Ambiciones y otros delirios
No hay peor cosa en el teatro de danza que la ambición desmedida y parte del éxito está en un uso democrático y justiciero del espejo. Así las cosas, sin rumbo, se pierde el norte fácilmente. Rubén Olmo empezó bien su carrera, pero enseguida se le llenó la cabeza de pájaros y de delirios de grandeza, de exageraciones. Su exceso de protagonismo, su baile amanerado hasta el almíbar (con un tono de sufriente melodrama que da la risa), su afectación que no deja ver la parte buena de su técnica (que sin duda la tiene) y un planteamiento estético entre las variedades comerciales y la ampulosidad competitiva con el Ballet Nacional, arruinan la presentación.
METÁFORA
Compañía Andaluza de Danza. Coreógrafo: Rubén Olmo. Colaboración: Rocío Molina; luces: Juan Gómez Cornejo; escenografía: Juan Ruesga: vestuario: Eduardo Leal. Teatro Fernán Gómez. 3 de junio.
Lo más triste es que se desaprovecha una plantilla de mucha calidad; hombres y mujeres formados de escuela que bailan muy bien y se entregan a fondo, que sostienen el ritmo y desbordan el abanico desde el folclore estilizado al flamenco de tradición, pero maniatados por un estilo impuesto, errático y que les es ajeno.
El marco hace pasable algunas escenas: luces magníficas, vestuario que va de lo correcto al principio a lo indescriptiblemente feo en la segunda parte y una escenografía sobria de evocación mozárabe que cumple, hacen que Metáfora sea un quiero y no puedo.
No podemos pensar que esta sea la danza española del presente y menos la del futuro; hay que exigir calidades a la vez que profundidad, riesgo y no ese afán desmedido del rollo estelar que tira por la borda el dinero público y recrea el formato de la compañía de autor que tan malas consecuencias ha traído siempre al género del baile español.
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