1812, lo que no acabamos de saber
Figuras valencianas claves en el período como los hermanos Villanueva, Borull o Sombiela no cuentan con biografías actualizadas o no cuentan con ellas en absoluto
Desgraciadamente durante muchos años el siglo XIX y sus figuras han dormido el sueño de los justos. Por razones diversas, no siempre inocentes, durante la mayor parte del siglo XX ha dominado una imagen negativa, por no decir peyorativa, del XIX español, imagen que ha venido operando como un eficaz disuasor del estudio en extensión y profundidad del período de nuestra historia en el que se ponen no sólo las bases, sino también buena parte de la arquitectura del Estado español contemporáneo. Cuando celebramos el bicentenario de la primera Constitución nacional el renovado interés por el XIX y el abandono progresivo de la imagen negativa de aquella centuria ha comenzado a dar sus frutos. No obstante lo cual siguen siendo mayores la áreas de conocimiento deficiente. Así, por ejemplo, no contamos con un repertorio de biografías de los principales actores políticos del siglo. Pese al reciente rebrote de los estudios biográficos la brillante dedicada a Isabel II que ha realizado Isabel Burdiel sigue siendo una isla de conocimiento, pero una isla entre pocas al fin y al cabo. Por lo que toca a los doceañistas basta con asomarse al repertorio biográfico de los diputados a Cortes Extraordinarias (y las ordinarias de 1813) que recientemente ha editado el Congreso para apercibirse de cuan poco sabemos de los hombres que abrieron la puerta a la revolución liberal. Y eso nos afecta directamente. Figuras valencianas claves en el período como los hermanos Villanueva, Borull , Sombiela o Martínez no cuentan con biografías actualizadas o no cuentan con ellas en absoluto. Si de lo individual pasamos a lo colectivo no existe un estudio sistemático de las respuestas valencianas a la Consulta de Cortes, ni se ha hecho tampoco un estudio sistemático sobre la profusa folletería de la época y sus orientaciones. Cuanto menos la colección de El Fraile merece que se le dedique alguna atención mayor que la que ha tenido hasta la fecha. Tampoco se ha efectuado un estudio detenido sobre el proceso de puesta en planta del Estado diseñado por los doceañistas, asunto en el que oscilamos entre las ideas sin actos de Carl Marx y la imputación a la contribución única de la desafección del campesinado al régimen liberal naciente de Fontana. Es cierto que algo se ha hecho con referencia al trienio, pero el período fundacional todavía espera que se le historie debidamente. En la misma línea conocemos muy mal, por decir algo, el impacto de la naciente insurrección americana en la vida y la política peninsulares en la fase postrera de la Guerra Peninsular.
En muchos casos debemos reconocer que todavía debemos recurrir a la obra de Toreno, o a los recuerdos de Mesonero, Alcalá Galiano o los escritos políticos de Quintana para tratar de conocer esa parte de nuestro pasado, de la que trae causa casi toda la vida política e institucional del XIX. Y no debería ser así. Es más, si no fuera por la tarea, reciente, de historiadores del Derecho por un lado, y por el apreciable retorno de la historia política entre los especialistas de Contemporánea, por el otro, que mayoritariamente se hallan en la fase de los indispensables y previos estudios locales o de detalle, todavía sabríamos menos de lo poco que sabemos. Ya va siendo hora de que abandonemos los tópicos que infectan la visión todavía dominante de nuestro inmediato pasado y nos esforcemos por conocer mejor las obras de nuestro abuelos, ya que si los juicios no están basados en el conocimiento sólo sirven para ocultar la verdad, y, además, pueden ser peligrosos para nuestra convivencia.
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