Modernidad europea y amazónica: dos mundos artísticos dialogan en la Casa de América
Una exposición en Madrid compara las obras de grandes nombres de la abstracción geométrica con la cestería de la cultura ye’kwana. El resultado esquiva toda infantilización de lo no occidental
En el Madrid de las golden visas era solo cuestión de tiempo que los ricos coleccionistas extranjeros abriesen sucursales de sus empresas y regentasen desde aquí sus galerías y colecciones. Hasta ahora, los poderes locales los han recibido con entusiasmo, pero quizá convenga atender, más allá de la brocha gorda, a cómo están variando las estructuras artísticas con la llegada de estos nuevos capitales. El Amazonas, al que el CCCB de Barcelona dedica actualmente una extensa exposición, será también el tema central de ARCO, en un gesto de concienciación globalista sobre la crisis climática y el discurso poscolonial, y de deseo por consolidar las conexiones con inversores y galerías latinoamericanas. Existen muchas maneras de llevar a cabo este proceso: no todas las colecciones aportan algo nuevo y no todas se exponen con la misma gracia. Un ejemplo contrario es el de la Casa de América de Madrid, donde se presenta estos días, como parte del programa paralelo de la feria, una cuidada selección de la Juan Carlos Maldonado Collection (JCMC), con sede original en Miami.
La colección de este empresario venezolano supera con soltura las previsiones que se puedan tener ante un movimiento de este tipo: es el resultado de un trabajo consistente que busca reunir a grandes artistas de la abstracción geométrica latinoamericana en conexión con otros tantos europeos, sin preferencia por los nombres más altisonantes o las obras de mayor tamaño sobre los ejemplos genuinamente relevantes. El proyecto busca dotarlos de un contexto razonado y, más recientemente, de la compañía de artistas contemporáneos que permiten establecer un discurso que no solo se queda en las nociones clásicas de “influencia” o “legado”. En la muestra, además, se ha decidido poner en conversación a varios de estos artistas, como Carlos Cruz-Díez, Josef Albers, Mira Schendel y Joaquín Torres García, con una serie de objetos (cestería y bancos de piedra, sobre todo) de la comunidad amazónica ye’kwana.
La muestra, dividida en tres plantas, no es ni mastodóntica ni excesiva, sino que muestra una consistencia enormemente didáctica, casi más propia de un museo público que de un coleccionista privado. Su responsable es Ariel Jiménez, que comenzó su carrera como asistente de Carlos Cruz Diez y Jesús Rafael Soto en París, y que explica en el catálogo cómo ha trabado las relaciones entre la revolución geométrica moderna y el arte tradicional —artesanía, si queremos caer en esos términos—. La labor del comisario es especialmente valorable en España, que ha tratado con irregularidad la abstracción geométrica, aunque Jiménez es resolutivo sin aspavientos: introduce a los abstractos latinoamericanos en el desarrollo de un arte de herencia occidental y los distingue de los ye’kwana sin caer en el binarismo de modernos y primitivos, sino cuestionando ambas categorías. “Esa dualidad intrínseca de lo moderno; su doble aspiración a la invención de realidades absolutamente nuevas, anclando no obstante su experiencia sensible a la ‘vitalidad primitiva’ de la especie, ofreció y nos ofrece múltiples ocasiones de encuentro, en particular allí donde la abstracción geométrica o geometrizante halló tradiciones nativas capaces de alimentarlas”, expresa en el catálogo.
Las obras dialogan con naturalidad y se enriquecen mutuamente. Los patrones de las cestas permiten observar a Torres García desde lo simbólico y lo mitológico y los bancos zoomórficos ye’kwana facilitan disfrutar del carácter lúdico de las espirales de Jesús Rafael Soto o de los patrones de François Morellet. Los elementos que pueden resultar más ajenos a la emotividad en el arte abstracto, como la repetición de patrones o la aparente simpleza de colores y formas, hallan en la reproducción cosmológica de las cestas un punto de partida brillante, que no sólo deshace cualquier infantilización de culturas no occidentales, sino que logra que comprendamos lo que se supone que está más cerca de nuestra cultura. Es más fácil mirar el Mensaje dorado de Mathias Goeritz una vez se ha entendido que, en la cesta de bambú con patrones negros en forma de cruz ye’kwana, está dibujado Wanádi tonóro mótai (“la espalda del pájaro Dios”).
El primitivismo se nos relata aquí, con sutileza y cuidado, como la invención fundacional del arte moderno, desde Gauguin a Picasso, deudora del aparato colonial y ejemplo de un camino que tal vez tenga sentido recorrer ahora de forma inversa. No podemos olvidar que muchas de las cestas que se muestran son de factura posterior a los cuadros geométricos que las acompañan.
‘Convergencias/Divergencias’. Casa de América. Madrid. Hasta el 9 de marzo.
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