Un pintor mental en activo
José Soto retoma su carrera y traslada sus abstracciones a grandes formatos
José Soto es un pintor tan atípico que no le hace falta pintar. Al menos eso ha creído durante los 37 largos años en los que sus manos no han tocado pincel alguno, aunque las abstracciones seguían creciendo y multiplicándose en su mente. Soto (Sevilla, 1934) dejó a un lado la pintura en 1975, sin traumas y por cuestiones ajenas a la creación, desde entonces se dedica a enseñar dibujo y a diseñar y comisariar grandes exposiciones que han sido clave para la historia reciente del arte contemporáneo.
Su vida transcurría tranquila, alejada de los focos, hasta que a finales del pasado año Juan Antonio Álvarez Reyes, director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), decidió organizar una muestra sobre su obra —dispersa entre colecciones privadas, museos e instituciones— y le pidió que volviera a pintar. Para sorpresa de todos, José Soto se compró un despertador que, desde entonces, ha sonado todos los días a las siete de la mañana. El resultado puede verse desde mañana en el CAAC en la muestra José Soto. Campos de color, una exposición que reúne 58 obras, 53 de las cuales están realizadas entre 1969 y 1975 inspiradas en la abstracción norteamericana de Mark Rothko y Barnett Newman. Pero, además, están las piezas nuevas: cuatro óleos de gran formato y una “escultura”, como le gusta definirla al artista, de seis metros de largo por dos de alto y medio metro de ancho titulada Negro y rojo sobre blanco. Espacio continuo en diagonal.
Sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido desde que Soto compartía estudio con Carmen Laffón y Fernando Zóbel en la sevillana calle Conde de Ibarra hasta ahora, en la muestra no hay aparentes saltos estilísticos. Todo es un continuo dedicado a la exploración de la línea recta entre campos de color, el eslabón que lo une a sus admirados creadores del color-field painting de los años cincuenta.
El artista reúne su obra dispersa de 1969 a 1975 y crea cinco nuevas piezas
“Yo he estado pintando mentalmente siempre, por eso no me ha costado mucho esfuerzo volver a pintar. Además he trabajado rodeado de pintores de mi generación, pero también de jóvenes que me han aportado mucho. Esta exposición me ha permitido realizar los grandes formatos con los que siempre había soñado y que nunca pude hacer porque no tenía un estudio adecuado ni medios que me lo permitieran. Esta ha sido la ocasión para satisfacer ese deseo imperioso que siempre he tenido y lo he hecho gracias a Pepe Barragán y Manolo Salinas que me han ofrecido su estudio y me han ayudado con la elección de los materiales”, explicó el martes Soto quien, a pesar de sus 77 años, está en plena forma. “Esto rejuvenece y satisface”, apunta este “pintor secreto”, como lo llama con cariño Álvarez Reyes.
“Es un artista muy conocido por su labor como comisario, pero su obra está muy repartida y era muy difícil de contemplar”, aclara el director del CAAC. Las “abstracciones postpictóricas” de Soto, como las califica Álvarez Reyes, forman parte de las colecciones del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, la Fundación Juan March, la Colección IBM España o el Museo de Arte Moderno Rufino Tamayo de México. Además, la pieza estrella de la muestra, la gran escultura-pintura negra y roja, se quedará en el CAAC como donación del artista.
“Cuando me planteé hacer una gran pieza pensé en una serigrafía de 1971 que me encargó y produjo Fernando Zóbel a partir de un óleo sobre papel que él adquirió para el Museo de Cuenca. Es la expresión del espacio en relación a sus elementos fundamentales, forma y color, que yo he traducido a la línea recta, porque la curva pertenece más a la naturaleza”, decía el artista contemplando su majestuosa obra y, pensaba en voz alta: “Lástima que los techos no sean más altos, la hubiéramos podido poner de pie y convertirla en obelisco”. Y es que se nota que José Soto siempre ha sido un pintor mental en activo.
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