En Navidad, “siente un pobre a su mesa”
‘Plácido’ vuelve a estar de actualidad en la medida en que la lógica del “conservadurismo compasivo” gana adeptos
Hace 50 años, en 1961, Luis García Berlanga (con guión por primera vez de Rafael Azcona) rodó en Manresa y en algún lugar de Barcelona (como la casa del cineasta, ya desaparecido, Antoni Ribas) la película Plácido. La idea de la película partió de una campaña ideada por el régimen franquista en los años cincuenta que, bajo el lema Siente un pobre a su mesa, quería promover, “en fechas tan señaladas”, un sentimiento de caridad cristiana hacia los más necesitados. Berlanga trata de demostrar en el filme que lo que de verdad pretendía la campaña navideña era jugar con el sentimiento de culpabilidad de los más pudientes y limpiar sus conciencias. Como algunos quizá recuerdan, la película muestra la subasta caritativa de la empresa Ollas Cocinex (al estilo de los telemaratones), que implica que las familias acomodadas inviten a un indigente a la cena de Nochebuena.
Lo que resulta más sorprendente es que la lógica de la campaña que quiso denunciar Berlanga con Plácido vuelva a estar ahora de rabiosa actualidad.
La penosa situación de las arcas públicas y el más que evidente impacto de ello en las políticas sociales están volviendo a situar en primer plano la caridad y la compasión como grandes asideros en los que apoyar la frágil cohesión social. Las cifras disponibles muestran un impacto muy profundo de la crisis en los sectores sociales más vulnerables. Según datos del Instituto Catalán de Estadística (Idescat), son ya 200.000 los hogares en Cataluña en los que ninguno de sus miembros trabajaba. Si en el año 2008 los residentes en Cataluña de hasta 17 años que vivían en uno de esos hogares eran el 5,8%, a finales de 2010 ya eran el 11,2%.
Las transferencias sociales, sobre todo las pensiones, consiguen reducir significativamente la tasa de riesgo, de vulnerabilidad y de pobreza. Y lo más importante como evolución, la desigualdad en la distribución personal de la renta, siempre según el Idescat, ha aumentado en Cataluña del 4,8% al 5,8% en el periodo 2008-2010, mientras que en la zona euro el cambio ha sido del 4,8% en 2008 al 4,9% el 2010. ¿Se arregla ello con caridad, piedad y compasión?, ¿se arregla con telemaratones o campañas ocasionales de solidaridad?
No nos confundamos. Soy totalmente partidario de impulsar y promover la solidaridad social organizada y las dinámicas que buscan reforzar la capacidad de respuesta comunitaria en los temas sociales, y no creo en absoluto que la solución a los problemas actuales pase por incrementar y extender la intervención de los poderes públicos en cualquier aspecto de la convivencia social. Pero no me parece de recibo que mientras se ataca a los que reciben ayudas sociales, acusándolos de fraude, se lancen campañas en las que se trata de responsabilizar al conjunto de la ciudadanía de problemas que constitucionalmente deberían ser prioritarios en la acción compensatoria y proactiva de los poderes públicos.
La razón de ser de los poderes públicos deriva de su capacidad de proteger a la sociedad en situaciones de urgencia como las actuales. Y precisamente, los sistemas fiscales de base redistributiva fueron pensados e implementados para hacer realidad lo que los valores constitucionales proclamaban pero no aseguraban. Si esos valores ya no sirven o son, como antes, meros enunciados declarativos, convendría saberlo y cambiar las leyes.
Plácido vuelve a estar de actualidad, en la medida en que la lógica del “conservadurismo compasivo” gana adeptos entre quienes prefieren preservar lo que tienen a seguir repartiendo mediante los resortes que nuestras constituciones, estatutos y leyes venían proclamando. No es lo mismo recibir la ayuda circunstancial fruto de la encomiable solidaridad de unos u otros, que tener derecho a una prestación si se entra en una situación de carencia o de riesgo prevista normativamente. Al final, lo que está en juego es la dignidad de las personas. Un ciudadano con derechos no es lo mismo que un menesteroso que recibe caridad de forma discrecional.
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