Los aseos de la plaza Urquinaona ya son historia
Barcelona, ciudad eminentemente turística, es una de las pocas capitales europeas sin baños públicos
Los aseos públicos son desde hace tiempo en Barcelona un recuerdo lejano, de tiempos antiguos, de cuando en la plaza de Catalunya, la de Urquinaona o el Paral·lel los peatones tenían sus mingitorios en los que aliviar la presión de sus vejigas y los ciudadanos podían proceder a sus abluciones semanales o mensuales, porque las bañeras y duchas eran cosa solo de ricos.
Eran épocas de miseria, de sexo furtivo, rápido y perseguido que encontraba salida en estos lugares; encuentros y sitios, los baños públicos, que la sociedad hace años arrumbó al rincón más oscuro de la alacena de los recuerdos. Ayer, el Ayuntamiento de Barcelona inició el derribo de uno de estos espacios, los aseos de la plaza de Urquinaona, que llevaban más de 10 años clausurados. Desde que se cerraron estos equipamientos, en Barcelona —ciudad turística y una de las pocas europeas sin lavabos públicos— su función la asume la iniciativa privada: los bares. Y cuando no, la calle.
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