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Guitarras y violines sin museo

Una colección reúne en Jerez de la Frontera más de 300 valiosos instrumentos de cuerda

Antonio Espinosa de los Monteros, con una de las guitarras de su colección.
Antonio Espinosa de los Monteros, con una de las guitarras de su colección.ROMÁN RÍOS

En un polígono industrial de Jerez, entre una tonelería y una planta de embotellado de bebidas, hay un tesoro. En el piso superior de una pequeña sacristía de vinos viejos, en un enorme salón de mármol que parece fuera de lugar, se expone una colección de más de 300 guitarras, violines y otros instrumentos de cuerda de los siglos XV al XX. Están colocados en armarios de maderas nobles, hechos a medida, y con fondo de espejo para que puedan observarse desde todos los ángulos los detalles de cada pieza. Pero son muy pocos ojos los que disfrutan de esta galería. Tras varios intentos infructuosos, sigue cerrada al público. Ninguna institución pública ha llegado a apostar por ella para convertirla en el que sería uno de los Museos de la Guitarra más importantes de Europa.

Stradivari, Pagés, Torre, Ibáñez o Ramírez son algunos de los maestros luthieres que firman los violines, guitarras, laúdes, fídolas, mandolinas y otros instrumentos que componen este conjunto de incalculable valor. La colección fue iniciada en 1988 por el industrial Antonio Espinosa de los Monteros, cuya habilidad musical es “nula”, según reconoce entre bromas. “Como buen jerezano tenía una guitarra moderna en casa, pero nada más. Cuando llegó a mis manos una pieza espectacular del siglo XVII se despertó en mí una enorme curiosidad. Comencé a buscar más y, desde entonces, no he parado”.

Entre los ejemplares más valiosos se encuentran dos guitarras de tipo vihuela, más estrechas en su figura que las modernas. “Josef Benedid me construyó en la calle San Fco. de Cádiz en 1801”, puede leerse en una etiqueta desvaída en el interior de la tapa de una de ellas. “Como esta solo se conserva otra en un convento carmelita en Chile”, destaca Espinosa.

El conjunto agrupa piezas fabricadas entre los siglos XV y XX

En el interior de la otra, manufacturada por Juan Pagés en 1783, hay escritas varias partituras y hasta listas de compuestos químicos “que podrían ser la receta de los barnices y las lacas con las que el luthier revistió esta maravilla”, detalla el coleccionista justo después de subrayar que un ejemplar así puede alcanzar los 300.000 euros en el mercado de antigüedades, ya “casi agotado”.

Otra de sus “niñas bonitas”es del maestro Manuel de Torre de 1865. Mientras la acaricia con la mano, muestra el mástil con décadas de uso en escenarios y tablaos. “Esta guitarra es de las primeras que se hizo de modo especial para el flamenco, estrechando el fondo y ensanchando el cuerpo y el mástil para facilitar acordes nuevos. Es una de las mejoras técnicas en la historia de este instrumento”, explica.

En la amplia colección hay piezas con decenas de cuerdas, salterios, cítaras o guitarras lira y de mesa, pero también puede verse cómo han evolucionado los clavijeros desde los de pera, trapecio, con poleas, macizos o huecos. También conserva instrumentos inclasificables, con formas inimaginables, fruto de distintos experimentos de luthieres en busca de nuevos sonidos.

Con este ingente patrimonio el coleccionista ha creado una fundación cultural para facilitar la salvaguarda del conjunto, que quiere ver convertido en un museo. Tras varios proyectos fallidos con los últimos alcaldes que han presidido la ciudad, ha recibido hace poco “buenas noticias”. “Aún no está definido del todo”, asegura Espinosa, “pero puede que pronto un edificio del centro de Jerez albergue esta colección”.

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