El Lugo quiere cobrar su deuda
El equipo de Setién defenderá en Cádiz una ventaja de dos tantos para ascender
A medida que pasaba la tarde y se acercaba la hora del partido, el rostro de Quique Setién se nublaba tanto como el cielo. Maldecía el entrenador del Lugo como si fuera un redivivo Felipe II, contrariado por tener que luchar contra los elementos. No se le olvida al técnico cántabro la asfixiante tarde de hace un año en el Ángel Carro, los 40 grados que llegaron de pronto para convertir el último intento de ascender a Segunda en un infierno. Ayer cayó el diluvio a orillas del Miño, el césped se anegó y la situación pareció perjudicar al Lugo, adalid del fútbol combinativo, del balón al piso y la salida de la pelota aseada desde atrás.
Varió el escenario, tampoco el rival era el mismo que en el último partido de la promoción de la temporada pasada. Entonces el Alcoyano recibió la canícula con agrado, pero para el Cádiz la lluvia fue todavía peor noticia que para el Lugo. Allí estaban sus aficionados en la grada ofreciendo señales de ello, calados hasta las cejas, algunos con chanclas y bermudas como si vinieran de dar un paseo desde la playa de la Victoria hasta el Carranza. En los minutos previos, técnicos y jugadores andaluces flirtearon con la ideal del aplazamiento. Ellos también tienen memoria, también hace un año se habían ahogado en la promoción. Fue en la bombonera de Miranda de Ebro, en Anduva, donde otro chaparrón dejó el campo como les gusta a los equipos del norte. En el Lugo hubieran querido de inicio menos agua, pero se aplicaron para que nada se aplazara. Poco antes de la hora fijada para el inicio saltó al verde Cabo, el mítico utillero del club, y con un aspirador se puso a achicar agua. Hasta el centrocampista Rubén García con el partido a punto de comenzar se aplicó con los brazos para tratar de deshacer los charcos más aparentes.
La lluvia cesó en apenas media hora de juego y para entonces el Lugo ya iba dos arriba. Demostró que tenía un plan B. Lo había cocinado Quique durante la semana cuando por primera vez decidió cerrar las puertas del Ángel Carro para trabajar la estrategia sin mirones. Allí se forjaron los dos primeros goles, calcados, sendas faltas laterales que buscaron el segundo palo y en los que el equipo logró tocar dos veces la pelota para llevarla a la red. Fue la respuesta a la lluvia, al desasosiego que generó, a todo lo que se movió en las fechas previas al partido con llamadas de representantes carentes de ética que ofrecían a futbolistas del Lugo contratos en un equipo que quería subir a Segunda División, el Cádiz, un histórico con un gran soporte social, con más de 10.000 socios y unos propietarios italianos que lo apuestan todo al ascenso de la mano de Quique Pina, presidente en Granada y máximo accionista en tierras gaditanas.
El Cádiz protestó los tres goles. Lo hizo su entrenador José González. “Dos en fuera de juego y un empujón”, reclamaba el técnico andaluz a voz en grito. “Todos vimos lo que pasó”, clamaba Richard Moar, gallego y director deportivo del Cádiz, que reconocía que hablando de fútbol el equipo que le paga había hecho más bien poco. “Pero ese no es el tema”, zanjó. A veces el fútbol devuelve lo que quita. A Belforti, central del Lugo, no se le olvida el gol que le anularon en El Collao en la ida de la eliminatoria contra el Alcoyano. Entonces un linier hiló fino en contra. Ayer lo hizo a favor en acciones que ni siquiera quedan claras tras un examen de las imágenes. El tercer tanto, el de Quero, lo hubiera tumbado uno de esos árbitros que pitan peligro. No fue el caso. Por eso ahora el Lugo tiene el objetivo cerca, porque además mira a la historia y encuentra más cábalas. Se repitió para que el Cádiz, como lo hizo el Baleares hace dos semanas, le echara más pimienta a la cita final con un postrero gol que abre la eliminatoria y se la deja a tiro de un dos a cero. Resta ver si se calca también como ocurrió hace 20 años. En 1991, el Lugo jugó la primera fase de ascenso de la Segunda B con cuatro grupos. Como hasta hace apenas dos años, los 16 equipos clasificados se distribuían en otras tantas liguillas. Entonces fracasó al primer intento, pero atinó en el segundo 12 meses después tras un recordado duelo final ante el Sant Andreu.
Ahora, tras la decepción ante el Alcoyano, el ascenso está a 90 minutos para un equipo que no ha concedido gol en sus otras dos salidas en la promoción, ni en Eibar ni en Palma ante el Atlético Baleares. Por eso crece la ilusión y el sentimiento de que hay que cobrar una deuda que se demora casi un año: “El Lugo lo merece, el fútbol nos lo debe”, mostraba un grupo de aficionados en unas camisetas. Pero para deuda la de Lugo con Setién, el gran hacedor, junto al director deportivo Carlos Mouriz, un entrenador que ha cambiado su historia y que dejó un recado a las protestas del Cádiz: “Si nos ponemos a llorar, todos tenemos motivos”.
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