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Sant Jordi capea la crisis del libro

El humor reconfortante de Eduardo Mendoza y de Jonas Jonasson alegra la Diada, que se fue animando hasta superar levemente las malas cifras de 2011

Miles de personas pasearon, curiosearon y compraron libros y rosas en La Rambla barcelonesa durante la festiva jornada.
Miles de personas pasearon, curiosearon y compraron libros y rosas en La Rambla barcelonesa durante la festiva jornada.MARCEL.LÍ SÀENZ

El miedo al dragón de la crisis era tal que el caballero Sant Jordi salió ayer del envite mejor parado de lo previsto. Ayudado por un tiempo que se debatió entre nubes de tormenta y sol pero que no dejó lluvia, la jornada alcanzó su normalidad más o menos masiva a medida que avanzaba la tarde y terminó con unas ventas que, según los primeros cálculos, superan modestamente los 17 millones de euros, la débil cifra de la Diadade 2011 —castigada por un sábado festivo y lluvioso en plena Semana Santa—, con la que, de entrada, se conformaban los libreros.

El caballero contó con dos escuderos de lujo para superar la situación. Uno se veía venir: El enredo de la bolsa y la vida (Seix Barral), la cuarta entrega del detective loco y sin nombre de Eduardo Mendoza, se convirtió en el libro más vendido en castellano en ficción. Igual la necesidad de ver las cosas de una manera más lúdica en momentos tan difíciles explica que el podio para la ficción en catalán (y el segundo en castellano) fuera también para una novela de humor reconfortante: El abuelo que saltó por la ventana y se largó (Salamanadra; La Campana, en catalán), del sueco Jonas Jonasson. Inmerso en su segunda novela, no pudo viajar a Barcelona, y editores y agente literaria decidieron fichar a un actor para interpretar al personaje centenario, Allan Karlsson, ataviado con un pelele pijama de color rosa y un falso cartucho de dinamita que se hizo notar entre las casetas.

Las memorias de infancia de Rafel Nadal (premio Pla), la novela de Jaume Cabré Jo confesso, la segunda entrega de los episodios nacionales de Almudena Grandes (El lector de Julio Verne) y El prisionero del cielo, de Ruiz Zafón, completaron el podio (véase el cuadro adjunto). Las aventuras de Gerónimo Stilton en la mismísima Diada y la saga de Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, marcaron los hitos en literatura infantil y juvenil.

Los casi 300 autores que en Barcelona firmaban sus ejemplares generaron un sinfín de anécdotas y ratificaron algunas tendencias socioculturales y cívicas.

La nueva geografía de la Diáda

R. M. / C. G.

Se ha ido perfilando en los últimos años, pero ahora se ve clarísimo. El día de Sant Jordi ha establecido su propia geografía: una ruta de los libros que se extiende por la Rambla de Catalunya y el paseo de Gràcia, desde Provença a Casp, plaza de Catalunya, Portal de l’Àngel y La Rambla. Ni un paso más.

Quien vaya a firmar a la Diagonal o a la plaza de Espanya verá menguada tanto su capacidad de convocatoria como mediática. "Veo menos gente en la calle que otros años, aunque yo no me puedo quejar", dijo Pilar Rahola tras firmar en Diagonal, informa José Ángel Montañés.

Esta nueva geografía creada por libreros, lectores y paseantes presenta una sugerente subdivisión temática. En La Rambla, atestada hasta el último milímetro de espacio, abundan casetas de partidos políticos y las apuestas más sorprendentes, aunque también se instala allí alguna librería, como la Negra y Criminal, pero no muchas más.

En el paseo de Gràcia y la Rambla de Catalunya, además de las sólidas librerías La Central, Laie, las dos Casa del Llibre y Alibri, se multiplican las ofertas, desde rosas comestibles a propuestas de movimientos juveniles y ciudadanos de todo tipo, amén de algún que otro partido político.

En la plaza de Catalunya, literatura y más literatura, con las potentes carpas de El Corte Inglés y la FNAC Triangle. Aunque se cuelan, y es inevitable, los mediáticos. Ayer fue el caso de Ana García Obregón y Mario Vaquerizo: este volvió locas a las jóvenes (hubo alguna que hasta le pasó un billete de 20 euros para que se lo dedicara).

Firma... y foto. Mendoza, estoico, fue una de las víctimas de un fenómeno al alza: los lectores, armados de móviles o cámaras digitales, ya no se conforman con la firma. No solo piden una foto del autor, sino retratarse con él. “Es el día del libro, no de la foto”, afirmó algo incómodo el escritor ante sus pertinaces admiradores.

“Entre esto, gente por detrás y que hay que cortar la cola en algún momento para ir a otro sitio, esto se hace incómodo”, admitía el escritor, cuya guardia de corps editorial pidió ver el billete de ida a Menorca para horas después de una joven que, con ese argumento, pedía fuera de lugar una firma de Mendoza. Más grave fue lo de Pilar Rahola, que se dejó inmortalizar con la caniche de una de sus lectoras, que prefirió que quedara inmortalizada su mascota antes que ella misma. Palahniuk y Federico Moccia demostraron estar más avezados en la práctica: eran ellos los que rodeaban con los brazos, sin complejo alguno, a sus fans.

El club de Palahniuk. Quizá para animar a los compradores, las editoriales no han reparado en gastos y han llevado a firmar libros en Barcelona a autores no solo de toda España, sino a algunos de los extranjeros más potentes de sus catálogos.

Chuck Palahniuk, inolvidable autor de El club de la lucha, fue el paradigma del extranjero firmante. “¿Se puede poner ‘a mi rosa favorita’ a un hombre?”, preguntaba sobre una de las frases en castellano y catalán que se hizo traducir, prescindiendo de su adecuación, como era “el meu favorit petoner”. Dando la mano, besando a todo quien se lo pidió, el autor de Al desnudo alargó en más de una hora las cuatro que dedicó a firmar con rotulador negro y caracoleando el final de su apellido. Profesional hasta el final.

El hispanista Paul Preston, ya un veterano, conoce todos los trucos. Firmó ejemplares de El holocausto español (Debate). Los que han viajado a Barcelona por primera vez han quedado estupefactos y emocionados por la fiesta libresca.

La sueca Mari Jungstedt saludó en catalán al llegar a la primera cita, la del hotel Regina. “Estic molt contenta d’estar a Barcelona”. Habla un castellano estupendo, que aprendió en el instituto. “La fiesta de la rosa y el libro es una experiencia fantástica, una tradición que no tenemos en Suecia”. Jungstedt es, con Asa Larsson y Camilla Läckberg, una de las tres chicas de oro de la novela negra sueca. Ambienta sus novelas en la isla de Gotland, junto al mar Báltico. Dedicó ejemplares de Una matinada inquietant (Columna y Maeva en castellano), la quinta entrega de su serie protagoniza por el comisario Knutas y el periodista Johan Berg. “Escribo cada historia como una aventura independiente”.

“Lo mejor de todo es estar rodeado de personas a las que les gustan los libros”, afirmó el estadounidense John Verdon. “Tanto por los colegas que están junto a mí como por los lectores que me piden una dedicatoria”. Verdon firmó ejemplares de sus dos libros, Sé lo que estás pensando y No abras los ojos, ambos en Roca Editorial, que publicará en junio la tercera aventura del detective David Gurney, Deja en paz al diablo.

Los italianos Maurizio de Giovanni (El invierno del comisario Ricciardi, Lumen y La Campana en catalán) y Andrea Molesini (Entre enemigos, Lumen) llegaron con el ya conocido como el barco de los italianos. “Tutto è bellissimo. Estamos encantantados. Ya nos gustaría tener un Sant Jordi en Italia”.

Sarah Lark, una de las mejores exponentes del subgénero landscape, autora de La canción de los maoríes y En el país de la nube blanca (Edicions B), mostró la misma felicidad. “Muy agradecida y sorprendida por mi primer Sant Jordi”, firmó en el libro de honor de Casa del Llibre

Christopher Paolini, que empezó a escribir Eragon a los 15 años, firmó ejemplares de su serie (Eldest, Brisingr, El legado, publicados por Roca Editorial). Conoce la leyenda de Sant Jordi que mató al dragón. “Los lectores pueden comprobar en mis libros que también hay dragones buenos. Me lo estoy pasando muy bien”.

Colas de todo tipo. En la plaza de Catalunya hubo momentos en que se vivió una auténtica locura. Por ejemplo, cuando se juntaron las colas de los autores en las carpas de El Corte Inglés con la de los extranjeros que esperaban el Bus Turístic. Un poco más abajo, en el Portal de l’Àngel, una cola insospechada desconcertó a los sagaces lectores. ¿Quién firmaba en esa pequeña carpa descolgada? Nadie. Era de la compañía Adolfo Domínguez: regalaban rosas y una muestra de perfume.

Hay gentes de letras que requieren números... los que se han de dar a la multitud de fans que piden sus autógrafos. Les ocurrió a Carlos Ruiz Zafón y a Federico Moccia, que necesitaron carpa propia ante las cerca de 200 personas que llegaron, en algunos momentos, a esperar su turno. También media hora antes se daba tanda para los libros de Eduardo Punset, en parte él mismo generador de esas esperas. “Es el único día que puedo dedicar a mis lectores, de los que aprendo todo; veo lo que les pasa por dentro, recibo inputs de mis lectores. Lo que me dicen lo contrasto con el conocimiento científico que hemos heredado y elaboro mis conclusiones”, aseguraba.

“Resignación: es un acto de obediencia al editor y de responsabilidad con tus lectores; divertido, pero pesado”, admitía sobre las firmas otro de los triunfadores de la jornada, Jaume Cabré, que 34 semanas después mantiene su Jo confesso bien vivo. “¿Lo dejamos ya?”, le decían desde Proa tras la hora cumplida. “Ni hablar, lo acabamos”, defendió el autor de dedicatoria fluida a sus admiradores, tenaces en la cola. La profesionalidad le llevó a firmar una hora más y ya camino de la merienda más que de la comida.

A pequeña escala, el fenómeno Aleix Saló (Simiocracia) conseguía dibujar sus populares monos, firmar, posar y atender a los periodistas armado con seis rotuladores. Enrique Vila-Matas no generaba tanta cola, pero durante buena parte de la mañana fue a rebufo de las de Mendoza. “Siempre va bien”, admitía antes de dibujar su clásica silueta con sombrero y, en un caso, preguntar insistente a su admirador: “¿Francesco qué?”. Desfecho el entuerto: creía que era uno que, con tal nombre, le incordia en Internet. “Antes Sant Jordi era más anárquico y divertido; ahora esta todo muy parcelado; es menos auténtico, vamos”. Los tiempos, ya se sabe.

Los más vendidos

Ficción castellano.
1.- El enredo de la bolsa y la vida
(Seix Barral), de Eduardo Mendoza
2.- El abuelo que saltó por la ventana y se largó
(Salamandra), de Jonas Jonasson
3.- El lector de Julio Verne (Tusquets), de Almudena Grandes
4.- El prisionero del cielo (Planeta), de Carlos Ruiz Zafón
5.- Las horas distantes (Suma de Letras), de Kate Morton

No ficción castellano.
1.- Más allá del crash (Los Libros del Lince), de Santiago Niño Becerra
2.- La comida de la familia (RBA), de Ferran Adrià
3.- La soledad de la reina: Sofía, una vida (La Esfera de los Libros), de Pilar Eyre
4.- El arte de no amargarse la vida (Oniro), de Rafael Santandreu
5.- Haciendo majaradas, diciendo tonterías (Espasa), de Mario Vaquerizo

Ficción catalán.
1.- L'avi de 100 anys que va es va escapar per la finestra (La Campana), de Jonas Jonasson
2.- Quan érem feliços (Destino), de Rafel Nadal *
3.- Memòria d'uns ulls pintats (Empúries), de Lluís Llach
4.- Jo confesso (Proa), de Jaume Cabré
5.- La dona veloç (Planeta), de Imma Monsó

No ficción catalán.
1.- Memòries III: De la bonança a un repte nou (1993-2011) (Proa), de Jordi Pujol
2.- El menjar de la família (La Magrana), de Ferran Adrià
3.- Viatge a l'optimisme (Destino), de Eduard Punset
4.- Fago (La Campana), de Carles Porta
5.- Diguem prou! (Angle), de Arcadi Oliveres

* El Gremio de Libreros considera que este libro es un título de no ficción pero lo mantiene en ficción porque así lo hace su editorial.

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