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arte
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Bienal de Venecia: un sur global heroico, pastoril y populista

La exposición formula un sinfín de apropiaciones nostálgicas sobre el arte no occidental. El resultado, carente de poesía y de contexto, desprende una sensación de tedio acumulativo

Cuadro de la guatemalteca Rosa Elena Curruchich, Bienal de Venecia. Abril 2024. Fotografía: MARGO PORRES
Cuadro de la guatemalteca Rosa Elena Curruchich, Bienal de Venecia. Abril 2024. Fotografía: MARGO PORRESMARGO PORRES

Kafka anotó en sus Diarios que, al final, todos somos chinos. Los chinos, a su vez, podrían decir que son judíos alemanes, y los judíos, alemanes o no, que son palestinos. Chinos, judíos y palestinos ilustran con mayor o menor fortuna que cada individuo es respecto de sí un ser exótico, un alienígena. Un extranjero. Para el autor de El Proceso, el ser humano es un transcurso que acaba sometido a una Ley irrenunciable, la Lengua, esa esfera virtual que hace que el mundo sea incomprensible para todo el mundo. Pero nuestra lengua, esa que todos llevamos dentro, es una ley íntima, un terruño que jamás debemos desamparar. La Ley, la Lengua, puede obligarnos a olvidar el proceso que somos, y cuando esto ocurre nos vemos ataviados con máscaras que exageran nuestros rasgos, trajes que distorsionan nuestros cuerpos hasta convertirnos en muñecos larguiruchos que barbotean palabras impropias.

Bienvenidos a la Bienal de Venecia, con su comisario estrella, Adriano Pedrosa, actual director del Museo de Arte de São Paulo (MASP), quien se acaba de arrogar la condición originaria de forjar la Lengua Universal del Arte alrededor de un sinfín de apropiaciones nostálgicas y de una heroica visión pastoril del sur global. La 60ª edición tiene como título Extranjeros en todas partes, una proclama que, para nuestra incredulidad y asombro, acaba de colarse descaradamente por los detectores de seguridad del pensamiento de lo común, esa filosofía que sencillamente persigue poder vivir juntos sin dominarnos.

Obra textil de la palestino-saudí Dana Awartani, Bienal de Venecia. Abril 2024. Fotografía: MARCO ZORZANELLO
Obra textil de la palestino-saudí Dana Awartani, Bienal de Venecia. Abril 2024. Fotografía: MARCO ZORZANELLOMarco Zorzanello

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La Bienal de Venecia no es precisamente el lugar donde “ennoblecer” el sur global. O sí, pero entonces uno debe estar dispuesto a enfrentarse a la Ley, esa lingua franca que todos copian y casi nadie se atreve a impugnar. Si a mediados del siglo pasado los tentáculos de los servicios de inteligencia estadounidenses necesitaron las revistas de difusión masiva para dirigir el gusto hacia el consumo del expresionismo abstracto, robándole la cartera a París, ahora Venecia traza su plan Marshall para hacer visibles las artes, artesanías y otras prácticas históricas y contemporáneas de los artistas del hemisferio sur. El viejo cuento tiene su segunda parte en Cómo el sur global robó la idea de mercado a Occidente.

La bienal de Pedrosa es populista. Su selección de 335 artistas —muchos, totalmente desconocidos en Occidente y no pocos nacidos en las postrimerías del siglo XIX— ronda la posibilidad de convertir toda la elocuencia artística de las tradiciones folk latinoamericanas, africanas, asiáticas, de Medio Oriente, Australia y Oceanía, en una decorativa mancha de Rorschach, lo que iría en contra de su propósito primero: rescatar la brillante “originalidad” de estas trabajos del entrópico “estilo internacional” que simboliza la Ley euroamericana.

La exposición invierte la posición del globo terráqueo: el sur ahora es el norte para hacer otra lectura de la modernidad

Justo al comienzo del recorrido tenemos el primer y más perturbador ejemplo de condescendencia institucional: la pintura mural que cubre la fachada del pabellón central, firmada por el colectivo familiar MAHKU (Movimento dos Artistas Huni Kuin), con abstracciones y motivos ramibaranai que estas tribus de la Amazonia pintan tras realizar sus rituales con la ayahuasca, una forma de codificar y transmitir las leyendas y mitos de la tradición oral a través de representaciones de peces, tortugas y caimanes.

En los días previos a la inauguración oficial, la familia Huni Kuin posó oportunamente ataviada con sus coloridos trajes y plumas a modo de diademas, mientras atendía a las televisiones, con el público haciendo fotos en lo que parecía un cromo barato para turistas. Ya en el interior del pabellón central y a lo largo del Arsenale, la sensación es de tedio acumulativo. Falta la minuciosa verosimilitud del ritmo de una poesía o de una historia que merece ser bien contada y contextualizada. Por ahí anda Kafka, porque entre la Ley y las leyes no hay conflicto, sino alienación.

Fachada del pabellón central de la Bienal de Venecia, intervenida por el colectivo amazónico MAKHU. Fotografía: Matteo De Mayda
Fachada del pabellón central de la Bienal de Venecia, intervenida por el colectivo amazónico MAKHU. Fotografía: Matteo De MaydaMatteo De Mayda

Pedrosa pertenece al hemisferio sur, pero su práctica curatorial es convencional. Para su bienal toma el título de una obra del colectivo artístico Claire Fontaine, que a su vez se apropia del nombre de otro colectivo turinés, Stranieri Ovunque, que en los años 2000 luchó contra el racismo y la xenofobia en Italia. El visitante se topará con esta frase hecha con neones de colores en decenas de lenguas, algunas desaparecidas, en los espacios interiores y exteriores de la bienal. Los Claire Fontaine viven en Palermo y se autodefinen como artistas ready made: “Es igual que en el 68 francés, cuando se decía que todos somos judíos alemanes”, explican tendenciosamente. Querer ser artista hoy equivale a ponerse en una posición extraña, semejante a la de cualquier objeto que, de pronto, es declarado obra de arte. El mundo del arte está poblado por refugiados más o menos políticos que vienen de diferentes áreas profesionales”.

Pese a la monotonía y la simplicidad formal, algunas intervenciones hacen que no demos por perdida esta edición

La apertura de la Bienal de Venecia coincidió con la noticia de que una patera a la deriva había alcanzado las costas de Brasil con nueve cadáveres de inmigrantes desde África, una desgracia que hace muy difícil entender la autoproclamada extranjeridad de Pedrosa, cuando él mismo viaja por el mundo con un pasaporte de alto rango (de acuerdo con el índice Henley), particularidad que ha querido destacar en su texto del catálogo, donde también habla de su pasado como artista, periodista, crítico de arte, primer comisario de la historia de la bienal procedente del hemisferio sur y abiertamente queer.

Más ambicioso que Duchamp y su ready made Fuente (1917), el comisario carioca invierte ahora la posición clásica del globo terráqueo, el sur ahora es el norte, pues su intención es hacer una lectura diferente de la modernidad, del otro, aunque en demasiados casos lo que veamos es arte popular y artesanía (Bordadoras de Isla Negra, Chilean Arpilleristas, Claudia Alarcón & Silät, de la comunidad argentina de La Fontana), artistas autodidactas (como la mexicana Aidée Rodríguez) y pinturas familiares (de padres que se comparan con las de sus hijos, nietos y esposas) de tres continentes.

BABELIA 20/04/24 ARTE BIENAL VENECIA
NICOLAS AGUAYO

La exposición principal presenta dos bloques interseccionados, con un núcleo histórico y otro contemporáneo. Los temas principales apuntan a la migración sur-norte y la descolonización, con el amontonamiento de sentidos que tiene la palabra “extranjero” y cómo se propagan por el cuerpo social: lo queer (con sus figuraciones y abstracciones), el artista autodidacta y el popular, el artista indígena, que en su propio país es tratado como alguien extraño, y también el arte de mujeres artistas outsiders (son tres y vienen de países europeos: Madge Gill, Anna Zemánková y Aloïse).

Los formatos que predominan son el textil, la pintura, la cerámica, vídeos e instalaciones. Dentro de la monotonía y simplicidad formal de la mayoría de los montajes, destacan algunas intervenciones que hacen que no demos por perdida esta edición. Por ejemplo, el display a modo de zootropo del Archivo de la Desobediencia (un proyecto de Marco Scotini iniciado en 2005) con una cuarentena de vídeos y películas que resumen medio siglo de tácticas de resistencia en diferentes culturas del mundo. O el mejor golpe de efecto de Pedrosa, que ha querido reproducir los caballetes de vidrio que la italobrasileña Lina Bo Bardi creó para exponer las obras de la colección del MASP, y que ahora en una gran sala sostienen las pinturas de la diáspora italiana, con muchos nombres ya canónicos y una autora, Ana Maria Maiolino (1942), que en esta edición recibe el León de Oro a su trayectoria junto a la egipcia Nil Yalter (1938).

Y una artista que mereceríamos ver en los museos de todo el mundo: la feminista queer italiana Nedda Guidi (1923-2015), que trabajaba la arcilla modularmente con asombrosa delicadeza y mano de hierro, ya que sus piezas son armas precisas contra el orden patriarcal universal. La demostración de que, con muy poco, se llega muy lejos. Por cierto, este año en la Bienal de Venecia hay muy pocos chinos.

‘Foreigners Everywhere’. Bienal de Venecia. Hasta el 24 de noviembre.

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