Malasaña cuida de su ‘papi’
Vecinos de la plaza de San Ildefonso organizan una campaña para ayudar a René Gillman El indigente sueco-cubano es todo un icono en el barrio desde hace años
Es el papi de la comunidad cubana en Madrid. Copito de nieve para algunos de sus amigos. El viajero al que le baila el recuento de hijos —cinco en tres países distintos, según la última versión—. El cubano de nacionalidad sueca que llegó a España con “la peseta y Felipe González” y se quedó por “el Cola Cao y el jamón de bellota”. Es infinitas cosas como infinitas son sus anécdotas, desde compartir fiesta con Marcello Mastroianni a charlar con Pedro Almodóvar —sin saber quién era—. Y ahora René Gillman, un singular personaje de Malasaña, se ha convertido en objeto de una campaña de solidaridad de su barrio, donde es muy conocido.
“Tiene carisma y es buena persona. Se hace querer”, sintetiza Rina María Santos, compatriota cubana y una de las altruistas protectoras de Gillman. Con sus casi 68 años y sus casi dos metros de estatura, es difícil resumir la historia de René. Él la desgrana con una dificultad —sobre todo por su sordera— que rebaja con mucha simpatía. Cuenta que salió de Cuba con veintitantos años enamorado de una sueca, pero que el amor no le alcanzó para soportar el frío escandinavo.
Sonríe y su blanca dentadura, casi intacta, contrasta con su oscura piel a la vez que combina con su rizada melena. Su peculiar apariencia le ha servido más de una vez para buscarse la vida. Últimamente completaba su pensión sueca (300 euros al mes) con donativos que recogía en la calle. “Pinto óleo, escribo música y toco la batería”, describe como ocupaciones a las que suma la de modelo ocasional: “Estando ahí sentado en mi oficina”, dice en alusión a un banco de la plaza de San Ildefonso, “han venido a buscarme para salir en anuncios”.
Pero entre anécdotas y viajes, le ha tocado pasar alguna temporada en la calle. La última vez comenzó hace un par de meses y se agravó cuando fue atracado y perdió lo poco que le quedaba, aparte de sufrir varias heridas con un destornillador. “Estaba durmiendo con más gente en la plaza Mayor y de repente empecé a notar golpes", rememora. No podía imaginar que una improvisada campaña de ayuda iba a empezar. La arrancaron, sin proponérselo, algunas vecinas y amigas que le atendieron tras la agresión, entre ellas Rina y Stella Hernández, que le ha acogido en su casa y le cuida con gran cariño.
Solidaridad vecinal
La ola de solidaridad vecinal dio un salto cuando el periódico digital del barrio somosmalasaña.com se hizo eco. “Justo acabábamos de hacer un reportaje sobre René, que teníamos pendiente desde hace tiempo, y nos enteramos de lo que había pasado. Para nosotros, no hay historia pequeña y, además, él es más que un personaje del barrio, es un icono”, explica el director del medio, Antonio Pérez.
“Empezó a escribirnos gente que quería ayudarle pero no vive ahora en el barrio y que nos pedían un número de cuenta para colaborar”, explica Stella. Objetivo: conseguirle unas gafas, de cerca y de lejos, y un audífono. Una óptica del barrio ya ha donado las gafas. “Es algo que no nos cuesta demasiado y podemos ayudar mucho”, señala Henar Serrano, que regenta el negocio junto con su madre.
Si Stella, siempre afectuosa, define a René como un “niño grande”, lo cierto es que le han surgido numerosas madrinas y padrinos. ¿Podía él esperar algo así? “No lo sé, todo el mundo está siendo muy bueno; es el cariño del pueblo español”, dice antes de devolverlo en forma de inmenso abrazo. Hay que ser muy grande para despertar y poder acoger tanta solidaridad espontánea.
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