Aquí todos quieren ser segundos
El castro de Santa Tegra, el faro de Fisterra y la Praia das Catedrais se disputan el puesto de lugar más visitado por detrás de la catedral de Santiago
A la catedral de Santiago nadie la toca. Tampoco es que sean muy fiables las cuentas pero todo el mundo sabe, porque es verdad de fe, que ningún otro monumento, se mire por donde se mire, recibe más visitantes en toda Galicia. Son, según el gobierno de los canónigos, más de dos millones, y en el último año santo, contando solo los que entraban en fila india y con controles por Praterías, en torno a tres. La basílica compostelana se codea, en cifras de visitantes, con la Alhambra de Granada y la Sagrada Familia de Barcelona, y con ellas se disputa año tras año alguno de los puestos del podio.
En el particular ranking galaico, como con la catedral nadie se mete, el segundo puesto es el más deseado. Si se pregunta en A Guarda, dirán que el castro de Santa Tegra. Si se plantea la cuestión en Fisterra, la respuesta será que su faro. Si se telefonea al Ayuntamiento de Ribadeo, la medalla de plata se la llevará la Praia das Catedrais. También se dice en Santiago que, después de vista la catedral, los turistas se van de cabeza a la plaza de abastos. Si todas estas personas lo hiciesen, el histórico mercado tumbaría los demás recuentos y no habría más que discutir.
Pero como apenas tienen números que echarse en cara, los unos y los otros siguen compitiendo. “Lo que no está cuantificado, no se puede demostrar”, comentan desde Turgalicia, “no es más que chovinismo local”. Y en esta exaltación apasionada caben criterios tales como la cantidad de papel higiénico que gastan en un día los turistas. Es el caso de Fisterra. En los dos retretes que dan servicio a los visitantes del Faro, según el concejal de Turismo, Santiago Ínsua, el Ayuntamiento llega a gastar “60 euros al día”. “Es un consumo tremendo”, se queja.
“Aquí estamos seguros de que el faro es el segundo lugar más visitado”, sigue defendiendo el edil, “¿pero cómo se demuestra eso?”. “Nos gustaría tener una estadística seria, pero hacemos un recuento por encima”, reconoce, “sobre todo desde que tuvimos que hacer recortes de personal”. Ahora, la oficina de turismo anexa a las salas de exposición que hay en el faro solo abre de viernes a domingo y, en lugar de tres como había antes, hay una trabajadora que la atiende pero que “al mediodía sale a comer”. En su amputada jornada laboral, la empleada logró el año pasado anotar el paso de 89.141 personas. Las que entraron, mientras ella estaba, a ver la exposición. En 2010, habían sido 101.602, y en 2007, con más gente trabajando, 156.305.
El edil se queja del gasto “tremendo” en papel higiénico, “60 euros al día”
Hay días de agosto en los que en el faro entraron 4.500 turistas. Pero “mucha gente no entra”, advierte Ínsua. Va hasta allí con la única intención de ver el lugar donde un día acabó el mundo y contemplar el sol zambulléndose en el Mar Tenebroso. “En verano es un abarrote, y en invierno, un goteo constante, sobre todo de alemanes, que en las estaciones frías superan en visitas a los nacionales”, comenta el concejal. “Haciendo una estimación, tirándonos un poco a la piscina, yo creo que nuestra cifra de visitantes triplica las cuentas que llevamos”.
“Yo no me voy a poner a discutir con nadie, pero que As Catedrais es el segundo lugar y el primer monumento natural más visitado de Galicia es una cuestión de realidad”, afirma por su parte la homóloga de Ínsua en Ribadeo, Ana María Martínez. Aquí, en agosto, también “hay días de 5.000 personas”, y eso que el tiempo de visita es reducido. La avalancha sobreviene durante las dos horas del día en las que la marea permite transitar por la arena, bajo los arbotantes de roca que inspiraron a Calvo Sotelo el nombre que hizo famosa en Madrid la playa de Augas Santas. El uso de los váteres públicos y la suciedad que queda en el arenal también dan cuenta de la masificación. “¿Y por qué no abren más tiempo?” suelen preguntar los de secano cuando en las oficinas de turismo les alertan sobre lo restringido del horario. “Hay personas que llaman dos meses antes del viaje para enterarse de la marea que van a tener”, cuenta Martínez.
“Objetivamente, somos nosotros”, rebaten a todos desde la concejalía en A Guarda. “Contamos las personas que entran en el museo, y según los últimos datos anuales fueron 233.904. Pero la sala de exposiciones no abre los lunes, y está cerrada todo el mes de enero”. Entonces, y todos los días después de echar el pestillo, “la gente sigue visitando el castro”, así que la cifra definitiva, concluyen, puede superar las 300.000 almas. Si por números es, el premio se lo lleva la citania de Santa Tegra y su vivienda castrexa reconstruida en 1965, con criterios arqueológicos que hace tiempo caducaron.
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