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Raúl llevaba 10 años muerto

Una familia del distrito de Villaverde descubre ahora que su allegado falleció al día siguiente de su desaparición, en octubre de 2001

F. Javier Barroso
Las hermanas de Raúl Casero del Amo, ante su tumba.
Las hermanas de Raúl Casero del Amo, ante su tumba.CRISTÓBAL MANUEL

Maribel y Ángeles se abrazan en el cementerio de Carabanchel. Las dos hermanas se echan a llorar. Están justo delante de una tumba que carece de inscripción alguna. Justo ahí abajo, permanece enterrado su hermano, Raúl Casero del Amo, de 26 años. Hace unos 15 días que les llamó la Guardia Civil y les dijo que su familiar había fallecido a las pocas horas de haber desaparecido. Ahora todo son preguntas sobre lo que ocurrió y por qué nadie les avisó de Raúl había muerto. “Nos da por pensar que alguien ha querido tapar algo”, asegura Maribel.

La tumba se encuentra en la parte antigua del cementerio. Se trata de un enterramiento colectivo que pagó el Ayuntamiento de Madrid en su momento. “¡Qué pena! ¡Qué pena!” afirman las dos, mientras casi no pueden articular palabra. Es la primera vez que acuden a la sepultura tras recibir la noticia de que su hermano estaba muerto.

La última vez que Raúl Casero fue visto con vida ocurrió la tarde del 6 de octubre de 2001. Regresaba a casa de sus padres, en Villaverde Bajo, con los que vivía. Había salido con los amigos y tenía que volver a cenar. Pero no lo hizo. Este joven, que había trabajado limpiando trenes en la estación de Chamartín, se encontraba entonces en paro. “Intentamos denunciar su desaparición al día siguiente, pero no nos dejaron. Como se trataba de un adulto, tenían que pasar al menos 48 horas. Pero sabíamos que algo no iba bien cuando era el cumpleaños de mi hija y no fue a celebración”, explica Maribel. La denuncia la presentaron en la comisaría de Puente de Vallecas. Allí entregaron hasta una foto y una descripción completa: “Estatura: 1,83; complexión delgada, ojos marrones, pelo negro rizado y corto. Vestía pantalones vaqueros y una cazadora del chándal con las letras NB”. A ello se añadieron dos detalles importantes: tenía un tatuaje en el brazo izquierdo (un corazón con una R) y una escayola en el mismo antebrazo.

Durante todo este tiempo, la familia recorrió todos los albergues de la región y hasta poblados chabolistas donde se vendía droga, como Las Barranquillas. “Todo el mundo lo había visto el día anterior o hacía poco tiempo, pero nadie nos podía decir cuál era su paradero real”, añade Ángeles. También se han visto muy ayudados por la asociación Sosdesaparecidos. “Incluso nos llamó un policía y nos dijo que había hablado con él y que le había dicho que era mayor de edad y que no quería saber nada de su familia. Ahora nos damos cuenta de cómo nos han engañado”, añade la hermana.

“Estos años han sido muy duros. Siempre nos daba pensar que, si hacía frío o llovía, como lo estaría pasando él, que dónde estaría metido y con quién andaría. Ha habido fechas muy malas como las Navidades o como sus cumpleaños”, reconoce Maribel.

A las pocas horas

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El final a tanta incertidumbre llegó a las diez de la mañana del pasado 13 de abril. A esa hora, un guardia civil del equipo de Atestados de Leganés llamaba a los padres de Raúl Casero. El agente le comunicó por teléfono que su hijo estaba muerto, que había fallecido a las pocas de la desaparición. La noticia, sin embargo, abría muchos interrogantes que hasta la fecha tienen pocas respuestas.

Según consta en el atestado, Raúl Casero murió atropellado alrededor de las seis de la mañana del 7 de octubre de 2001, en el kilómetro 19,800 de la autovía de circunvalación M-40, en una curva con la velocidad limitada a 80 kilómetros por hora. El cuerpo de la víctima, que iba indocumentada, fue trasladado al Instituto Anatómico Forense (IAF). Allí permaneció cuatro meses, tras lo cual el titular del Juzgado de Instrucción número 11 ordenó su enterramiento al no ser reclamado por ningún familiar o allegado.

Según explicó el guardia civil a los padres de Raúl, el caso se ha descubierto ahora porque el servicio de Criminalística repasó casos antiguos cruzó los datos y comprobó que se trataba de la misma persona. La familia no podía dar crédito de que ese trámite, sencillo como pocos, no se hubiera hecho en octubre de 2001. No conformes con la explicación del instituto armado, la familia acudió al IAF. Allí le enseñaron la fotografía y correspondía sin duda a Raúl. “Estaba magullado y con algunos hematomas, pero como consecuencia del accidente”, reconoce Maribel. También han ido al Juzgado de Instrucción y esperan que en los próximos días les den traslado de todo el expediente. Eso incluye sus efectos personales, como las llaves de la casa y un anillo.

Mientras, fuentes judiciales reconocen que se trata de un error “muy extraño”. “Generalmente se cotejan los datos de los desconocidos que ingresan en el Instituto Anatómico Forense con las denuncias de desaparecidos. Si en este caso no se hizo, algo ha fallado”, destacaron las citadas fuentes, que no descartan que el desfase de unos días entre el accidente y la denuncia motivaran que no se descubriera la identidad.

El cuerpo de Raúl Casero fue exhumado ayer de la fosa pagada por el Ayuntamiento y enterrado en una propiedad de la familia. Se trató de una ceremonia íntima. “Si no nos llegan a avisar y pasan otros dos meses, hubiesen incinerado los restos y jamás habríamos sabido nada de él”, explica Ángeles. “Ahora vamos a ir a por todas. Alguien tiene que explicar qué es lo que ha pasado todo este tiempo o si detrás del accidente ha habido algo más. No creo ni en la justicia ni en la Policía ni en la Guardia Civil. ¿Quién me dice que a mi hermano no lo atropelló alguien importante y lo han tapado hasta ahora cuando ya ha prescrito todo?”, concluye Maribel. Mientras, de lejos, la tumba sin inscripciones ya tiene al menos un nombre. El de Raúl Casero del Amo.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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