_
_
_
_
_
OPINIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El futuro del nacionalismo

El pasado fin de semana Beiras y la corriente que encabeza decidieron escindirse de la organización

Es evidente que el nacionalismo gallego, después de los resultados de su reciente asamblea y los acontecimientos posteriores, atraviesa una situación complicada y, a todas luces, confusa que hace difícil prever a estas alturas cuál será el desenlace definitivo de su crisis. En efecto, el pasado fin de semana Beiras y la corriente que encabeza decidieron escindirse de la organización en la que algunos, entre ellos el veterano líder, llevaba militando desde hace treinta años. Pero la forma en que fue convocado el cónclave de Encontro Irmandiño, y el método para tomar sus decisiones no se ha traducido, de momento , en la formalización de bajas en el BNG de la mayoría de sus simpatizantes, ni ha resuelto el futuro de los cargos públicos de los que dispone esta corriente, pero que han sido elegidos en las listas del Bloque. Tampoco parece muy definido el proyecto que propone Beiras, salvo su aspiración de construir un nuevo frente nacionalista plural, a semejanza del surgido en la asamblea fundacional del año 82, pero sin el concurso de la actual mayoría del Bloque.

No parece que tal iniciativa vaya a tener un futuro brillante, aunque afectará muy negativamente la imagen de la formación frentista. Más relevante para el futuro del nacionalismo parece ser la decisión que adopte Máis Galiza en la asamblea que tiene programada para el próximo mes de marzo. Los dirigentes de Máis Galiza , con Carlos Aymerich a la cabeza, están emplazados a tomar decisiones que en modo alguno serán fáciles, ni en el terreno político ni en el personal. Aymerich y su equipo tienen ante si varias opciones. La primera, continuar en el Bloque estableciendo las garantías que permitan que la organización frentista corrija a través de su programa y de las listas electorales la ruptura producida en su última asamblea. El problema al que se enfrentaría Aymerich en tal caso es si la variada parroquia que se aglutina en torno a Máis Galiza secundaria una decisión semejante, o si, por el contrario, una parte de la afiliación abandonaría la organización dejando a sus dirigentes en una situación de extrema debilidad.

La segunda alternativa consiste en que Máis Galiza y otros sectores del nacionalismo y del galleguismo, que hoy no se sienten concernidos por el Bloque, constituyan formalmente una nueva fuerza política extramuros de la matriz original. Tal decisión está justificada si se considera que hoy en el nacionalismo gallego existen diferencias de fondo que afectan tanto a los principios como a la estrategia política, diferencias que llevan años larvadas y que se explicitaron con claridad en la asamblea celebrada hace 15 días. Pero si Máis Galiza tomase ese camino no se acabarían para ella los problemas.

Si nace una nueva fuerza deberá sopesar su alianza electoral con el BNG. Lo hizo EA tras salir del PNV

En efecto, la nueva fuerza política tendría entonces que decidir si comparece en las próximas elecciones autonómicas de forma independiente asumiendo el riesgo de someter su proyecto a la decisión de los ciudadanos expresada en las urnas, o si, desde su autonomía política, establece alianzas electorales con el Bloque, evitando así la atomización de la oferta electoral del nacionalismo gallego. Antecedentes existen. En las primeras elecciones gallegas el Bloque y el PSG comparecieron en una sola candidatura que obtuvo entonces un relativo éxito. En el País Vasco la escisión del PNV dando lugar a Eusko Alkartasuna no evitó posteriormente coaliciones entre ambas fuerzas que permitieron al nacionalismo vasco dirigir el Gobierno de Euskadi y numerosas instituciones vascas. De otra naturaleza, aunque no puede ser olvidada, es CiU (coalición entre CDC y UDC) que atravesó en ocasiones tensiones tan graves como las que hoy zarandean al nacionalismo gallego, pero que permitió y permite al nacionalismo catalán dirigir la Generalitat de Catalunya .

Por supuesto, la actual dirección del BNG no va a decidir nada al respecto hasta que tenga lugar la asamblea de Máis Galiza y se conozcan sus conclusiones. Pero la vida da muchas vueltas, y no descarten ustedes ninguna hipótesis. En todo caso, el nacionalismo debe de asumir que una etapa se ha cerrado en la vida política gallega y en su movimiento, lo cual plantea la refundación de su proyecto político y la modificación de su estructura organizativa, como condición indispensable, para que pueda recuperar el impulso político y contribuir eficazmente a construir una alternativa a la desfeita que se nos viene encima como consecuencia de la ofensiva sin frenos desatada por la locura de la derecha.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_