La deuda acumulada ha sido producto de la retirada de la subvención de 30.000 euros que recibían de la Diputación de Alicante, aunque el Patronato de Turismo les inyecta 12.000. Este año ni siquiera saben cuánto dinero les dará el Ayuntamiento de La Vila, que en 2011 aportó 120.000 euros. Y todavía no han acabado de cobrar los 25.000 que reciben de mismo Consell.

La desaparición del Ros Casares ha sido el último eslabón de una cadena de proyectos frustrados. El Mar Sagunto, que ha ganado con otras denominaciones como Iber o El Osito L’Eliana la mitad de los títulos de la Liga de balonmano femenino, agoniza en Sagunto, donde llegó a estar patrocinado por Astroc, la empresa de Enrique Bañuelos, la temporada 2004-2005.

Antes, en 2009, desapareció peregrinando de Mislata a Riba-roja el Club Balonmano Amadeo Tortajada, patrocinado sucesivamente por Constructora Estellés, Valencia Urbana, Ferrobús y Cementos La Unión. O el Vijusa Valencia de futbol sala, al que rescató el promotor Juan Armiñana, que abandonó el proyecto en 2008.

La localidad valenciana de Puerto de Sagunto siempre ha tenido una afición fiel al balonmano. Con más de 60 años de historia, el decano de este deporte en la Comunidad Valenciana consiguió hace dos años el ascenso a la Liga Asobal.

La crisis ha puesto

Sin ninguna subvención de la Diputación de Valencia, los 250.000 euros de presupuesto de la presente campaña han sido insuficientes para mantener al equipo en la élite del balonmano español. Tras el descenso, su principal patrocinador, Alser, empresa dedicada a la construcción y promoción de viviendas, ya no quiere continuar y está en peligro la supervivencia del club porteño.

La producción cerámica unida a la construcción también ha sido el tren de riqueza de la provincia de Castellón en los últimos tiempos. En el ámbito deportivo se sumó el amparo de la opulencia institucional. Pero llegada la crisis inmobiliaria y el agujero negro en distintos ayuntamientos y la Diputación, los clubes castellonenses han visto reducidos sus ingresos, algunos a la nada.

Fernando Roig, dueño de la empresa cerámica Pamesa, afincada en Almassora, a poco más de tres kilómetros de Vila-real, adquirió el equipo de fútbol del Villarreal por 600.000 euros en 1997. El sueño de Roig era que su club alcanzara la Primera División, en la que ha permanecido 12 temporadas consecutivas, ocho de ellas disputando competiciones europeas, incluidas tres Ligas de Campeones.

El Castellón, en el pozo

En todo este tiempo el Villarreal ha contado con el favor y el apoyo de las instituciones. Durante las cinco últimas temporadas, el Villarreal ha lucido en su camiseta el logotipo de Aeropuerto de Castellón, por el que la Diputación provincial le reportaba anualmente una cantidad cercana a los cuatro millones de euros.

Llegada la crisis y los problemas para Roig en sus empresas, el Vila-real ha pasado de un presupuesto superior a los 100 millones de euros a los cerca de 70 de la temporada finalizada. La calidad del equipo amarillo, con la camiseta limpia de publicidad, descendió hasta perder el privilegio de la Primera División.

“Ayudaré al Villarreal con parte de mi patrimonio”, dijo Roig tras el descenso. Sin el contrato televisivo que le reportaba 30 millones anuales, el Villarreal rebajará su presupuesto a 25 millones de euros para intentar el retorno a la élite. Una cuarta parte que antes de estallar la burbuja inmobiliaria.

Aquel crecimiento del Villarreal se vio con recelo en Castellón. Su equipo de fútbol, el C D Castellón, disputa en la actualidad la Tercera División y vive el riesgo de descender al fútbol regional o desaparecer si no abona las seis nóminas que adeuda a jugadores y empleados del club.

El Castellón siempre ha estado en manos de empresarios locales. Desde Fabregat en los setenta hasta Bonet mediado la primera década del tercer milenio. Con todo el mundo navegando en la abundancia, el fútbol tampoco escapó como un medio de riqueza. La sociedad Castellnou 2005, propiedad de José Manuel Osuna, representante de jugadores, y de Antonio Blasco, expresidente del Levante, compró en mayo del 2005 el Castellón por 2,2 millones de euros a Antonio Bonet para intentar relanzarlo.

Las instituciones provinciales también aportaban su granito de arena. Con la crisis, también llegó el descenso a Segunda B en 2010. Terminada la temporada pasada, el Castellón perdió la categoría de bronce por adeudar 400.000 mil euros a sus futbolistas. Diputación y Ayuntamiento, con las arcas vacías, miraron hacia otro lado.

El Playas de Castellón, fundado en 1983 como Macer F S, nombre de una empresa de Almassora especializada en piezas para maquinaria cerámica. Con el mecenazgo del dueño de la empresa y de nuevo el patrocinio de la Diputación y el Ayuntamiento de Castellón, el Playas logró ser un referente del fútbol sala mundial y vivero de jugadores de la laureada selección española al ganar dos Ligas y tres Copas de Europa. La temporada pasada, tras 22 años consecutivos en Primera, el Playas descendió a Segunda.

En la campaña presente, el Playas de Castellón ha vuelto a descender a Segunda B. “Pasamos de alojarnos en hoteles de lujo a viajar en el día como el partido en Antequera que se certificó el descenso”. Las palabras de Manolín, surgido de la cantera, después de toda una vida de profesional del fútbol sala, y que a sus 35 años regresó a las canchas para intentar salvar al Playas, reflejan la realidad actual del deporte chico del fútbol.

A la estela del Playas de Castellón, surgió y creció la pasión por el fútbol sala en la provincia de Castellón. El F S Benicarló llegó a Primera en el 2004, división en la que ha permanecido hasta hace unos meses, cuando tuvo que tuvo que abandonar la competición por deudas acumuladas de anteriores temporadas cercanas.

Un débito de medio millón de euros contraído con Hacienda y varios proveedores le imposibilitó acceder a las subvenciones de la Diputación de Castellón o el Ayuntamiento de Benicarló, los principales sustentos de un equipo profesional con apenas 400 socios en una población de 26.000 habitantes que necesitaba unos 700.000 euros para sobrevivir entre los elegidos.

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