Todas las canciones hablan de sexo
Los nuevos temas subidos de tono de Lola Young, Billie Eilish o Judeline invierten las dinámicas tradicionales de sumisión y dominación, pero no logran alterar la dinámica del juego


Dice un estudio publicado este verano por tres economistas —David Blanchflower, Alex Bryson, y Xiaowei Xu— que los jóvenes son ahora el colectivo con los niveles más altos de miseria de cualquier grupo de edad. “Hemos visto un cambio de una curva en forma de joroba a una pendiente de esquí”, dice la doctora Bryson. La joroba es como el dibujo de la serpiente que se tragó a un elefante, con la coronilla del elefante como punto máximo de miseria. Entre 2009 y 2018, su punto máximo estaba en la mediana edad. Pero de 2019 a 2024, los adultos y ancianos estabilizaron su miseria, mientras que la desesperación entre los jóvenes empezó a aumentar. Los investigadores han encontrado evidencias en EE UU, Inglaterra y hasta fuera del mundo angloparlante occidental. En los 44 países de África, Asia, Europa, América Latina y Oriente Próximo donde había datos pertinentes, los jóvenes manifestaron de forma consistente tener peor salud mental que sus mayores.
Es un dato perfectamente plausible para una generación encajada entre las posibilidades infinitas del mundo globalizado y la realidad aplastante de la precariedad laboral, la crisis de la vivienda, la guerra y la crisis climática. Una encuesta de la Universidad de California concluye que la generación Z prioriza “estar segura” por encima de todo lo demás. Beben menos, comen menos porquerías, tienen menos sexo y consumen menos drogas que sus padres. Pienso en esto mientras escucho por enésima vez ‘One Thing’, una de mis canciones favoritas de este verano, y una de las canciones más cochinas que he escuchado en mucho tiempo. Es el single de la cantante británica Lola Young, que el viernes que viene lanza su segundo disco: I’m Only F**cking Myself. No sé si es una ruptura con el neopuritanismo Z o el síntoma de una vuelta a la sumisión sexual.
Lola tiene 24 años y dio la vuelta al mundo varias veces con una canción. ‘Messy’ fue número uno en el Reino Unido en 2024 pero, sobre todo, constituye el fondo sonoro y emocional de miles de millones de stories y vídeos de Instagram y TikTok, con una estrofa que dice: “Y soy demasiado perfecta / hasta que abro mi gran boca (…) Y soy demasiado lista / y luego soy jodidamente tonta”. ‘Messy’ resume del caos emocional de la mujer de 20 años que descubre que “ser tú misma” quiere decir que no seas tú misma sino la chica “sexy, brillante y divertida que adora el fútbol, el póquer, los chistes subidos de tono y eructar, que juega a videojuegos, bebe cerveza barata, ama los tríos y el sexo anal” del icónico monólogo de Perdida. “Las chicas cool nunca se enfadan; solo sonríen su sonrisa lánguida y amorosa, y dejan que sus hombres les hagan lo que quieran. Adelante, cágate encima mío, no me importa”. Yo quiero creer en la posibilidad de una generación genuinamente cachonda, exuberante, disfrutona y feliz desde el primer verano del amor. Pero hay disonancias.
Lola Young tiene la energía sexual de Peaches, atemperada por la elegancia vocal de Amy Winehouse y el encanto atorrante de una Lily Allen, pero en un mundo que se ha vuelto más pequeño y más hostil, especialmente para las mujeres. Esta paradoja explica la nueva temporada de furor lésbico, con Billie Eilish diciendo en Rolling Stone que escribió ‘Lunch’ “antes de darse cuenta de que quería su cara en una vagina” y Chappell Roan aclarando que su romance “is a sexually explicit affair”. La cartelera otoñal presenta opciones morbosas como Honey Don’t!, de Ethan Coen, con Margaret Qualley y Aubrey Plaza; o Hedda, con una Tessa Thompson supurando hormonas lésbicas.
En ‘One Thing’, Lola Young dice: “Wanna make you feel appreciated when you’re deep up in me”, “save that big dick energy for my mouth” (“Quiero hacerte sentir valorado cuando estés bien dentro de mí, guarda esa energía de polla grande para mi boca”). No ha habido nada tan hetero desde que Rosalía dijo que estaba encuerá. Según Lola, la canción habla de sexo y pasión sin necesidad de ataduras porque es “algo con lo que suelo tener dificultades la mayor parte del tiempo”, pero cree que es “importante que las chicas se sientan seguras haciéndolo”. ¿Un mensaje sex-positive para la era del consentimiento o una cool girl aspiracional para sobrevivir a un mundo en retroceso?
Pienso en Judeline, cuyas protagonistas parecen niñas escapadas del Bagdad de Rosalía, entregadas al G que menudea por ‘Caños de Meca’ (“Le curvo la espalda y él me agarra desde el pelo / Suave terciopelo, rosa caramelo / Me escupe en la boca y le digo cuánto le quiero”). Luego recuerdo que el ‘Let’s Get It On’, de Marvin Gaye, y el ‘Love to Love You Baby’, de Donna Summer, conviven en el tiempo con las fantasías sumisas del El último tango en París y Emmanuelle.
En el videoclip, dirigido por Dave Meyers, Lola Young sale al ring con los guantes puestos y acaba con la cara ensangrentada. “Parece que hablo de una sola cosa: el sexo”, dice Lola en la presentación, “y lo hago, por supuesto. Sin embargo, el sexo en sí mismo nunca trata solo de una cosa”. Como todo el mundo sabe, todo en esta vida es sobre sexo salvo el sexo, que es sobre el poder. Ese es, de hecho, el registro al que estamos acostumbrados. El braggadocio de 2Pac que le dice a Biggie “you claim to be a player but I fucked your wife”, y del Big G que sólo quiere “hoes, booty hoes” ha sido asimilado de forma literal por el reguetón, e invertido por artistas como Kelis, Megan Thee Stallion o Cardi B como una forma de feminismo pussycéntrico que también es competitivo (“My milkshake brings all the boys to the yard / And they’re like it’s better than yours”). Son divas que objetifican a los hombres invirtiendo las dinámicas tradicionales de dominación y sumisión. Pero no cambian la dinámica del juego, y creo que Lola tampoco. Por otra parte, la vida es sufrimiento. Hay que elegir el que te haga crecer o, al menos, el que más satisfacción produzca.
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