La vida que perdí
La nueva producción de Solá y Oteyza es un texto inteligente y conmovedor, que aborda un tema sensible desde una perspectiva positiva
Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza han dado por fin en el blanco. Si Por el placer de volver a verla era una obra ternurista para un público ganado de antemano, Antes te gustaba la lluvia, su nueva producción, es un texto inteligente y conmovedor, que aborda un tema sensible desde una perspectiva positiva. Sus protagonistas, un hombre y una mujer jóvenes que llevan doce años sin verse, se reencuentran en una sala de un tanatorio, a la vera del cementerio donde descansa su hijo, cuyos restos han de ser exhumados por un vertido tóxico. Él, abandonó el hogar sin mediar palabra. Ella, no ha podido superar la suma de ambas pérdidas.
Antes te gustaba la lluvia
Autora: Lot Vekemans. Traducción: Ronald Brouwer. Intérpretes: Blanca Oteyza y Sergio Otegui. Dirección: Miguel Ángel Solá. Teatro Fernán Gómez, sala 2. Del 14 de marzo al 8 de abril.
Con un planteamiento que en manos menos expertas desembocaría en el melodrama, Lot Vekemans organiza un combate dialéctico y afectivo entre quién todavía necesita entender lo que pasó, y quién sólo después de muchos años ha conseguido explicárselo a sí mismo. Clara y su ex simbolizan dos maneras de afrontar la vida. Mientras que ella se ha ido cargando de razones para no moverse de su sitio, él se ha abierto camino nuevo. La función obliga a sus intérpretes a recorrer toda la escala emocional, y Miguel Ángel Solá, que debuta en la dirección escénica con muy buen pie, les impele a llevar la procesión por dentro: no hay una nota más alta ni un emoticono fuera de lugar en el trabajo interpretativo de Blanca Oteyza, ni en el de Sergio Otegui, que pasan brillantemente la prueba del algodón de la proximidad extrema del público, en la sala chica del Fernán Gómez. Solá coreografía con delicadeza el ritual del acercamiento intuitivo de la joven, el juego del disimulo de sus verdaderas intenciones, la alternancia de momentos de reserva y de sinceramiento, y todo el sutil repertorio de la comunicación no verbal. Entre tanta afinación, esos dos abrazos últimos que Oteyza y Otegui se dan sólo de cintura para arriba, pudorosamente, suponen una repentina nota disonante en una melodía perfectamente ejecutada.
El título original de la obra, Gif (Veneno, o Tóxico), alude a determinadas actitudes inconscientes que acaban auto emponzoñado la vida. Dice su autora que antes de que la intérprete que lo estrenó en Holanda le explicara que se sentía muy identificada con su papel, Clara le parecía una mujer terrible y enigmática. Bajo la advocación de semejante título y con ese enfoque del protagonista femenino, la comedia podría tener una impronta corrosiva, pero la mirada dialéctica, equidistante entre ambos personajes, que ofrece Solá, es, a la postre, más interesante, porque hace oscilar el fiel de nuestra simpatía entre él y ella, y nos obliga a reevaluarlos constantemente. La versión castellana de Ronald Brauwer suena impecable.
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