Madrid se amplifica
Cada vez más artistas optan por romper las fronteras Para los consagrados, dirigir su carrera hacia el extranjeros puede significar un paso adelante Para los principiantes, el circuito internacional es una forma de conseguir reconocimiento
Estás en la barra de un garito de Toronto aunque seas del barrio de Puntales de Cádiz. Acabas de dar un concierto con tu grupo. Entonces por la puerta entra el Esteban, percusionista con el que grabaste un disco hace seis años cuando te instalaste en Madrid.
—Quillo, Esteban, ¿qué haces aquí?
—¿Andrés? Pues he venido con mi grupo a tocar. ¿Y tú?
—Yo he venido con el mío.
Son cosas que ocurren si te dedicas al rock en Madrid: que para evitar morir del asco puedes despertarte cualquier día en Canadá. La banda de Andrés Duende, Eldorado, presenta nuevo disco el 2 de junio en Madrid, pero ya se ha apresurado a cerrar fechas en EE UU para volver a norteamérica este verano. Han llegado a la conclusión de que su mercado es ése. Comienzan a sonar en radios, y en 2010 ganaron dos votaciones populares en los Premios Independientes de la Música (mejor canción y álbum hard rock). Mientras, en casa los rodea el vacío.
Hace cinco años comenzaron grabando en español. Un mes antes de entrar al estudio para el segundo disco, a Natalia Talayero, su mánager, se le ocurrió pedirle al cantante, Jesús, que probara a hacer versiones en inglés de los temas. Al principio se resistió, pero luego le atrajo la posibilidad de crearle un reverso a cada tema original, historias paralelas a las que contaba en las versiones castellanas. “Al final es como hacer dos discos”, cuenta Jesús sentado en su local de ensayo a 100 metros del Manzanares. En EE UU tienen un pequeño sello pero ahora están negociando con otro mayor para saltar a la gran distribución. La estrategia no les sale barata: billetes, visados, estancia… Solo empezar a discutir de cada viaje les cuesta 8.000 euros. Pero saben que es la única forma de conseguir proyección. “Allí ya nos tienen en consideración”, cuenta el bajista, César, “pero aquí hacen festivales de rock y llaman a cualquier extranjero antes que a nosotros”.
La sensación de que te miran con mejores ojos fuera de casa que dentro no es una paranoia privativa de rockeros. Muchos músicos madrileños de estilos minoritarios han comprobado que el extranjero puede ser para ellos tanto un trampolín como una casa muy confortable. La primera vez que Pional, uno de los músicos emergentes en la electrónica nacional, actuó en directo, fue en Dinamarca. En el extranjero ha tocado una veintena de veces, frente a cinco en España. Alabado por la exigente revista especializada Pitchfork y pinchado por gurús musicales como Holden o James Murphy (LCD Soundsystem), Pional ha llegado a la conclusión de que, a veces, que te escuchen en el extranjero es la mejor forma de que se fijen en ti en tu país. “Ha sido por la mezcla de dos cosas: que cuando empecé casi no había prensa especializada en electrónica en España, y que mi sello (Hivern) tiene más pegada fuera que dentro”, explica. Ahora sigue con la estrategia de buscar en el extranjero. “A mí me motiva más que me reclamen en Bélgica que volver a tocar en Madrid, y además los sellos han visto que funciona porque, aunque va cambiando, la gente sigue pensando que lo que mola en el extranjero es mejor”.
El truco de decir que uno es superventas en Miami es tan viejo como las listas de ventas, e históricamente ha servido para que mucho intérprete impresentable argumente una supuesta valía artística que se le niega en casa por culpa de la tan trillada excusa de la envidia española. Sin embargo, gracias a la difusión que ofrece Internet, es innegable que ahora el mercado se abre y se multiplican los casos de músicos que consiguen en el otro extremo del mapamundi el primer reconocimiento. Un caso ejemplar es el de Depedro. El compositor ha establecido una fructífera relación con la banda estadounidense Calexico. De hecho, anteayer aterrizó en su fortaleza de Tucson, Arizona, para grabar su próximo trabajo. Su sonido se ha ido forjando a la sombra del rock fronterizo de sus anfitriones, y a menudo comparte escenario con ellos como guitarra.
Figuras asentadas también se van acercando al extranjero. Es el caso de Lourdes Hernández, Russian Red, que ha elegido jugar a hermana pequeña en el circuito anglosajón en lugar de ejercer de artista consagrada en casa. Asegura que más por razones creativas que comerciales. “Allí tienen otra forma de hacer las cosas”, dice. Su segundo disco se gestó en Glasgow con el productor y músicos de Belle and Sebastian. “Yo creo mucho en la energía de los sitios y de la gente. Ya había grabado en Madrid y quería probar en otra parte", explica la cantante, que toca el 6 de julio en el Circo Price. "Creo que aquí puedes alcanzar cierto nivel, pero luego hace falta salir”. Lourdes piensa que en casa “a veces se choca contra el mundo: hay cierta falta de libertad para permitirse crear”.
Dejando fuera el flamenco, España no es un exportador tradicional de música. Contra todo pronóstico, uno de los primeros grupos en romper con este deficiente balance comercial fue Ska-P. En unos meses los vallecanos saltaron de las casas okupadas del barrio a cabezas de cartel en festivales de toda Europa. Sin estrategia comercial ni ínfulas. “Fue como una mancha que se extiende”, cuenta Pulpul, cantante de la banda. “Después de El vals del obrero empezaron a llamarnos del sur de Francia; de ahí a París, Berlín… Hasta tocar delante de 20.000 personas en Italia”. Tras un parón, a su vuelta se han encontrado con que conservan el tirón. Ahora los reclaman para tocar en la convulsa Grecia. Sorprende el éxito internacional de un grupo para el que las letras son vitales. “La gente que va a vernos fuera es de nuestro rollo: asociaciones, colectivos alternativos… Pero entendernos no nos entienden, y el ska no lo inventamos nosotros. Supongo que es por nuestro estilo festivo: se nota que nos entregamos”. Al preguntarle por otros grupos que funcionan en el extranjero, sorprende su respuesta. “En Rusia flipan con Raphael, y en América Latina con La Polla”.
La agencia de contratación madrileña Artica, división de la discográfica Mushroom Pillow, está detrás del éxito en el extranjero de bandas españolas con un perfil algo distinto al de Linares, como Delorean o El Columpio Asesino. El truco, aseguran, es contar con un departamento orientado a trabajar con el extranjero. “No hay mucha gente que estudie cómo hacer las cosas fuera, con quién hay que estar en contacto, con qué plazos funcionan”, cuentan. Por ejemplo, en Reino Unido ya han visto que hacen falta dos meses para desarrollar la promoción de cada trabajo, por lo que hay que avisar con esa anticipación a los medios, no como en España, donde se lanza y promociona la misma semana. “Cada país tiene cosas, y hay que adaptarse”, dicen.
La agencia sostiene que hay que estudiar las posibilidades de cada banda en todos los mercados. Es la misma teoría de Juan Santaner, tour manager de Christina Rosenvinge, Nacho Vegas o Lüger. “Nacho funciona muy bien en México por su iconografía y sus letras”, cuenta. Santaner cree que, ante la difícil situación en España hay que buscar salidas como sea. México, Argentina, Chile o Colombia le parecen las salidas naturales para música en castellano. Si no, cree que hay que apostar por proyectos con personalidad, “porque cantar en inglés y venderle rock a los que hacen el mejor rock no funciona”. Por eso apuesta por grupos como Lüger, con una estética propia, potente.
Mientras tanto, en el extranjero comienzan a organizarse eventos alrededor de grupos españoles. En Alemania, Igor López coordina la Spanish Rock Invasion, un festival que cumple ya tres ediciones. “Al principio llevábamos a garajeros, rock de los 50, surf o retro”, cuenta desde Berlín. “Al ser escenas pequeñas, en todas partes saben qué están haciendo dentro de su estilo en otros países”, dice, “así que funciona”. Este año introdujeron en el cartel grupos indies y le parece más difícil. “Es el nuevo mainstream: los indies alemanes ya tienen a los suyos y no necesitan a los españoles. Además, los punks tienen tradición de coger una furgo e irse a tocar por dos duros; proponle eso a un indie”. En cualquier caso, Igor reconoce que las subvenciones le resultan imprescindibles para sobrevivir. “Si no fuera por las embajadas y asociaciones de autores, no habría música española en el extranjero”. En su festival la mitad del público es alemán y no solo españoles de Erasmus, lo cual al menos habla de cierta penetración. En otro evento similar, el ciclo Rock Sin Subtítulos, en Reino Unido, su organizador, Álvaro Ruiz, cuenta que viven de la mezcla de españoles que residen en el extranjero y de españoles que deciden hacer una escapada de fin de semana a Londres para ver a un grupo que les interesa. Uno de sus éxitos ha sido una actuación de Vetusta Morla con 2.500 asistentes. “Es un primer paso para llegar al público y la crítica de fuera”, explica. “A España han venido muchos estadounidenses solo para ver a compatriotas suyos, y luego han acabado siendo famosos”, opina. Ruiz también apuesta por buscar una identidad propia para llamar la atención en el extranjero.
Eso es lo que hace la madrileña Linda Mirada: una personal mezcla de sintetizadores y voz femenina. Hace unos días le llegó una foto de un stand de una tienda japonesa lleno de discos suyos. “Cuando la vi, flipé. No es que haya apostado por Japón, sino que allí surgió un sello que me propuso distribuirme. Tal como están las cosas, quién dice que no a una salida así”.
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