¿Plan de publicidad?
"Más allá de los recelos que pueda despertar, el plan de competitividad es, en sí mismo, una idea plausible"
El Ayuntamiento de Alicante acaba de anunciar la redacción de un plan de competitividad que ha sido muy bien acogido en la ciudad. En un Alicante zarandeado por la crisis económica, cualquier novedad que se produzca es recibida con los brazos abiertos. El alicantino necesita creer en algo y la presencia del plan le ha proporcionado una ocasión que se ha apresurado a aprovechar. Poco importa que el proyecto apenas pase de un anuncio para que todo el mundo se haya sumado a él de inmediato. Empresarios y hoteleros, comerciantes y sindicatos han querido ver en el plan un remedio para los problemas que aquejan a Alicante. Una de las escasas excepciones a esta opinión general ha sido la del concejal de UPyD, Fernando Llopis. Conocedor directo de cómo se viene gestionando la ciudad día a día, Llopis tiene sus dudas —“dudas razonables”, ha dicho— sobre la verdadera intención del proyecto.
Más allá de los recelos que pueda despertar, el plan de competitividad es, en sí mismo, una idea plausible. En este caso tiene, además, la ventaja de que debe ejecutarse en un plazo determinado. Alicante pretende acceder a los fondos europeos en 2014, y el plan deberá estar listo para esa fecha. Ahora bien, un proyecto como este exige una dedicación que —como sostiene Llopis— no es fácil de percibir en el Ayuntamiento actual. Esa es la gran duda que suscita. Sin una voluntad cierta de llevarlos a término, estos planes no pasan de ser un ejercicio de propaganda, por mucho que los queramos adornar.
Alicante es, posiblemente, la ciudad y la provincia de España que más planes estratégicos tiene elaborados. Son tantos que hemos perdido ya la cuenta. Sin embargo, a día de hoy, ninguno de ellos ha producido el menor efecto. No han servido para nada porque, una vez redactados, obtenida la publicidad y el rendimiento político que sus patrocinadores pretendían, se guardaron en el cajón. Faltó siempre la voluntad —y el dinero— para ejecutarlos. Esto es lo que algunos temen que suceda en esta ocasión.
A la hora de presentar el plan a la prensa, el concejal de Fomento, Carlos Castillo, ha dicho que “el objetivo es disponer de un análisis riguroso de las debilidades y las fortalezas de una ciudad que quiere liderar el crecimiento económico y social de la provincia en el siglo XXI”. Como frase publicitaria, la declaración no está nada mal. Es posible que muchos alicantinos se hayan sentido estimulados al leerla. Ahora, si consideramos la realidad actual de Alicante, habremos de admitir que la aspiración nos queda un tanto grande. Liderar una provincia que cuenta con poblaciones como Elche, Benidorm, Elda o Alcoi, no es una tarea sencilla. Además, cabe preguntarse, si en estos comienzos del siglo XXI todavía tiene sentido pensar en términos de provincia y capitalidad. No parece que sea eso lo que dicen los expertos. Más que hablar de imposibles liderazgos, tal vez habría que hacerlo de vías de colaboración. La fortaleza de Alicante, si es que llega a producirse, será resultado de los intercambios y la complementariedad con las ciudades de su entorno, no del ejercicio de ninguna capitalidad.
Todavía es pronto para saber cuánto hay de realidad y cuánto de propaganda en este plan municipal de competitividad que acaba de presentarse. El tiempo nos dará la respuesta. En todo caso, deberíamos preguntarnos qué posibilidades tiene el proyecto de salir adelante sin la existencia de un buen gobierno municipal. Claro que, de existir ese buen gobierno, es probable que Alicante hubiera prosperado sin necesidad de ningún plan.
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