Derechos digitales: En 2025 siempre hay alguien vigilándote
La última exposición de Fundación Telefónica en Madrid es un indispensable recordatorio de los peligros (y las oportunidades) del mundo digital


Al visitante de la última exposición de Fundación Telefónica, en Madrid, se le escapa la risa cuando ve su propia imagen en pantalla, pero tratada con los parámetros del big data. “54% de posibilidades de ser extranjero”. “32% de posibilidades de vivir en un barrio periférico”. Es normal sonreír, parece una broma. Luego la sonrisa se va apagando y van surgiendo las preguntas: “¿Es así como me ve el big data?” Y más importante aún: “¿Quién hace uso de ese big data?”. O mejor: “¿Un informe surgido de este leviatán acabará en manos de un jefe de recursos humanos que el día de mañana decidirá mi contratación?”. El visitante respira, solo se trata de una obra de arte. Pero entonces descubre la siguiente sala, empapelada por las contraseñas de miles de madrileños que fueron expuestas durante un fallo de seguridad hace dos años. “¿Estará la mía escrita en esta pared?”.
El mundo digital es curioso. Aceptamos cookies como quien se come una galleta sin mirar la etiqueta: rápido, con confianza y, sobre todo, sin pensar demasiado. Mientras tanto, vamos dejando en ese ámbar eterno y etéreo fotos familiares, likes y comentarios como si fuera un rastro de migas digital. Lo hacemos en modo automático, como si nuestro paso por internet no dejara rastro. Criaturitas.
Por eso exposiciones como Hoy es un buen día para hablar de Derechos Digitales llegan en el momento justo. En un ecosistema donde la infoxicación, el ciberacoso y las filtraciones de datos son el pan nuestro de cada día, esta muestra funciona como un recordatorio —a veces dulce, a veces incómodo— de que en la vida online también tenemos derechos (y responsabilidades). Inspirada en la Carta de Derechos Digitales de 2021, la exposición recorre siete grandes territorios digitales. Lo hace con humor, con ejemplos cotidianos y con instalaciones que sacuden un poco por dentro, firmadas por artistas (Noemí Iglesias Barrios, Roel Heremans, Miguel Rangil, Domestic Data Streamers, Marc Lee, Hasan Elahi...) que saben convertir datos, pantallas y algoritmos en preguntas necesarias.

Una pantalla muestra colectivos, sexuales o raciales, que han encontrado en internet una forma de ganar visibilidad. Enfrente, un martillo eléctrico va horadando la pared al ritmo con el que en internet se usan las palabras nigger o whore, señal de que los discursos de odio también crecen en este lejano Oeste digital en el que vivimos. Dos caras de la misma moneda, ninguna de las cuales se debería ignorar.
Comisariada por el colectivo artístico Domestic Data Streamers y Fundación Telefónica, la exposición ofrece una amplia panorámica del trabajo de artistas y tecnólogos que reflexionan sobre siete derechos: a la libertad de expresión y a la información veraz, a la privacidad, a la identidad, al trabajo digno, derecho al olvido y a la herencia digital, al acceso a Internet y a la decisión humana frente a la IA. Casi nada. La propuesta, impulsada también por el Observatorio de Derechos Digitales, no busca asustar, sino despertar.
No todo es turbio, y para muestra un botón: el evocador Synthetic Memories (del propio colectivo Domestic Data Streamers, 2024), donde se usa IA generativa para concretar en fotografías los recuerdos de personas mayores en un ejercicio creativo impresionante al que los propios protagonistas dan su visto bueno una vez que ven la imagen. Pero, evidentemente, también se indaga en el lado más turbio del metaverso. Hay una pieza especialmente curiosa en la exposición, The Follower (Dries Depoorter, 2023), que contrapone de forma especular dos realidades complementarias: por una parte, en una pantalla vemos a famosos influencers posando en uno de sus selfis en Instagram. Por otra, y a través del acceso a cámaras de videovigilancia pública, vemos la otra cámara de la moneda: cómo meten barriga, cómo ponen morritos, cómo creen que nadie les está viendo. Pocas formas tan eficaces como The Follower para comprender que, en 2025, siempre hay alguien vigilando, aunque no lo veamos.
Navegar por internet no debería ser un acto de fe, sino un ejercicio consciente. Y quizá, después de recorrer la exposición, uno se lo piense dos veces antes de aceptar cookies como si fueran dulces de cortesía o de usar la misma contraseña para todo. Hoy es tan buen día como cualquier otro para hablar de derechos digitales… pero, sobre todo, para empezar a ejercerlos con cabeza.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma



































































