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“Ha empezado a cundir el pánico. Habrá que tomar la calle”

El asturiano visita estos días dos auditorios gallegos de la mano de SON Estrella Galicia. Trae dos discos frescos, ambos editados por Marxophone

Nacho Vegas
Nacho Vegas

Nadie sabe quién compuso Stagger Lee. Es probable que hubiese una primera garganta allá en el medio oeste norteamericano a finales del XIX, pero su eco se desvaneció de inmediato. Dicen que medio millar de músicos han grabado esa canción desde entonces, cada uno a su manera. Mississipi John Hurt, Woody Guthrie, Pete Seeger, The Grateful Dead, The Clash, Nick Cave y así hasta hace un rato. Entre todos convirtieron el asesinato de un blanco de Missouri llamado Billy Lyons en otra cosa diferente. Aquella noche de 1895 se repite una y otra vez. El negro Lee Stag Sheldon entra en el viejo salón de baile de St. Louis, dispara a bocajarro y recoge el sombrero que le habían birlado.

“Así es como deberían ser las cosas”, masculla Nacho Vegas desde el auricular. “A uno le gustaría ser simplemente un vehículo, alguien que forma parte de una tradición que nos es común a todos. Hay canciones anónimas preciosas y muy elaboradas que nacieron en situaciones muy duras, en el trabajo o en el duelo. Quiero pensar que formo parte de todo eso, que hago canciones populares y que mi nombre no es tan importante. El rock debería deshacerse del culto al ego”.

El asturiano visita estos días dos auditorios gallegos de la mano de SON Estrella Galicia. Hoy actúa en el centro Ágora de A Coruña y mañana en el Teatro Principal de Ourense. Trae dos discos frescos, ambos editados por Marxophone bajo licencia Creative Commons: La zona sucia, su quinto larga duración, y Cómo hacer crac, seis canciones que dicen mucho de lo que le preocupa a estas alturas del desastre. En la primera desahucian a la familia Botín y desarticulan al fin la cúpula de la CEOE. La última tiene un estribillo todavía más elocuente: “Siempre hay dos bandos”.

Con esa “multitud haciendo crac”, Vegas se enroló en la Fundación Robo junto a Roberto Herreros (Grande-Marlaska), Karlos Osinaga (Lisabö) y Joseba Irazoki (Atom Rhumba). La idea era acercarse a la canción colectiva, anónima y popular, como Stagger Lee. Disolver un poco al autor y restaurar el nombre de las cosas. “Lo llaman flexibilidad laboral y es despido libre. Dicen crisis y es una estafa a gran escala”, arriesga. “De eso van Robo y Asalto, su facción literaria: tenemos la responsabilidad de constatar el mundo que tenemos delante y combatir la perversión del lenguaje”.

Está bien claro en un par de versos de Dos bandos, donde canta sobre Palestina e Israel, sobre oprimidos y opresores, sobre levantar la voz y elegir de una vez: “Puedes creerlo o no, pero esta es mi única canción real de amor”. Por si acaso, el asturiano insiste en que el poder “afecta de manera integral a la vida, también a las relaciones con los demás”. Tal vez por eso hable de “horizontalidad” y de una “toma de conciencia” que tiene que ver con internet y la quiebra del modelo tradicional de negocio pero también con la intemperie ahí fuera. Quiere convertir en disco el trabajo de Robo y llevar el proyecto a centros sociales autogestionados y otros espacios ligados a la “cultura libre”. Eso y retomar este año Lucas 15, su proyecto junto a Xel Pereda alrededor del folclore asturiano.

A Nacho Vegas también le preocupa la destitución “fulminante” de José Luis Cienfuegos al frente del Festival Internacional de Cine de Gijón. No solo por “incomprensible” o porque una generación de cinéfilos, la suya, se quede así sin “escuela”, sino porque ha sido víctima del “nacionalpopulismo agresivo” del presidente asturiano, Álvarez Cascos. “La cosa estaba bastante empozada después de doce años de gobierno del PSOE, pero ahora ha empezado a cundir el pánico”, dice. “Vamos a tener elecciones de nuevo, pero es probable que no cambie nada. Habrá que tomar primero la calle”.

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