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A la espera del insecto

El brote de leishmaniasis en Fuenlabrada no se podrá dar por cerrado hasta que pase el verano y dejen nacer las moscas

Elena G. Sevillano

El brote de leishmaniasis de Fuenlabrada, el mayor conocido hasta ahora en España, pilló desprevenidos a médicos de atención primaria y también a los hospitales de la zona. Un profesional puede llevar décadas de carrera sin haberse enfrentado nunca a un diagnóstico de esta enfermedad parasitaria que se contrae tras la picadura de un insecto, el flebotomo, que previamente ha picado a un animal infectado (llamado reservorio, y que puede ser un perro, un gato, una liebre...). El insecto, también llamado mosca de la arena, actúa como transmisor del parásito, un protozoo del género Leishmania, que pasa a la sangre del nuevo huésped. Una cosa es conocer el mal en los perros, y otra identificar lesiones cutáneas o la fiebre y la inflamación del bazo en personas y asociarlas con la leishmaniasis, enfermedad endémica en España, pero de la que apenas se daban unas decenas de casos al año.

HEBER LONGÁS / EL PAÍS

El brote empezó en julio de 2009, cuando se registraron los primeros síntomas. Pese a ello, ni la Comunidad de Madrid, con competencias en salud pública, ni los ayuntamientos con ciudadanos afectados (Fuenlabrada, Leganés y Getafe) habían informado hasta ahora a la población. La primera reunión con los profesionales del hospital de Fuenlabrada se produjo en abril de 2011, según relató una experta en salud pública de la Consejería de Sanidad en el simposio sobre leishmaniasis celebrado esta semana en Madrid. No se alertó a los de Getafe y Leganés. Varios expertos consultados por EL PAÍS critican la falta de información y la ausencia de protocolos para hacer frente al brote. Una encuesta entre médicos de familia reveló que la mitad de ellos no se sentían capacitados para sospechar una leishmaniasis visceral, la más grave, según una ponencia presentada en el simposio.

La Comunidad de Madrid ha tratado de restar importancia al brote. Paloma Martín, directora general de Ordenación e Inspección, ha llegado a decir que el número de casos es “estable” y que no hay “nada nuevo”. La Consejería de Sanidad se niega a hacer pública información actualizada. El último boletín epidemiológico que se puede consultar data de septiembre pasado, es decir, con seis meses de desfase en los datos. El simposio, organizado por la OMS y el Instituto de Salud Carlos III, ha paliado la falta de transparencia.

Los propios técnicos de la Consejería de Sanidad han cifrado allí en 240 los casos contabilizados hasta ahora en la zona de Fuenlabrada (201), Leganés (26) y Getafe (13). Dos de las cuatro mesas del encuentro científico estuvieron dedicadas al “brote actual” de leishmaniasis en la zona de Fuenlabrada. En toda la Comunidad de Madrid se registraron 15 casos en 2008 y otros 15 en 2009, según los resúmenes anuales de enfermedades de declaración obligatoria que elabora el Servicio de Epidemiología regional.

Paloma Martín, bajo cuya dirección están los servicios de salud pública, ha asegurado esta semana que la enfermedad está “en parámetros normales”, con “cuatro casos” en 2012, lo que atribuye al “fruto de las actuaciones coordinadas entre administraciones”. Lo cierto es que los hospitales siguen diagnosticando pacientes. El periodo de incubación de la leishmaniasis visceral es muy largo, de entre dos y seis meses de media. El periodo de actividad de los flebotomos coincide con el de calor: entre mayo y octubre. El brote estaba activo el verano pasado, y tanto los pacientes de octubre de 2011 como los de marzo de 2012 se infectaron entonces, aunque unos al principio y otros más tarde. El frío acabó con los flebotomos, que mueren en invierno.

Ahora, con el calor, empezarán a nacer otros, quizá hacia finales de abril. Nacen sanos, es decir, sin el parásito. Los insectos tienen que picar a un animal infectado —como las numerosas liebres que habitan en Bosquesur que los expertos de Sanidad han identificado como portadoras— y después picar a una persona para transmitirle la Leishmania. “Aún no sabemos qué pasará este año, y no lo sabremos hasta el otoño que viene”, explica un especialista que pide no ser citado. “Si se lograra acabar con el reservorio [los animales que actúan como huéspedes] se solucionaría el problema y volveríamos poco a poco a las cifras habituales de infección por Leishmania”, prosigue. Por tanto, está por ver si el brote está controlado, como asegura la directora general.

Los técnicos de salud pública de la Comunidad de Madrid relataron en el simposio cómo el “aumento tremendo” de casos les sorprendió. El problema se circunscribía a un área muy pequeña de Madrid, los primeros afectados residían todos en Fuenlabrada, no se trataba de personas con la inmunidad disminuida —en los años noventa, más de la mitad de los casos tenían también infección por VIH—, no habían viajado y no convivían con perros enfermos. Como el principal sospechoso y víctima de la leishmaniasis es el perro, reforzaron los análisis a los animales de la zona. No dieron resultados concluyentes: aparecieron más o menos los mismos ejemplares infectados que otros años. Los propios vecinos afectados por la enfermedad les dieron la pista al mencionar en las encuestas epidemiológicas la gran cantidad de liebres que habitan en Bosquesur. Finalmente se capturaron 138 ejemplares, de las que 40 dieron positivo en Leishmania. La Comunidad de Madrid ha sacrificado las liebres parasitadas, aunque no ha precisado cuántas.

El jefe del programa de leishmaniasis de la OMS, Jorge Alvar, aseguró durante el simposio, del que fue coordinador, que pese a que “la liebre es el eslabón que pone el parásito en contacto con el humano”, al flebotomo habría que ir a buscarlo a las madrigueras de los conejos de la zona. La liebre vive al aire libre, mientras que estos insectos prefieren ambientes húmedos y oscuros como las madrigueras, los vertederos, las grietas profundas en el terreno... “La campaña de desinsectación es correcta, pero a largo plazo habría que reducir los criaderos de flebotomos en las madrigueras de los conejos, bien con el rociamiento selectivo o por destrucción”, añadió.

El brote de Fuenlabrada no ha dejado fallecidos por el momento. De los dos tipos de leishmaniasis, la cutánea y la visceral, y esta última, que afecta a órganos como el bazo y el hígado, puede ser mortal sin tratamiento. Se calcula que más de 50.000 personas mueren cada año en el mundo por esta enfermedad. También en España “sigue muriendo gente por Leishmania”, tal y como aseguró una experta del Centro Nacional de Epidemiología, Luisa Sánchez, durante el simposio. Fueron 13 personas en 2000 y ocho en 2007, el último año del que dio datos. La estancia media en el hospital de los afectados fue de 16,5 días, según los registros.

Los afectados en el brote de Fuenlabrada han sido personas de todas las edades. La leishmaniasis visceral ha afectado a niños de tres meses y a ancianos de 95. Se han dado ocho casos en menores de un año. En cambio, la cutánea ha afectado más a los adultos.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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