Un páramo industrial en la bahía de Cádiz
Sindicatos y empresarios alertan del declive de un sector que en Andalucía ha perdido 90.000 empleos en solo cinco años
Un paseo por el polígono del Trocadero de Puerto Real (Cádiz) y alrededores se ha convertido casi en un recorrido por un museo arqueológico. Sobreviven los restos, pero no sus ocupantes. Se mantienen las paredes de la fábrica de Delphi, donde hace un lustro trabajaban casi 2.000 operarios. Cerca, varias naves parecen dejarse arrastrar por el paso del tiempo. Algunas puertas están cerradas indefinidamente. Enfrente hay carteles sacudidos por el viento reclamando contratos para astilleros. Allí hay operarios, pero no trabajan, como esas figuras antropológicas que se admiran en las visitas guiadas. Empresarios, sindicatos y políticos se sentarán el martes en una misma mesa. Estudiarán cómo evitar que la bahía de Cádiz acabe como un enorme desierto industrial. La EPA dice que en cinco años esta comarca ha perdido casi 10.000 empleos en el sector, aunque los sindicatos elevan la repercusión del declive a 40.000 puestos de trabajo.
En 2008, antes de que cambiara el baremo de evaluación de la EPA en 2009, había en Cádiz 448.700 ocupados. Un 10,69% eran trabajadores de la industria. De los 3.180.000 ocupados en Andalucía, un 10,2% lo eran en este sector. Las cifras de 2012 muestran que el peso de la industria ha caído más de un punto. Ahora solo representa el 9,88% de los 357.000 ocupados de Cádiz; mientras que es el 8,6% de trabajadores andaluces, 2.678.700.
Los sindicatos creen que un punto de inflexión para la bahía gaditana fue el cierre de Delphi en 2007. La multinacional de automoción cerró su fábrica de Puerto Real, abierta hacía dos décadas. Su clausura, aunque coincidió con el inicio de la crisis, no se atribuye a la coyuntura económica. Más bien a la obsolescencia de este modelo productivo y a la deslocalización. La planta cubrió su ciclo y la empresa prefirió marcharse a otro país más rentable. Ocurrió cuatro años después con otra compañía de automoción, Visteon, que cerró en similares circunstancias su planta de El Puerto de Santa María. Los operarios de Delphi consiguieron, al menos, un plan de recolocación todavía activo. Los de Visteon se conformaron con evitar in extremis la reforma laboral del PP.
Cádiz, al igual que en el resto de Andalucía, experimentó al año siguiente un repunte en el empleo industrial. Los de Delphi evitaron el paro con formación y recolocación en nuevas empresas como Gadir Solar y Alestis. Pero desde 2008 no se ha podido remontar. A la Junta el plan de reindustrialización de la bahía gaditana le estalló en la cara por la crisis. De los 6.000 empleos anunciados, no se creó ninguno. Gadir Solar recolocó a 100 operarios de Delphi y cerró el año pasado en medio de denuncias de irregularidades. Alestis, aeronáutica de capital andaluz, consiguió contratar a 300 ex de Delphi pero a los dos años presentó un Expediente de Regulación Temporal de Empleo, todavía no subsanado. Las inversiones millonarias de los Gobiernos central y autonómico no han parado la sangría industrial.
Pero la industria gaditana ha temblado verdaderamente cuando ha empezado a peligrar el futuro de los astilleros, que en 2012 se han quedado sin contratos tras una época de bonanza. “Astilleros es el músculo. Cualquier obra que reciba genera 6.000 ó 7.000 puestos de trabajo. Ninguna industria puede hacer esto. Hoy no hay alternativa al sector naval”, admite Jesús Serrano, de CC OO. Cálculos de la plantilla estiman que cada euro que se invierte en los astilleros de Navantia genera cinco euros en riqueza en la zona. También ha decaído el tradicional empleo en Altadis, reducido a la mínima expresión, o Dragados, con una etapa de vacas flacas en los contratos.
La necesidad de supervivencia de los astilleros es quizá uno de los escasos asuntos en los que todos los que se sentarán este martes en la mesa por la industria de Cádiz estarán de acuerdo. Los sindicatos la han convocado y han conseguido atraer a la patronal, a la Universidad y a todos los partidos. “Tenemos que aunar fuerzas, buscar nuevos nichos de mercado sin perder la industria que tenemos”, propone Diego Peces, de UGT. “En otras comarcas, como en Galicia y el País Vasco, hay una verdadera unión, todos funcionan a una. Eso falta aquí”, reclama Serrano.
“Todos tenemos una cuota de responsabilidad. No hay varitas mágicas. Pero es cierto que falta financiación. Las empresas han huido. Y quizá es la hora de ser más competitivos”, explica José Luis Ferrer, de la patronal del metal Femca. “Hay que estudiar a fondo el problema y ver si costes laborales más adecuados pueden atraer inversiones”, concluye.
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