El Bizkaia se estrella contra el muro ruso
El equipo de Katsikaris cae (98-71) ante un arrollador CSKA en el primer choque
Al Bizkaia le costó exactamente un segundo calibrar el margen de error existente ante el histórico CSKA. En la primera jugada del choque, que abrió la serie de cinco partidos de cuartos de final de la Euroliga entre ambos conjuntos, una mala decisión defensiva del equipo de Fotos Katsikaris se tradujo en la primera canasta del polifacético Krstic, uno de los jugadores mejor valorados de la competición continental.
Otro par de pérdidas en ataque y un triple de Khryapa pusieron el 15-9 en el marcador, pero el Bizkaia echó mano de su arrojo y determinación y mantuvo bien el tipo gracias a las incursiones de D’or Fischer. También ayudó que Vasileiadis tuvo el día y apuntaló el trabajo vizcaíno desde la línea exterior. Con la asistencia de Hervelle, Jackson y Mumbrú se subieron al vertiginoso ritmo de juego ruso y acortaron distancias, hasta llegar a superar al CSKA en el marcador por la mínima (25-26).
Otro error defensivo se lo puso en bandeja a Shved y un mal pase de Blums dio alas de nuevo a CSKA. A Andrei Kirilenko no le hizo falta mucho más para ahondar en la brecha existente entre los dos equipos. Blums se repuso y Raúl López logró liberarse en parte de la presión a la que tenía sometido la escuadra rusa. Una penetración con palmeo de Kirilenko abrió la espita de la precisión milimétrica del equipo de Jonas Kazlauskas y dejó paso a la creciente ansiedad bilbaína.
El superdotado Teodosic, dotado para puntuar, asistir y liderar, puso el 44-38 en el marcador y Vorontsevich remató el segundo cuarto ante la impotencia del Bizkaia.
Tras el descanso la montaña se les hizo más empinada a los de Katsikaris a medida que el reloj avanzaba. El baile orquestado por Kazlauskas se reveló imposible de seguir por los bilbaínos y las diferencias empezaron a rondar los 25 puntos.
La desesperación empezó a cundir entre los bilbaínos, que vieron el partido alejarse sin remedio ante la enorme calidad del equipo ruso, que tuvo en Gordon a su particular verdugo en el tercer y último cuarto. Para un equipo que rara vez baja los brazos fue difícil darse cuenta de la evidencia, pero ésta resultó siendo aplastante.
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