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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mutis por el foro

"Todo nos advertía, todo nos abatía, todo perdía su color y el ánimo lo teníamos como la tele: gris oscuro tirando a negro"

Hace varias décadas, cuando llegaba la Semana Santa, el calendario cristiano nos imponía unos días de recogimiento y silencio. De casa no se salía salvo para acudir a las procesiones y oficios religiosos. Los espectáculos públicos suspendían sus actividades y la televisión adaptaba los programas al luto oficial. Escuchábamos la voz solemne de David Cubedo. Todo nos advertía, todo nos abatía, todo perdía su color y el ánimo lo teníamos como la tele: gris oscuro tirando a negro.

Ahora, las cosas no son así. Gracias a los cambios políticos, las prescripciones confesionales no son ineludibles, y por ello las familias que pueden se toman unas vacaciones para disfrutar de placeres antes vedados. Por su parte, los poderes públicos, separados de la Iglesia, ya no están obligados a hacer el duelo cristiano. ¿Es así? ¿Es verdaderamente así?

Acabo de enterarme de la reunión que Benedicto XVI mantuvo el lunes de Semana Santa con unos cuatro mil españoles, en su inmensa mayoría jóvenes que participaron en la JMJ de 2011: es decir, en la Jornada Mundial de la Juventud católica que se celebró en Madrid. Presidía la comitiva el cardenal arzobispo Antonio María Rouco Varela. Por lo que se sabe, el prelado habló brevemente con el pontífice. Según admitió, no le hizo falta gastar más palabras: se entienden tan bien que “Benedicto XVI y yo casi nos hablamos con los ojos”.

De la representación española también formaba parte Ana Botella, que vestía íntegramente de negro (traje de chaqueta, medias y zapatos), según establece el protocolo del Vaticano. Por lo que parece, la actual alcaldesa de Madrid fue más locuaz que el clérigo. “En aquellos días”, dijo Ana Botella recordando el evento católico, “Madrid fue una ciudad alegre, en la que se olvidaron los problemas”. ¿Qué problemas, por Dios? No se contuvo la actual alcaldesa y resaltó con mucho énfasis la figura del pontífice: Benedicto XVI no hace mutis, sino que da “respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano”. Nada menos.

Esas declaraciones me han hecho recordar la visita papal a Valencia. Fue entonces, en 2006, cuando pudimos ver por televisión a Francisco Camps y Rita Barberá tomando la comunión, prosternándose ante el pontífice, hablando copiosamente, rezando el rosario. Por lo que ambos dijeron, Valencia fue igualmente una ciudad alegre, nada gris, en la que se olvidaron los problemas. ¿Qué problemas, por Dios? También aquí el Papa dio respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano. Repito: a las preguntas fundamentales. Las secundarias —entre otras, los caudales que costó la visita— no tuvieron respuesta. Únicamente la sabe Dios, que permanece en silencio, haciendo mutis.

¿Y los demás? Los demás estamos mudos: con el ánimo gris oscuro tirando a negro.

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