Taller Atlántico acerca con humor la música contemporánea
Álex Salgueiro estuvo sobresaliente en 'Dead Elvis', de Daugherty: musicalmente mostró su altísimo nivel y como Presley fue desternillante
El Taller Atlántico Contemporáneo (TAC) celebró el lunes en la biblioteca de la Cidade da Cultura A contracorrente, título de su primera intervención en Os seráns do TAC. En su aspecto musical, el concierto se desarrolló con una acertada dirección de Diego García Rodríguez. Su gesto, escueto y claro, logra una buena precisión y una acertada concertación de las diferentes formaciones precisas para cada obra, dándole el adecuado carácter; algo particularmente necesario con el programa del lunes.
El piano preparado de Nicasio Gradaille fue firme base a lo largo del concierto, especialmente en la Serenade de Scnittke, y cada instrumentista del TAC interpretó solos de gran dificultad técnica y musical. Las Dix marches pour raler la victoire, de Mauricio Kagel, se tocaron salpicadas entre el resto del programa; las dos primeras, antes del monólogo de presentación. La obra tiene un carácter esencialmente humorístico y su ironía, rayana por momentos en el sarcasmo, provoca sonrisas e incluso risas que el público contiene más de lo debido: la rigidez del rito del concierto de música clásica aún impera, incluso en detrimento de la intención del autor.
Álex Salgueiro estuvo sobresaliente en Dead Elvis, de Daugherty. Si musicalmente mostró su altísimo nivel técnico e interpretativo, su caracterización y actuación como Presley fue desternillante ya desde el vídeo de presentación, demostrando la perfecta compatibilidad de la música con el humor.
La introducción inicial de Carlos Blanco estuvo llena de sorna en texto y gesto. No dejó títere con cabeza y fueron blanco de sus sutiles dardos su propio trabajo (“voy a Madrid; a los actores galegos nos contratan allí porque nos morimos muy bien… y muy barato”); desde el tamaño de las tapas servidas en Os seráns a los políticos (“si queréis comer, traed el tupper, como el presi”). Y, por supuesto, el repertorio programado, con su malévola alusión al deseo de Kagel de que sus Dix marches no se tocaran seguidas o una versión electrónica de Para Elisa de Beethoven desde un megáfono, “lo único que vais a entender”. Fue el inicio de una velada realmente desopilante, de la que se salió con una sensación, incluso física, de bienestar. Algo muy de agradecer, realmente, en estos tiempos de tribulación.
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