Una muestra revisa la obra gráfica de Tàpies a través de 40 piezas

Una exposición inaugurada en San Sebastián repasa a través de 40 piezas la obra gráfica de Antoni Tàpies, fallecido el pasado 6 de febrero a los 88 años y considerado el artista español más relevante de la segunda mitad del siglo XX.

La muestra, que se celebra en tres lugares de la ciudad —las casas de cultura de Okendo, Aiete y Ernest Lluch—, ha sido presentada esta mañana en una rueda de prensa en la capital donostiarra por su comisaria, Antonella Montinaro. Su objetivo es ofrecer una visión didáctica de la obra gráfica del autor catalán. Las 40 obras seleccionadas para la muestra, realizadas en su mayoría entre la década de los setenta y finales de los noventa, permiten un acercamiento a un autor cuya obra gráfica se asemeja en gran medida a su producción pictórica y escultórica. De esta manera, las litografías expuestas se salpican de sus característicos trazos y escrituras, de cruces y números, todo ello en tonos ocres, grises, negros y rojos.

La comisaria ha insistido en que se trata de una única muestra, aunque dividida en tres temáticas y espacios y respectivamente tituladas Tàpies grabador (Okendo), Los objetos cotidianos (Aiete) y La escritura (Ernest Lluch).

El grueso de la obra se ubica en la casa de cultura de Okendo, donde se han instalado 24 piezas, algunas emblemáticas como Oval gris (1987), que podrán visitarse hasta el próximo 30 de junio.

También hoy se abrirán las puertas de la muestra que acogerá hasta el 4 de julio la casa de cultura de Aiete, que recoge una quincena de trabajos vinculados a los objetos usuales que el artista llevó a sus litografías en forma de tijeras, sillas, prendas de vestir, muebles, trozos de cuerda e incluso bodegones.

Por último, en la casa de cultura Ernest Lluch, entre el 2 y el 28 de julio próximos, se celebrará la tercera parte de esta exposición, centrada en los "mensajes secretos" de la escritura en la obra del autor, que utiliza como motivo recurrente la combinación de la A con la T, que pueden entenderse como letras independientes, como las iniciales de su nombre y el de su esposa, Teresa, o como su marca artística.

El objetivo es acercar a los espectadores a la trayectoria de un creador polifacético y un "hombre culto", quien, según Montinaro, no puede entenderse ajeno al momento histórico que le tocó vivir y a su gran vinculación con las vanguardias históricas europeas, influenciadas por el sentimiento posterior a la Segunda Guerra Mundial.