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País invitado

Volvemos a echar cuentas pero el borrón está en la banca, el vampiro de estos años de desarrollo

¿A dónde fueron aquellos tiempos heroicos en los que Aznar nos quería sacar del rincón de la historia y ZP presidir la Alianza de la Civilizaciones? ¿Aquellos tiempos no tan lejanos en los que que Felipe González traía expos y olimpiadas y se hablaba de Monforte a Singapur del milagro español? ¿Dónde están aquellas cajas de ahorros y aquellos hospitales, aquellos puentes y campos de golf que un día fueron la envidia del mundo? ¿Dónde están Pujol y Fraga y Arzalluz y todos aquellos políticos que hablaban de política y nosotros podíamos entender la política por acertada o desacertada que nos pareciera? ¿Y aquel descubrimiento de la dieta mediterránea y de los jubilados de cincuenta y pocos años haciendo taichi en Torrelominos? ¿Donde están ahora las grandes esperanzas dickensianas, el desarrollo y el maná interminable que caía de los cielos sobre nuestra Península en la que en vez de desiertos florecían ferraris y casinos de juego?

Pero sobre todo, ¿se acuerdan ustedes de cómo vivíamos en tiempos de la peseta, en los años duros del posfranquismo? Metan la cabeza en la nevera y piensen, quizás todavía recuerden la llegada de los yogures y el pollo frito de los domingos, el descuento de familias numerosas y el olor a tabaco negro. No fue hace tanto tiempo cuando fuimos pobres. No fue hace tanto tiempo que los hijos de los obreros empezaron a ir a la universidad y cada familia a tener un coche y un televisor. Y parece que en dos décadas nos hemos olvidado de la maleta, de que la emigración, de que en un mal sueño todo ha dado la vuelta por donde el desaliento dobla la esquina y el globo se ha pinchado en pleno vuelo.

Estos días hemos pasado de ser potencia a país invitado y cuando uno empieza a figurar en el ranking como país invitado es mal asunto: a los invitados se les trata bien normalmente, se les atiende con decoro y cortesía, pero díganme ustedes desde cuando un invitado decide cualquier cosa por nimia que sea en casa ajena, o cuando un invitado reclama en la mesa otro menú distinto al que tiene delante o se permite opinar sobre la suciedad de las ventanas, el polvo de los muebles o la falta de respeto de los criados si es el caso… La visita de Mariano Rajoy a Chicago fue la de un invitado más o menos de piedra ante el sanedrín de poderosos, un visitante mudo asomado a una Yalta de los tiempos difíciles en los que uno se echa a temblar cuando ve a la Merkel y a ese Cameron que no ha dado pie con bola desde que entró por la puerta de Downing Street; cuando uno ve a Monti de contable y a Hollande que se mete la doctrina por el saco…

Extraño lugar el mundo cuando uno lo mira a la luz de los mandatarios, inhóspito lugar para llegar a la tanda de penalties… La historia está donde estaba: Alemania valor seguro, Inglaterra excéntrica e Italia poniendo al día las cuentas que llevó durante unos años un cantamañanas. Tópico sobre tópico y nuestro hombre de Pontevedra entregado a la causa Merkel, pensando que quizás la Merkel le dé esa confianza de los mercados que creyó ya ganada en noviembre con las elecciones. Craso error.

Y uno a renglón seguido ve presumir a Feijó en plena calamidad de las buenas cuentas de Galicia y del despilfarro de otras comunidades, señalarnos como ejemplo ante el dispendio de otras comunidades (iba a decir regiones que es lo que corresponde a este momento chato) gobernadas, ahora sí, por el mismo patrón y uno piensa si se refiere a la emigración que vuelve a sufrir este país de emigrantes en el que un paréntesis de veinte años no ha logrado cambiar los hábitos, y uno piensa si ese ahorro se debe a que la gente usa cada vez menos los hospitales hasta el momento de dejarse caer muerto y cada vez los comedores escolares dan peor comida y el médico del seguro algún genérico de tres al cuarto que así vamos engordando el cerdo de la austeridad, la alcancía de aquellos protestantes que no viven un solo día sin pensar en lo que herederán sus hijos. Volvemos a echar cuentas, pero ya no depende de nosotros, el borrón está en la banca, el vampiro de estos años de desarrollo, el vampiro que nos sigue chupando la sangre.

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