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Segunda vuelta para los redobles

La lluvia impide los desfiles infantiles que con casi 5.000 niños, se celebrará el domingo

Suspendida por la lluvia la Tamborrada infantil en San Sebastián.
Suspendida por la lluvia la Tamborrada infantil en San Sebastián.JAVIER HERNÁNDEZ

El pronóstico no falló y el agua impidió ayer uno de los actos más significativos y populares de la Tamborrada, los desfiles infantiles. Antes del mediodía, el Ayuntamiento anunció que suspendía el recorrido de las 52 compañías de niños por la lluvia y el viento, una decisión que no se tomaba desde hace 31 años y que ha obligado a trasladar la celebración de la Tamborrada infantil al domingo. La decepción cundió entre los pequeños soldados, cocineros y cantineras, en total 4.906 participantes, obligados a incorporar a sus trajes elementos extraños (paraguas y chubasqueros) y reunidos en diversos puntos del centro de la ciudad a la espera del veredicto final.

 “Bueno, pero el domingo sí salimos”, comentaban tres amigos, con casacas marrones, a cubierto bajo los soportales de la plaza de Gipuzkoa. El problema es que tampoco son excesivamente halagüeños los pronósticos meteorológicos para mañana, se prevén lluvias, no con tanta intensidad como ayer, pero al fin y al cabo, agua. El Ayuntamiento explicó que si finalmente la tamborrada infantil no se puede celebrar, habrá que esperar al año que viene.

Por primera vez el tambor mayor compartió el mando con una Aguadora Mayor 

Como los principales protagonistas del día se quedaron sin fiesta, el alcalde de San Sebastián, Juan Karlos Izagirre, quiso comenzar su discurso de entrega del Tambor de Oro, invitando a los donostiarras a salir a la calle este domingo. “Si el tiempo lo permite, acudan a la tamborrada infantil, para que así nuestros txikis se conviertan en los auténticos protagonistas”, arrancó el edil.

El mal tiempo, según aclaró Izagirre, no le hizo perder la sonrisa ni a él, ni a los donostiarras porque “el día de San Sebastián sigue siendo igual de intenso y maravilloso”. Una sensación que los donostiarras, parece, aprenden a vivir desde que les calzan por primera vez de niños un sombrero de cocinero o de soldado. No cabe otra explicación al hecho de que las 118 compañías de adultos —más de 14.000 personas—, divididas en siete zonas de la ciudad, impusieran los redobles de tambores y barriles al goteo incesante de agua.

“En el momento de salir de la sociedad y, sobre todo, en la plaza, en el momento de la marcha, los nervios... Aquí hay gente que lleva saliendo 50 años, el nudo lo tienes en el estómago y siguen apareciendo las lágrimas”, explicaba el tambor mayor de la Unión de Artesanos, Josean Ibiriku, en un alto en los ensayos previos a la entrega del Tambor de Oro. La compañía además cerró en la medianoche de ayer, como es tradición, el día grande de San Sebastián con la arriada de la bandera.

Precisamente, el agua sólo dio tregua 24 horas antes, en la izada de la insignia de la ciudad, y también, por primera vez, de una ikurriña. Antes y después llovió, pero no en el momento en el que Izagirre se estrenaba presidiendo el acto inaugural de la fiesta en la balconada de la antigua casa consistorial de la Plaza de la Constitución.

El edil estuvo acompañado del alcalde de Wroclaw, Rafal Dutkiewicz, la ciudad polaca con la que San Sebastián comparte en 2016 la capitalidad europea de la cultura. “Si vuelves el año que viene, podrás estar ahí abajo”, le prometía Izagirre a su homólogo en referencia a los cocineros y tambores de Gaztelubide, mientras le explicaba que en un par de tardes, como quien dice, se le puede coger el ritmo a eso del tambor.

Dutkiewicz, rodeado de una comitiva del Ayuntamiento de Wroclaw, sombrero de cocinero en mano se dirigía sonriente a la balconada minutos antes de la medianoche. No era la primera vez del alcalde polaco en San Sebastián, pero sí la oportunidad para conocer la ciudad. “Me ha encantado, ya había estado en dos ocasiones, pero ahora sí que he podido visitarla con más tranquilidad”, explicó. No le quedó muy claro a Dutkiewicz el origen de la tamborrada o el porqué del gorro de cocinero que lució. “Cada persona me ha dado una explicación diferente, lo único que sé es que es una gran fiesta, muy bonita”, se disculpó, más que por el desconocimiento, por el posible desarrollo de la noche. “Mis colaboradores están locos, no sé como controlarles, ni como terminaré la noche”.

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