Espejito mágico
Españoles, franceses, italianos o griegos no pueden estar orgullosos de su imagen porque han aceptado que el beneficio de los mercados sea el maleficio de los ciudadanos europeos
Sarkozy, en un alarde de conocimiento geográfico, repite una y otra vez que Francia ni es ni debe ser como España. A su vez, España afirma rotundamente que no es Grecia. Creo que Italia tampoco quiere ser como algunos otros. Alemania no dice nada porque es incomparable. Y así regresa el rancio valor del orgullo nacional, que ya pensábamos que andaba perdido en la noche de los tiempos, produciendo un desfile de modelos a la caza de premio. Como en el viejo cuento, cada país pregunta a los mercados: espejo, espejito mágico, ¿quién es la más guapa entre todas las naciones? Pues mira, más que unas pero menos que otras. Gestos de rabia, sapos y culebras por la boca y el lío ya está montado. Resulta sorprendente, pero son como niños leyendo cuentos de hadas, salvo que cada pregunta al espejo nos cuesta unos cuantos millones de euros.
En Valencia ya no hay espejo que nos mire a la cara, se rompió en mil pedazos hace tiempo y cada uno refleja la cara de un pretendiente, como si fuera un interminable desfile de modelos entre políticos. No hay forma de saber quién es más guapo ni retener la cara de uno sin que se mezcle con el trozo de otro. Así no hay quien gane, perdemos todos.
Por eso aplaudo la declaración del ministro Guindos, lanzada a la cara de esos otros países, diciendo que España puede ser tan hermosa y esbelta, casi hasta la anorexia, como cualquier otra. Para demostrarlo anuncia más cirugía, reformas en educación y sanidad para racionalizar el gasto de las comunidades. Eso de racionalizar tiene, al menos, dos significados. Puede entenderse, aproximadamente, como aplicar la lógica a algo que está vivo hasta dejarlo seco. Pero también tiene una acepción psicoanalítica, un mecanismo de defensa que consiste en argumentar y justificar acciones para no enfrentarse a sentimientos, ansiedades y culpas insoportables.
Es igual, la educación está ya tan reformada y manoseada que no se reconocería ni ante un espejo mágico
Posiblemente Guindos se refiere a una mezcla inteligente de ambas cosas. Es igual, la educación está ya tan reformada y manoseada que no se reconocería ni ante un espejo mágico, por eso las encuestas oficiales nos orientan sobre lo que opinamos, a saber, que los alumnos se esfuerzan poco y los profesores no están motivados. Un acierto eso de las encuestas, seguro, igual que las predicciones que hacen de los resultados electorales. En sanidad debe pasar lo mismo, más o menos, los enfermos se esfuerzan poco en curarse, son unos vagos y así les va, y los médicos, laboratorios y farmacéuticas están poco motivados. Hay que reformarlos a todos para salvar la educación y la sanidad.
El final del cuento está claro. Guapos o feos, españoles, franceses, italianos o griegos, es lo mismo, carece de importancia, no tienen ninguna razón para estar orgullosos de su imagen, porque en todos los casos han aceptado que el beneficio de los mercados globales sea el maleficio de los ciudadanos europeos. Pura magia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.