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Gloria Anzaldúa, la escritora que fue un cruce de caminos

Escrito con fragmentos en inglés y en español, en verso y en prosa, autobiográfico y ensayístico a la vez, el libro de la autora chicana ‘Borderlands / La frontera. The new mestiza’ es una deslumbrante propuesta creativa y una implacable denuncia de las exclusiones de las mujeres

Gloria Anzaldúa
La escritora mexicana Gloria Anzaldúa, en 1990.Wikipedia

Vivir en la Frontera significa que tú/ no eres ni hispana india negra española/ ni gabacha, eres mestiza, mulata, híbrida (…)/ Para sobrevivir en la Frontera/ debes vivir sin fronteras/ ser un cruce de caminos.

Gloria Anzaldúa

Territorio de mezclas y disputas, de sueños y violencias, nuestra frontera norte —esa herida en el territorio mexicano— no sólo es geográfica y política, sino, sobre todo, simbólica. Celebrada, temida y cantada a uno y otro lado del río Bravo a lo largo de las décadas, encuentra en la obra de Gloria Anzaldúa uno de sus rostros más ricos y complejos.

Anzaldúa nació en 1942, en el valle de Texas; un territorio empobrecido, con una fuerte presencia de campesinos mexicano-americanos, marcado por la explotación agrícola y la precariedad laboral. De familia chicana de séptima generación, podría haber dicho, junto con la banda sinaloense Los Tigres del Norte, “yo no crucé la frontera, la frontera la cruzó”, ya que el Estado de Texas, junto con otros 2.300.000 kilómetros cuadrados, pasaron a manos de Estados Unidos en 1848, de acuerdo con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo.

Sobre su lugar de nacimiento, escribe, “donde el tercer mundo, al rozarse contra el primero, sangra. Cada vez que la herida comienza a cicatrizar, la hemorragia vuelve y derrama las esencias vitales de dos mundos que, al mezclarse, dan origen a un nuevo país que no es ni el uno ni el otro: la cultura de la frontera”.

Y es tratando de entender esa cicatriz que no cierra nunca que escribe su obra más importante, Borderlands / La frontera. The new mestiza, publicada en 1987. La “nueva mestiza” del título es ese “cruce de caminos”, ese “no lugar” que es todos los lugares, la no pertenencia como todas las pertenencias; no es el mestizaje tranquilizador y celebratorio creado por el discurso oficial mexicano como base de la identidad oficial, sino aquel que es sinónimo de desgarramiento.

Podemos leer toda su obra como el deseo de volver “productivo” ética y políticamente este desgarramiento. Su “ser fronterizo sin fronteras”, su ser “cruce de caminos” se volverá entonces el principal instrumento de relación con el mundo.

El tema del mestizaje implica para ella sobre todo ruptura de lenguajes, ruptura de límites y de formas de la producción artística. Escrito con fragmentos en inglés y en español, en verso y en prosa, autobiográfico y ensayístico a la vez, el libro es una provocadora y deslumbrante propuesta creativa y una implacable denuncia de las múltiples segregaciones y exclusiones de las mujeres. Consciente del modo en que se cruzan en cada una el cuerpo, la raza, el género y la clase social, hace estallar esos límites a través de un transitar poético irreverente, dolido y libertario.

¿Quién fue esta poeta y activista que se negó a silenciar su lengua, su cuerpo, su deseo (sexual, político, creativo)? ¿Quién es hoy después de haber escrito una de las obras más estimulantes y propositivas del feminismo de la segunda mitad del siglo XX? ¿Quién es hoy después de haber muerto en la precariedad de los que carecen de un sistema de salud que los proteja? Siempre sostuvo que su vulnerabilidad física se debía a las fumigaciones que los dueños de los campos hacían desde aviones que lanzaban sustancias tóxicas tanto sobre el terreno como sobre los trabajadores. Enferma de diabetes, no tuvo suficiente dinero para seguir las prescripciones del médico.

Desde muy joven se sumó a la lucha chicana; sin embargo, el machismo de sus compañeros la llevó a pensar en la necesidad de crear un espacio político y de activismo específico de las mujeres, a partir del cual pudieran vincularse a otras mujeres racializadas (afro, indígenas, latinas) no reconocidas por el feminismo hegemónico, blanco, heterosexual y de clase media letrada. De la conciencia de estos lazos surgió el excepcional libro Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos, que imaginó en conjunto con Cherríe Moraga. Su opción sexual las coloca en un sitio de aún mayor exclusión y marginalidad. “En este país el lesbianismo es una pobreza, como ser oscura, como ser mujer…”.

¿Qué soy yo?, se pregunta Anzaldúa: “Una lesbiana feminista tercermundista inclinada al marxismo y al misticismo. Me fragmentarán y a cada pedazo le pondrán una etiqueta”.

Pero sabe que ni la geografía, ni la lengua, ni el cuerpo conocen de divisiones rígidas. Su obra mestiza, mulata, híbrida crea así nuevos modos poéticos y políticos para las múltiples formas de ser un cruce de caminos.

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