Asistimos a la imparable mercantilización de las aficiones: unos las monetizan por conseguir unos ingresos extra; otros, por la necesidad de sentirse productivos y de sacar partido al tiempo invertido. Hacer algo por puro placer, sin objetivos ni plazos, es calidad de vida
Hay ficciones difíciles de ver, no por la lóbrega oscuridad de sus argumentos, sino por la lóbrega oscuridad de sus escenarios, da igual que transcurran en oficinas o quirófanos, las acciones se desarrollan en una penumbra absurda e injustificable