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El jurado popular declara culpable al triple parricida de Tarragona

El fiscal no pide cárcel y rebaja la pena a 61 años de internamiento en un centro de salud mental

Un jurado popular ha declarado por unanimidad a Abdeslam Brada culpable del asesinato de su mujer y sus dos hijos, encontrados muertos sepultados con yeso y cemento en la bañera del domicilio familiar, en Tarragona, el 17 de octubre de 2010. En la lectura del veredicto, también lo han declarado culpable de incumplir una orden de alejamiento de su entonces mujer, Saida el Fas. Sin embargo, consideran que el acusado, de 37 años, sufre una grave enfermedad mental, algo que lo hace “extremadamente peligroso” incluso en la cárcel si no es sometido a un riguroso control médico. El ministerio fiscal pedía 25 años de internamiento psiquiátrico por cada una de las tres muertes, aunque al final hoy ha rebajado la pena a 20 años por víctima más un año por quebrantar la orden de alejamiento. Según el código penal, Brada solo podría pasar 40 años internado en un centro de salud mental. El abogado defensor ha anunciado un recurso de apelación, aunque no se opone a su internamiento, y en las próximas semanas el juez emitirá la sentencia.

Los hechos se remontan a los días 10 y 11 de octubre del año pasado, fechas en las que los informes forenses sitúan el triple crimen de esta familia de origen musulmán. Solo dos días después una vecina se quejó del fuerte hedor que provenía del piso, situado en la calle Reial. Los bomberos descubrieron los cuerpos al entrar en el domicilio por una ventana. El jurado concluye que las tres víctimas fallecieron degolladas, aunque después también fueron apuñaladas. En las muertes, han dicho, existe la agravante de traición, porque presumiblemente se produjeron mientras dormían. La madre y la niña murieron en el acto, pero el niño, como probaron los forenses, se intentó defender y fue encontrado con más de 30 cuchilladas.

El jurado ha afirmado que Brada es culpable porque no encontraron la cerradura forzada y solo frecuentaban el piso él; su mujer; su hija, de siete años, y su hijo, de dos. La localización de su teléfono móvil confirma que se encontraba en Tarragona en el momento del crimen, extremo que el acusado había negado.

“Es una buena musulmana y no lo abandonará”, se dijeron las dos consuegras cuando Saida, de 26 años, lo denunció por haberla amenazado con un cuchillo un año antes. Entonces Brada pasó internado nueve días en un centro psiquiátrico, pero los vecinos confirman que después quebrantó con frecuencia la orden de alejamiento. Una vez se lo encontraron durmiendo en la escalera del domicilio familiar. Los psiquiatras han diagnosticado a Brada graves brotes psicóticos, de esquizofrenia y delirios de persecución. Él siempre había manifestado que era un enviado del más allá: “Tengo el don del sultán, un poder en las manos y en los ojos, y si miro a una persona, sé si es buena o mala; si le doy la mano y es mala, se le quema”, manifestó en varias ocasiones. Según el jurado, estaba obsesionado con su mujer porque creía que ella había matado a alguien.

Los vecinos vieron a Brada subir sacos de cemento hasta el piso tras el crimen. Al parecer, decidió enterrarlos en la bañera para que no desprendieran olor y ganar tiempo en su huida. Limpió todos los restos de sangre de la casa y dejó la lavadora programada. En los días posteriores Brada se fugó y estuvo en Algeciras, Sevilla y Bruselas. Después aterrizó en Barcelona. Allí, de madrugada, se acercó a agentes de la Guardia Urbana mientras patrullaban en La Rambla. Les dijo que sentía que alguien le perseguía y que temía por la suerte de su familia. Al final, Brada se entregó.

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