David venció a Goliat
Corrida aparatosa de Adolfo Martín pero de escaso contenido David Esteve sorprende y corta una oreja de mucho peso
No hubo un toro de la corrida de Adolfo Martín que brillara en varas. Si acaso, de aprobado raspado, el hermoso quinto. Tres veces acudió ese toro al caballo. En la primera se empleó; en las otras dos lo llevaron más por obligación que por devoción. En la tercera, Javier Castaño lo quiso plantar en el platillo de la plaza para ver qué pasaba. Pasó que el toro caminó cansino hasta llegar al caballo. Error de bulto del torero, que no se sabe lo que vio en el toro para preparar la escena. Los otros cinco toros fueron un fracaso en el primer tercio. Sus hermosas hechuras se oscurecieron demasiado pronto y no dieron ocasión al espectáculo esperado. Poco contenido, en fin, aunque hubo dos toros, tercero y quinto, que tuvieron buen son y calidad. También justos de fuerzas. Se esperaba más de los adolfos, que sin estar cerca del fiasco total tampoco hicieron gala de su fama de duros y complicados.
Se esperaba más de los adolfos,
El guion de la corrida decía una cosa, pero la realidad fue otra. En esta ocasión David -Esteve- venció a Goliat –Adolfo-. Sorpresa, sorpresa. Y casi desde el principio. Nada más abrirse de capa con el engatillado y serio tercero, muy bien hecho también, David Esteve sorprendió. Fácil, templado, con buen gusto, hizo ir y venir muy toreado al toro. Toro de bandera blanca, de embestida cálida; también torero clarividente de ideas. Esteve se abrió con la muleta rodilla en tierra en un comienzo distinguido. Elegante. Solo hubo una serie con la mano izquierda, pero jugando el brazo con soltura y con cierto gusto. Por la derecha se inclinó casi todo el peso de la faena. Muy bien resueltas las series; ora rematando por alto, ora recortando y saliendo andando del embroque. Jugando con inteligencia y recursos de torero despierto. Justa en el tiempo. Ni un pase de más. Al buen toro le ovacionaron en el arrastre. Y David Esteve paseó una oreja muy bien ganada.
El quinto fue el otro toro que salvó el honor ganadero. Espectacular de presencia, cornipaso, y ovacionado al saltar al ruedo. Muy noble también en la muleta. Dejó estar a Javier Castaño cuanto quiso y como quiso, que lo toreó con más oficio que gusto. Labor resolutiva pero opaca; sin brillo. Al natural solo una serie, bien ligada. Con el toro algo venido a menos, la faena acabó cumplidora. Castaño intentó matar a recibir, tiró la muleta en el embroque y la espada acabó siendo escupida por el toro. Y la impresión final de que el toro había merecido más. Hubo premio de oreja, pero premio menor.
Los cuatro toros restantes fueron otra película. Castaño sorteó en segundo turno el toro más violento. Ni por uno ni otro pitón dio facilidades. Buscador también al menor descuido. Castaño no se dejó sorprender. Una lucha la faena; más aparente que real. Y nunca la impresión de que Castaño estuviera en apuros. Muy habilidoso y ligero de pies, solventó la situación casi como si tal cosa. El sexto se frenó con el capote, esperó en banderillas y no puso nada en la muleta. David Esteve se empeñó, porfió y resolvió con dignidad aunque al final sobró faena.
En esta ocasión David -Esteve- venció a Goliat –Adolfo-.
Para José Calvo fue el lote más desagradecido en conjunto. El que abrió plaza, mortecino y flojo, le fue comiendo terreno. Se justificó Calvo en porfía inútil. Una coladita por el pitón izquierdo y un susto al dar uno de pecho, sin hacer nada el toro por coger, enturbió la cosa. El cuarto reculó antes de tomar el primer muletazo. Pareció noblón en principio y también algo tardón por el lado derecho. Por el izquierdo cortó sin disimulo. Calvó dibujó algún derechazo sin rematar ninguna serie. Una voltereta sin consecuencias marcó el camino final de esa faena. Vinieron más apuros y Calvo terminó a merced del toro.
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