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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Duran y el humanismo cristiano

Su escasa eficacia negociadora con el Gobierno de Rajoy (exceptuando un par de indultos) quizás no justifica tanto lujo

Josep Antoni Duran i Lleida, el sexagenario líder de Unió Democràtica de Catalunya, será reelegido con toda probabilidad presidente del comité de gobierno del partido en el 25º Congreso que Unió celebrará en Sitges dentro de quince días. Duran, que lleva casi treinta años al frente de Unió, tiene un control absoluto del partido y es prácticamente imposible que la candidatura alternativa de Josep Maria Vila d’Abadal pueda conseguir la victoria. Los dos candidatos que pugnarán por liderar el partido democratacristiano de Cataluña los próximos cuatro años tienen trayectorias políticas y presentan equipos con perfiles muy diferentes, y defienden ideas y comportamientos contrapuestos.

Vila d’Abadal, que ha denunciado presiones y falta de democracia interna, posee un perfil político eminentemente municipal y actualmente es alcalde de Vic y diputado en el Parlament. En su equipo también cuenta con nombres relacionados con la arena política local y con algunos militantes históricos. Duran, en cambio, presenta una candidatura continuista repleta de personas que ocupan puestos de confianza en distintos niveles de la Administración catalana. Por su parte, Duran es probablemente el político catalán que más cargos ha ocupado gracias a otro partido: CDC. Así, Duran ha sido concejal, teniente de alcalde, director general de la Administración catalana, diputado en el Parlament, diputado europeo, consejero del gobierno de Cataluña y hoy es diputado en el Congreso.

Los proyectos políticos que presentan los dos candidatos difieren en cuestiones muy relevantes. La defensa ideológica de Duran está reflejada en las casi cien páginas de la ponencia única oficial que se presentará en el Congreso. La ponencia contiene pocos cambios y recopila reflexiones sobre la historia del partido, recupera los viejos principios del manifiesto fundacional de 1931 y reitera conceptos de congresos pretéritos con un ligero barniz de actualidad política. Por su parte, las diez páginas que resumen los ejes programáticos de Vila d’Abadal presentan más novedades. El nuevo candidato reclama una nueva cultura política dentro de Unió: más democracia interna, cambios en la toma de decisiones, supresión de la delegación de voto, listas abiertas, limitación de mandatos, menos presidencialismo y separación entre el partido y la actividad institucional. Por otro lado, mientras que en la ponencia oficial no hay ni una sola referencia a la pertenencia al Partido Popular Europeo, Vila d’Abadal denuncia la deriva de este grupo político y sugiere la salida de Unió.

La ponencia oficial presenta graves deficiencias teóricas cuando expone el modelo de Estado que el partido defiende para Cataluña. Por un lado, se habla de Estado confederal en la regulación y gestión de la cultura, la lengua y el derecho propio; por otro lado, de Estado federal en materia económica, financiera y fiscal, y de Estado asimétrico en el resto de ámbitos. Se trata de una entelequia que conllevaría un clamoroso suspenso si se tratara de un examen sobre modelos de Estado. Los delegados serán los que deberán interpretar el sinsentido de la propuesta congresual y decidir si es oportuno presentar un modelo contrario al que acaba de aprobar Convergència. Por su parte, el ideario que defiende Vila d’Abadal considera anticuada y fracasada la defensa de la confederación ibérica y apuesta sin ambages por la independencia de Cataluña y por el Estado propio.

Finalmente, la candidatura de Vila d’Abadal hace una firme e insólita defensa de las actitudes de austeridad en tiempos de crisis. Así, afirma que los dirigentes políticos de Unió deben ser “decorosos en sus comportamientos” y en “la elección de los espacios donde desarrollan sus actividades (sic)”. Duran, sin embargo, sigue instalado en una lujosa suite del Hotel Palace de Madrid sin reconocer que su escasa eficacia negociadora con el gobierno de Rajoy (exceptuando un par de indultos) quizás no justifica tanto lujo, sin pensar en las alarmantes cifras de paro y de nueva pobreza que hay en Cataluña y, sobre todo, sin ser coherente con la ética social del humanismo cristiano que se supone que defiende Unió Democràtica.

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