“Mi Versalles es Sant Adrià”
Javier Pérez Andújar reflexiona sobre el paso del tiempo y la identidad de Barcelona en ‘Paseos con mi madre'
Sábado a las diez de la mañana, es 1988, después de llover, el autor coge su nueva cámara Minolta, acabada de comprar con su primer sueldo en la revista Ajoblanco, y sale al balcón de su casa en Sant Adrià de Besòs. Y fotografía lo que tiene delante, el bloque de enfrente, y retrata a su vecina, la señora Dora, a la que no le gusta demasiado salir en las fotos, y menos en bata. Así se gestó la portada de Paseos con mi madre (Tusquets), el último libro de Javier Pérez Andújar. Según el autor catalán “este libro podría ser el lado oscuro de Los Príncipes Valientes”. En este volumen las referencias, buscadas o encontradas, a Marcel Proust, Charles Baudelaire y Pier Paolo Pasolini son personajes que ayudan a entender estos paseos que el autor presenta para dar su punto de vista sobre el poder, la vida de los barrios, la identidad o Manolo Escobar.
“La madre no es un pretexto, es un inicio. Empezamos por el paseo matriz y de allí se embobina el libro”, explicaba el autor de Sant Adrià de Besòs en la presentación del volumen. Este Paseos con mi madre, que cuenta con un esqueleto de 15 capítulos, bucea en los recuerdos del autor, pero no tiene nada de memorias. “Este libro es sobre el presente, los viajes a los barrios están escritos en tiempo real: iba por la mañana a los sitios y por la tarde lo escribía”.
Pérez Andújar ha ido “a los bloques del Gornal, de San Cosme, de Badia” y puede certificar que “todos los bloques tienen su personalidad” porque “así como los cascos antiguos de las ciudades son diferentes en los bloques se respira lo mismo, aquí y en Berlín”. Y ahí Pérez Andújar se siente “como Pedro por su casa” porque dice, orgulloso, que pertenece a “la Internacional de los Bloques”. El autor de Los Príncipes Valientes y de Todo lo que se llevó el diablo (también con Tusquets) insiste en que no explica una Barcelona desconocida. “Será que los de Barcelona no la conocen pero en el área metropolitana viven otro millón y medio de personas. Hay una Barcelona que no está asumida totalmente, en total hay tres millones de habitantes”, subraya. Y sigue: “El problema es que en Barcelona siempre mandan los mismos”. Aún hay más: “La literatura es para estar en contra del poder”, mantiene el escritor.
La conversación con Pérez Andújar es ágil, de ritmo casi acelerado, como en el libro. ¿Hasta qué punto es una novela? ¿O quizá es ficción? Pérez Andújar replica: “Está más cerca de la ficción que de la memoria”. Además, admite su obsesión: “Hay una lucha por el verbo, por el adjetivo, por la literatura en definitiva”. Formalmente la novela dispone de una estructura teatral de cuatro actos y catarsis. “Lo hizo Cervantes con el Quijote, y no le fue mal”, apunta con una sonrisa.
Se trata de un friso de lo más ilustrativo. Primero, geográfico. “Barcelona no tiene ríos, de hecho, tiene dos y ha renunciado a ellos”, lamenta a la vez que admite: “este es un libro muy de Baudelaire, pero yo no tengo los bulevares de París, yo tengo esto”. Y lanza el titular: “Mi Versalles es Sant Adrià de Besòs”.
El friso también disecciona a los habitantes de esta geografía. Cuenta el autor de Sant Adrià que “aparecen fantasmas vivos, en tanto que fueron. Ves una persona pero ves su fantasma detrás”. Además de escribir de protagonistas individuales, Pérez Andújar no puede esconder un flanco contestatario. “Escribir tiene que tener un lado político, quizá en mi caso por ser lector de Pasolini”.
Pero lejos de plantear una discusión etérea, Pérez Andújar subraya: “la democracia a pesar de ser algo abstracto se puede tocar: el centro de salud, el polideportivo… Y eso lo consiguió gente trabajadora con su lucha”. Y luego habla de actualidad cuando asegura que ahora “con los recortes se está desmantelando la democracia y los que la hicieron, que son mayores, jubilados o que ya están muertos, y no pueden defenderlo”. Así, admite ser “un escritor político”. Pero con matices: “Ni por un partido o ni siquiera por una adscripción a una corriente, quizá sí soy de izquierdas, si no por una manera de afrontar la vida”.
También está presente en el libro la cuestión de la inmigración, de la identidad. Pérez Andújar primero denuncia que hay “una brutal explotación de la pobreza por la pobreza” y explica: “los antiguos inmigrantes son los que hacinan a los nuevos inmigrantes en sus pisos”. Hay más: “No me siento identificado con mi barrio, allí no se podía leer ni hablar de libros con nadie”. Más prosaico, dice no sentirse identificado “ni con los nuevos ni con los viejos inmigrantes porque todos cobran lo mismo: ser igual que ellos”.
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