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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La enumeración caótica

"Es curioso recordar a Marx cuando decía que el salario mínimo de los obreros se medía por el mínimo suficiente para seguir soportando su situación"

Lo cierto es que todo esto se parece cada vez más a Macondo, pero con menos gracia y más aferrado a la realidad de lo real. Es sabido que uno de los trucos narrativos de García Márquez en Cien años de soledad consiste en la enumeración caótica, de manera que adjetivos y otros instrumentos de escritura se funden en un solo registro de apariencia uniforme que no siempre elude el disparate por más que pase por cierto. Y algo de eso, aunque sin asomo alguno de fantasía, hay en los recortes y ajustes que el Gobierno tendrá listos del todo una vez que pasen las elecciones andaluzas. Se escamotean unos millones por aquí, otros por allá, no se toca lo esencial, ya que con el dinero de pedigrí no se juega, y el resultado es una barahúnda de listados incomprensibles de los que se ignora el criterio seguido para confeccionarlos y se duda sobre su eficacia futura. Y respecto de lo real maravilloso en el escritor colombiano, tampoco serán concordancias lo que haya de faltar en nuestra realidad, como si también aquí el mundo fuera tan joven “que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”. Aeropuertos sin aviones con las pistas mal diseñadas y cagadas de palomas y presididos por estatuas tan espantosas que más bien parecen monigotes de una falla condenada a la perpetuidad, hospitales sin camas, colegios a los que los niños acuden abrigados con frazadas de casa para evitar la congelación, inmigrantes apaleados en los centros de acogida, residentes de la tercera edad que no les caen simpáticos a algunos de sus cuidadores que los maltratan, muchachas que se manifiestan por sus derechos y que algunos recios policías se entretienen en su sórdido soliloquio “ni siquiera tienes carne para ser puta” mientras las aporrean, y así hasta que nos finiquiten a todos. Y si todavía no disponemos de un galeón reposando en lo alto de los pinos de El Saler es porque a Consuelo Ciscar no se le ha ocurrido aún tan brillante idea.

En esta almoneda prevaricada de los bienes terrenales habrán de brillar con luz propia los grandes bienes espirituales a lo Cospedal, mantilla y cierra España, mientras los ricos se harán más ricos y los que andan en trance de serlo conseguirán al fin sus objetivos, en medio de un brutal desperdicio de talentos en formación o consolidados y de la atroz fortuna de millones de ciudadanos que no tendrán otra que vender como a poquitos lo que queda de su fuerza de trabajo, sin que esté asegurado que su renumeración bastará para fortalecer su disposición a trabajar. Es curioso recordar a Marx cuando decía que el salario mínimo de los obreros se medía por el mínimo suficiente para seguir soportando su situación, mientras que ahora ese salario mínimo se sitúa en el borde mismo del umbral de la pobreza. Y eso para quien tiene la suerte de disponer de ese estipendio.

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