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crítica | POP | Damien Jurado
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Todos los ángulos de Damien Jurado

El cantautor de Seattle ofrece íntegro su nuevo disco, el poliédrico ‘Maraqopa’, pero también su faceta más risueña

Apareció Damien Jurado por el escenario del Teatro Lara con andares cansinos, se quitó los zapatos sin asomo de rubor y aún permaneció un rato trasteando con el móvil, suponemos que desactivando el sonido. Argumentaría más tarde que en los conciertos le gusta sentirse “como en el salón de su casa”, y la sinceridad de su actitud le honra. Puede que no nos resultara imprescindible familiarizarnos con el color blanco de sus calcetines, pero durante casi dos horas el de Seattle se encargó de mostrarnos todas sus facetas, de suministrar un repertorio magnífico y aderezarlo con una cercanía inusual hacia la audiencia. Por mucho que sus imágenes promocionales siempre nos lo muestren como un tipo cariacontecido, ensimismado, melancólico y proclive al tormento, también hay empatía y hasta risotadas sin control en el universo del autor de ‘Rehearsals for departure’.

Explicó Damien Jurado que interpretaría de forma íntegra y en orden su último trabajo, ‘Maraqopa’, y desde la repleta platea alguien dejó escapar un aullido de satisfacción casi voluptuosa. “Lo hago así porque se trata de un trabajo en su integridad. Nadie contempla un fragmento de una fotografía, sino la imagen completa”, argumentó el artista en un discurso que, de puro elemental y lúcido, sonó casi revolucionario. En estos tiempos de consumo troceado y parcial, imbuidos como estamos en la acelerada cultura del picoteo, conviene que alguien reivindique las unidades de medida. Los amperios, los grados Celsius, el índice Nikkei, el elepé. Fuese conceptual o no, aquel objeto negro y cincelado que conocimos en los tiempos analógicos era algo más que una mera sucesión de canciones.

Hubo un par de estupendos aperitivos acústicos y en solitario, ‘Rachel & Cali’ y ‘Sheets’, antes de que Jurado convocara a sus cuatro compinches y le hincara el diente a sus diez nuevas canciones. No hubo presentaciones específicas, más allá de señalar, ya que estábamos en plena exaltación del vinilo, dónde comenzaban la cara A y cara B. Parece aún demasiado arriesgado catalogar ‘Maraqopa’ como el mejor trabajo de Damien, puesto que suma unos cuantos títulos espléndidos entre sus nueve antecesores, pero sí nos muestra a un personaje más versátil y poliédrico que nunca, un autor que debe ser contemplado desde todas las perspectivas y ni siquiera descarta la posibilidad de resultar adictivo.

Nothing is the news’ invoca en su arranque el ubicuo espíritu de Nick Drake para derivar luego en pura psicodelia, con los teclados ululando, la guitarra eléctrica suspirando y la voz, por momentos, arrollada. Pero lo curioso es que cada nueva pieza aportaba un enfoque diferente de la fotografía global. ‘Life away from the garden’ se ubica, con ese coro que repite cada uno de los versos, en la estela del folk-rock británico. El tema central nos sitúa ante el Neil Young de ‘After the gold rush’: es de una quietud inquietante, sobrecogedora, sin apenas movimiento armónico y con Jurado gimiendo al final de las estrofas. ‘This time next year’ suena más animada, casi fronteriza. ‘Reel to reel’ sorprende con unos teclados galácticos y un bajo solemne, como de bolero. La cara B resulta aún más apoteósica, con la impoluta ‘Working titles’ y esa descarga de rock de los primeros años setenta en la maravillosa ‘Everyone a star’. Y aún queda un colofón de abrumadora belleza luminosa: ‘So on, Nevada’ o ‘Museum of flight’ acabarán en muchas selecciones de carretera.

Jurado pasó casi todo el concierto con los ojos cerrados y el entrecejo prieto, absorto en el ritual de su poesía. Pero no es tan lacónico como sugieren sus portadas o las frecuentes comparaciones con la narrativa de Raymond Carver. Tras la integral de su nuevo álbum aún tuvo tiempo de obsequiarnos con una larga y lisérgica pieza inédita, ‘Horizon’, que Jim Morrison tal vez hubiera aceptado con alborozo. Y hacia el final se marcó dos temas sin amplificación entre las butacas, tronchándose con sus fieles. “Disculpe el olor de mis pies”, le confesó al joven de la primera fila que se encontró con los calcetines blancos a un palmo de la cara. Luego pidió que le encendieran las luces para localizar “una dama hermosa” a la que dedicarle “una triste canción de amor”. Lo dicho: para conocer con detalle al gran Damien Jurado hay que contemplar su personalidad desde todos los ángulos.

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