Entre inquietante y surrealista
El ministro no respondió a la invitación de Ares de flexibilizar la política penitenciaria
La puesta en escena del primer encuentro público entre el nuevo ministro del Interior, Jorge Fernández, y el consejero socialista vasco, Rodolfo Ares, basculó entre lo inquietante y lo surrealista. Fue inquietante porque el titular de Interior, en contraste con el consejero vasco, en la rueda de prensa no reconoció que ETA hubiera declarado el cese definitivo de la violencia el 20 de octubre. Más bien al contrario, sostuvo que los tres etarras detenidos la pasada semana en Francia reconstruían de “forma latente” el aparato logístico de la banda, en contradicción con el consejero vasco, que lo niega.
Y como colofón, no respondió a la invitación de Ares de flexibilizar la política penitenciaria con los presos de ETA, con su acercamiento a las cárceles vascas y la salida de los enfermos. El PSE y el PNV temen que la inacción en política penitenciaria fortalezca aún más a la izquierda abertzale al explotar el victimismo.
La posición del ministro
Esta puesta en escena abonó la tesis pesimista de que el nuevo ministro está preso de algunos altos cargos de su ministerio, de posiciones radicales como el director de la Policía, Ignacio Cosidó, en línea con Mayor Oreja y la derecha mediática más dura. Esta tesis pesimista mantiene que el Gobierno del PP, con el diagnóstico de que el anuncio de ETA del 20 de octubre es una nueva trampa, no hará absolutamente nada en política penitenciaria con la coartada de que la banda no se ha disuelto. Eso es lo que se desprendió de la intervención del ministro del Interior en la rueda de prensa.
Sin embargo, Fernández dejó dos cabos sueltos que le dieron un toque surrealista a su intervención. Así, defendió la reducción de escoltas. ¿Cómo era posible si no descartaba que ETA podía volver a atentar, como defendió? Y, por otra parte, tras la primera intervención del consejero Ares, en la que puso todas sus cartas en la mesa —ETA ha cesado definitivamente; no hay extorsión a empresarios; el Gobierno tiene que flexibilizar la política penitenciaria y hay que mantener la guardia alta hasta que ETA se disuelva—, el ministro inició la suya, respondiéndole que compartía su intervención en “sus palabras y su espíritu”.
Lo curioso es que esta última fue la posición que mantuvo el ministro en la reunión con el consejero y los altos cargos de Interior. Esa posición es la que comparte, también, el PP vasco y que los líderes de este partido pensaban que avalaría en público. La tesis, optimista, atribuye el desconcierto de Fernández a que el ministro está aterrizando, unido a que no quería quedar en evidencia, contradiciendo sus declaraciones de la víspera.
El PP vasco apuesta, en estos momentos, por un acuerdo con el PSE y el PNV, al que podrían sumarse otros partidos, para fijar la hoja de ruta del cese definitivo de la violencia de ETA a su disolución —con la inclusión de políticas de convivencia, reconocimiento de las víctimas y política penitenciaria— y, de ese modo, quitarle la iniciativa a la izquierda abertzale. Cree, también, que un acuerdo vasco contrapesará las presiones que sufre Mariano Rajoy desde la derecha radical política y mediática. La clave de este test la empezaremos a conocer en el encuentro de Rajoy con el lehendakari López y el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, en dos semanas. Ayer solo hubo confusión.
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