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“Mezclar clásico y contemporáneo no es flamenco”

Farruquito llega al teatro Compac Gran Vía de Madrid con el espectáculo 'Baile Flamenco', en una producción más madura del bailaor

Farruquito posa en el teatro Compac de Madrid
Farruquito posa en el teatro Compac de MadridLUIS SEVILLANO

El baile flamenco es una parcela poderosa en constante evolución. Arte moderno y contemporáneo donde las figuras masculinas han sido, junto a algunas mujeres de excepción (Carmen Amaya a la cabeza), sus inveterados emblemas.

El baile teatral flamenco se ha diversificado y demuestra su vitalidad en la variedad de vertientes que conviven hoy. La llegada al Teatro Compac Gran Via de un Farruquito triunfante, acompañado de su compañía y de una producción madura (ya estuvo en este escenario en una primera versión), es buena ocasión para analizar el panorama.

Farruquito

  • Baile Flamenco. Compañía Farruquito.
  • Teatro Compac Gran Vía.
  • Del 5 al 22 de abril, jueves y viernes a las 20,30; sábados y domingos, 19.00.
  • Entradas desde 25 euros.

Farruquito es la principal figura del espectáculo Baile Flamenco, además de ser director artístico y coreógrafo. Ha madurado Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito (Sevilla, 1982), volando y con contratiempo, seguido fanáticamente por unos y fustigado por otros. Es el eje de una saga gitana de arte jondo que se perpetúa en los nuevos brotes de su sangre. Y la verdad es que fascina al público, sea entendido o no. Farruquito es hijo del cantaor Juan Fernández Flores, El Moreno, y de la bailaora Rosario Montoya Manzano, La Farruca. Y así, en ese excepcional caldo de cultivo, se convierte en depositario y heredero de una peculiar escuela fundada por Farruco, su abuelo, una leyenda, que murió cuando él tenía 15 años y a partir de entonces fue cabeza de cartel y del clan familiar.

Farruquito debutó en Broadway con apenas cinco años en un cartel con legendarias estrellas del flamenco, algunas de su familia. No había botos para sus pequeños y ya veloces pies, había que fabricárselos a medida. Hoy son piezas del museo ideal del arte flamenco. Farruquito despuntó pronto y bien. Demostraba ya adolescente una concentración fuera de serie. Su nómina de espectáculos no es muy amplia, pero con dos ha recorrido el planeta: Alma vieja (Sevilla, 2003) y Puro Farruquito (2008) donde terminó de dibujar su estela. Este Baile Flamenco es una reafirmación de su estilo. No ha hecho grandes cambios desde que se estrenó. “Solo hemos introducido cosas y mejorado las que no nos gustaban”, dice.

Ha madurado lo suyo en estos años donde ha debido bregar con avatares diversos. Con altibajos que van desde la cárcel (atropelló a un hombre y se dio a la fuga) hasta su mediática boda gitana. Para el público de arte flamenco, su asentamiento, su clase y su poder estético han podido con las inclemencias. Baile Flamenco quiere fungir de carta de presentación de un nuevo artista, acompañado del ya habitual elenco familiar enriquecido de otros importantes músicos y cantantes flamencos, entre ellos, Luis Amador, de Pata Negra, en la percusión.

Farruquito ha elaborado un programa de carácter antológico. Abunda en las piezas propias, como los Fandangos de su Majestad (1997), continúa con la Soleá (2000), y se resume, en cierto sentido, con la Farruca del espectáculo Alma vieja (2003). Es su ya clásico zapateado, uno de los bailes que han marcado su fuerte personalidad escénica, el broche personal. En el baile le acompañan Barullo (Juan Fernández Montoya), Polito (Antonio Moreno Fernández, Gema Agarrado y La Sentío (Irene Bazzini).

El término fusión es uno de los más trajinados y discutidos desde hace años. Farruquito es en esto también diáfano: “Pienso que lo que se haga debe estar bien hecho. No me digo que soy purista ni de los de la fusión. Hay gente que mezcla con el contemporáneo, el clásico y otras disciplinas. Me parece bien. Pero eso no es el flamenco. Hay que tener muy claro el concepto de la tradición”.

Farruquito, pletórico porque espera su primer hijo, ha sido un observador atento de lo que pasa a su alrededor desde muy joven. Se ha sentado en el patio de butacas a ver otros artistas influyentes hoy como Joaquín Cortés o Israel Galván. “Ellos tienen otro camino, pero no es el flamenco. Aunque en el programa de mano ponga seguirilla o farruca lo que después se ve en el escenario es otra cosa. Galván no es un artista flamenco, aunque su padre lo fuera; Cortés viene directamente del clásico. Ahí está la confusión, no en ellos, sino en el concepto, y en el público, que debe cultivarse también en lo verdadero”, opina.

Con los más pequeños de la saga, estamos ante la cuarta promoción y acaso la tercera generación familiar si somos estrictamente cronológicos. “Todos los grandes han sido mis maestros. La verdad es que sigo aprendiendo siempre. No doy nombres por respeto, pero la calidad es básica en el aprendizaje. Es absurdo imitar. Aprendí de mi abuelo, pero no lo imito. Él era un genio”. Los flamencos de tradición tienen fama de indisciplinados, pero Farruquito niega tajante: “La disciplina está en la persona, haga lo que haga. No se puede generalizar. Haces lo que te han inculcado y enseñado; después, uno responde a sus intereses, a unos el dinero, a otros el efecto, su baile o el arte verdadero. Si se es disciplinado, habrá recompensa”.

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