Bilbao apostó todo al rojo y al blanco
La ciudad y toda Bizkaia culminan meses de desbordada pasión por el Athletic
Las oraciones de un grupo de 500 niños ataviados con camisetas rojiblancas en la basílica de Begoña fue una de las imágenes más llamativas de una ciudad que ayer celebró por todo lo alto la llegada de la ansiada final de Copa. Inmersos en un tobogán de emociones desde que el pasado 8 de marzo el Athletic disputara el partido de ida de octavos de final ante el Manchester United, los aficionados del club rojiblanco, la ciudad entera, se ha volcado con su equipo a todos los niveles. La ilusión ha sido absoluta, con cientos de miles de personas entregadas al rojo y el blanco, aunque no se haya traducido en ningún título.
Los hosteleros abrieron hasta más tarde y las escuelas estudiaron al club
La final de la Liga Europa ante el Atlético de Madrid en Bucarest el pasado día 9 ya demostró la pasión de la hinchada bilbaína, que ayer, alentada por un día espléndido, volvió a latir con fuerza. Al margen del uniforme que llevaba buena parte de la ciudadanía (no era fácil encontrar a alguien libre de camisetas, corbatas, pañuelos e incluso bufandas, a pesar del calor), la actividad de la villa cambió. Por la tarde, con más de 30 grados en el termómetro, la calle solo reflejaba vida en lugares puntuales. Así, en Pozas, García Rivero, el Casco Viejo y los alrededores de San Mamés no faltaba el alcohol y las conversaciones deportivas. No había ayer por la tarde corrillo o cuadrilla que no hablara de la final. “Llevamos mucho tiempo sin ganar un título, ya nos toca” o “Espero que Bielsa no nos abandone”, eran algunos de los comentarios que se podían escuchar en cualquier parte. Y es que todo giraba en torno al Athletic, aunque las aficiones de ambos equipos también llegaron a fundirse. “¿Dónde queda el barrio gótico?”, preguntaba un catalán que había venido a visitar a unos amigos residentes en la capital vizcaína. “Yo soy culé, pero ellos matan por el Athletic”, admitía.
Además del refuerzo de personal policial y de limpieza, los establecimientos hosteleros también redoblaron esfuerzos y sus plantillas. Era un buen día para hacer caja.
Tal y como ya ocurriera el pasado día 9, con motivo de la final de Bucarest, el Ayuntamiento de Bilbao permitió a los locales de hostelería abrir hasta las cuatro de la mañana, de acuerdo al calendario de horarios especiales 2012 propuesto por el consistorio bilbaíno, y acordado con la Asociación de Hostelería de Bizkaia.
Trabajar se antojaba incompatible con la emoción de la jornada y hubo incluso algunas pequeñas obras que se vieron paralizadas. “Esta tarde se me han puesto todos de huelga”, reía el responsable de unos trabajos de asfaltado que se desarrollan en un barrio periférico de la villa. Varias empresas también se vieron relativamente afectadas por el partido, ya que los viernes por la tarde la actividad baja considerablemente. Nada que ver con la coincidencia de la anterior final de la Liga Europa en Bucarest, que tuvo lugar el pasado día 9, miércoles.
En los colegios es imposible mantener la concentración de los alumnos cuando llegan este tipo de citas. Ayer casi todos los colegios vizcaínos organizaron actividades ligadas con el club para evitar que las lecciones escolares cayeran en saco roto.
San Mamés lamentó el resultado, pero nunca dejó de animar a su equipo
Pese a estar a más de 300 kilómetros de Madrid, Bilbao pudo seguir el choque contra el Barcelona casi como si estuviera dentro del estadio Vicente Calderón gracias a las diez pantallas gigantes que salpicaban la ciudad.
Uno de esos lugares era el paseo del Arenal. Antes del partido, los más jóvenes disfrutaron sentados en corros en el suelo de los conciertos de Taxi y Celtas Cortos. No faltaban las botellas de kalimotxo y los katxis de cerveza. El ambiente era monumental. Prácticamente igual que en Semana Grande, salvo por los colores rojo y blanco, que lo inundaban todo.
Álvaro paseaba con su bebé en brazos por las inmediaciones de La Plaza Nueva, también abarrotada de hinchas. Ambos vestían la camiseta del Athletic y sudaban. Pese al calor, al ruido, al caos y a no haber echado la siesta, el niño parecía feliz. Sonreía cuando el padre le levantaba al cielo al grito de “¡Athletic!”. “Es muy pequeño. A ver si ganamos y dentro de unos años le cuento todo esto. Es una maravilla. ¡Quién sabe, a lo mejor hasta se acuerda él y todo!”, bromeaba el padre, informa Luis Mingallón.
Los alrededores de La Catedral bulleron. Los enérgicos cánticos de ánimo al Athletic harían creer a cualquiera que los jugadores estaban a punto de llegar en su tradicional autobús. “No hemos podido ir, pero aquí estamos, apoyándoles, para que esta vez ganen”, explicaba una joven aficionada que llevaba en la mano su disfraz de león “por el bochorno” que atenazaba a la ciudad. “Tienen a varios lesionados, esta es la mejor oportunidad de ganar”, analizaba un joven. “Pero es el último partido de Pep”, recordaba su amigo antes de dar un trago a su botella de kalimotxo. A medida que avanzaba el choque, San Mamés, con capacidad para 40.000 personas, fue enmudeciendo y las caras de los hinchas, ensombreciéndose.
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