Sin complejos, II parte
Rajoy quiere hacerle un último favor a Javier Arenas y anunciará “lo más duro”, como decía en los corrillos belgas, el 31 de marzo
Era su primera cumbre. Falto de idiomas, Mariano Rajoy se movía entre los corrillos presidenciales de la cumbre de Bruselas acompañado de intérprete. Se detuvo ante su homólogo finlandés y, sacando pecho, comenzó a contarle sus hazañas:
— Este viernes hemos hecho la Ley de Estabilidad. El viernes que viene la reforma financiera. Luego, la reforma laboral. La laboral me va a costar una huelga.
Y sonrió. Era una sonrisa nerviosa. Es lo que más choca de las imágenes que registraron esa y otras conversaciones del presidente español con sus colegas europeos. “Ahora viene lo más duro”, le dijo al holandés. Y añadió: “Es que nos han dejado una herencia muy complicada”.
La escena resume mejor que mil palabras la actitud con la que los dirigentes del PP afrontan la crisis. Fiel al estilo marcado en 1996 por su padrino político, José María Aznar, quien inició su presidencia bajo el lema “sin complejos”, Rajoy está dispuesto a protagonizar la II parte de la saga La derecha, en el poder.
Sin ningún pudor, Rajoy presumía en Bruselas de los hachazos que está dando al Estado del bienestar español. Y afirmaba ufano que “lo que está haciendo España es lo que se está apoyando en la UE”. Si bien sería más correcto decir que España (es decir, Rajoy) está haciendo en España lo que le ordena la UE, y por eso le aplauden sus correligionarios europeos.
Eso sí, Rajoy obedece en todo lo que le mandan, salvo en presentar los Presupuestos Generales del Estado, de manera inmediata, como le exigen en Bruselas y en algunas comunidades en las que gobierna su partido. Pero, con argucias y medias verdades, sostiene que no puede cerrarlos hasta conocer las previsiones de la Comisión Europea. Aunque tiene las previsiones del Banco de España y del FMI sobre su mesa.
La verdad, como todo el mundo sabe, es que Rajoy quiere hacerle un último favor a Javier Arenas. Por ello, anunciará “lo más duro”, como decía en los corrillos belgas, el 31 de marzo. Seis días después de las elecciones andaluzas, que, según sus cálculos, deberá ganar su fiel Arenas. Así se cerrará el círculo y España quedará toda (casi) vestidita de azul.
En Andalucía, también se registran muestras similares del descaro popular. El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, practica el revanchismo ideológico al quitarle el nombre de la actriz Pilar Bardem a una calle de la capital.
Pero, sin duda, el desparpajo mayor lo protagoniza Arenas, al pregonar a los cuatro vientos que Andalucía está en suspensión de pagos. De nada vale que los datos oficiales del Banco de España, o los más recientes de la Cámara de Cuentas, muestren que esta comunidad está, tanto en deuda como en déficit, por debajo de la media nacional. De nada vale recordarle a Arenas que la Valencia que dejó su amigo Francisco Camps, con quien, por cierto, visitó el pasado domingo la Basílica de la Macarena, es la comunidad más endeudada de España.
Arenas sostiene que la deuda andaluza, lejos de ser de 14.431 millones de euros (datos del Banco de España al final del tercer trimestre), casi se duplicará y llegará a los 25.000 millones. Dice que tiene datos, pero no los aporta.
Quizá esconde un as en la manga: que Rajoy le haga un último favor y no contabilice los 1.379 millones de euros que el Estado adeuda a Andalucía en concepto de anticipos devengados en 2011. Una cantidad que representa aproximadamente el 1% del PIB andaluz y que, de no ser abonados con cargo a ese ejercicio, harían aumentar en un punto el déficit andaluz. De momento, el ministro Cristóbal Montoro le decía ayer a los consejeros andaluces de Hacienda y Economía que reivindiquen menos y ahorren más.
¿Es posible que recurran a estas triquiñuelas con tal de dar otra baza electoral a Arenas?
Sí, es posible. Es posible si se actúa sin complejos.
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