Retrofórmula y muchas, muchas palabras
'La mujer invisible' tiene una estructura que quiere ser cercana y hasta humorística
Como parte de un ambicioso programa titulado Europa Inestable, patrocinado por la Unión Europea y que abarca cuatro estrenos en Madrid, Valencia, Guimaraes (Portugal) y Lecco (Italia), en la Sala Cuarta Pared se ofrece la última creación de Werner y Abreu, esta vez apoyados por dos bailarines mexicanos que aportan bien poco; no es exactamente la plantilla habitual y el nivel de baile se resiente bastante, es irregular y confuso. Se afecta tanto la calidad de algunos de los antiguos como las deficiencias formales de otros. Provisional Danza ha sido cantera y diríase que escuela, pero algo se ha debilitado en este importante aspecto; saliendo de sus márgenes expresivos se ha topado con un horizonte abisal.
La mujer invisible tiene una estructura que quiere ser cercana y hasta humorística, con cierto toque sardónico. Probablemente han querido sus creadores ser más comerciales, en el buen sentido del término, pero aquí tal ejercicio se vuelve contraproducente. Coreógrafos maduros y con muchas tablas, han aplicado una retrofórmula que les ha dado prestigio y de donde han sacado sus voces escénicas, añadiendo diálogos a mansalva, un largo monólogo que queriendo ser ingenioso se aleja de poder ser aceptado en un contexto de nueva danza que quiere basar su cohesión en el impacto del movimiento, ya sea individual o colectivo. No es estar en contra de la palabra, pero sigue habiendo, aún a riesgo de ser tildado de formalistas, una división de género. La mezcla debe estar articulada en función de una plástica, sin olvidar que es la danza quien tutela. Hipotéticamente, todo aquello se puede resolver sin tanta cháchara.
La mujer invisible
Compañía Provisional Danza (Madrid) y Compañía 360 (México). Coreografía: Carmen Werner; dirección de escena: Daniel Abreu; música: Masahiro Hiramoto, Endless Falss, Henry Purcell y otros; vestuario: Cyril Wicker; luces: Pedro Fresneda. Sala Cuarta Pared. Hasta el 25 de febrero.
Esa especie de maestro de ceremonia ejerce de bisagra entre las escenas y utiliza ladrillos de obra como elemento corpóreo. Los demás bailarines juegan al viejo pasatiempo de las estatuas vivientes, pero no llegamos a saber dónde se quiere llegar. Los ladrillos forman un monumento que se antoja funerario, casi un túmulo en el que se encajan tristes flores moradas, banderillas sin memoria, como una pálida ofrenda al desánimo.
Los elementos formales del estilo de Provisional Danza están presentes, desde los desnudos hasta las partes corales bailadas con cierto empaste, pues el suelo de la calle Ercilla responde templado y la atmósfera es positiva hasta que se comienza a cargar al espectador con la responsabilidad de un hilo situacional, que no narrativo sino de ambiente, sugerencias que quieren apuntalar lo que hacen por su cuenta los cuerpos y simplemente consiguen debilitar la propia teatralidad, su esfuerzo.
La sujeción de escenas a espacios muertos o de planos fijos a otras entradas y salidas hace pensar en un corte y pega de tipo mecanicista.
Por fin, tras hacerse esperar, la coreógrafa ofrece su solo bailado, siempre potente y particular, pero tan extemporáneo, que podía haber salido de otra obra suya cualquiera o ser una pieza autónoma en sí misma. Las luces y el vestuario son correctos y la selección musical, de amplio arco (va desde la vocalización en filigrana para contratenor de Purcell a la áspera textura contemporánea) logra salvar algunos momentos aislados.
Las cuatro obras de creación de Europa Inestable se verán en circulación también en Bilbao, Dresden y Cosenza para culminar en un festival en Valencia entre el 17 y el 23 de septiembre. Allí coincidirán con La mujer invisible: Io sono figlio de la compañía italiana Sanpapie; As barcas, del portugués Joao García y “El desencanto” del Teatro de lo Inestable valenciano.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.