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ARCO 2023

Los próximos Borja-Villel: así es la nueva generación que dirige los museos españoles

Los nacidos en los setenta colman desde hace unos años los puestos de responsabilidad en los centros de arte. El relevo al frente del Reina Sofía podría confirmar este cambio de testigo

De arriba a abajo y de izquierda a derecha, Manuel Segade (CA2M), Elvira Dyangani Ose (Macba), Gilverto González (TEA), Chus Martínez (Instituto de Arte de la Academia de Basilea), Imma Prieto (Es Baluard), Beatriz Herráez (Artium), Nuria Enguita (IVAM) y Valentín Roma (La Virreina).
De arriba a abajo y de izquierda a derecha, Manuel Segade (CA2M), Elvira Dyangani Ose (Macba), Gilverto González (TEA), Chus Martínez (Instituto de Arte de la Academia de Basilea), Imma Prieto (Es Baluard), Beatriz Herráez (Artium), Nuria Enguita (IVAM) y Valentín Roma (La Virreina).

España no se acerca todavía a la revolución generacional que vivió Francia hace un par de años cuando Xavier Rey, un gestor de 39 años que no estaba en las quinielas, fue nombrado al frente del Museo Nacional de Arte Moderno del Centro Pompidou. En España, ese salto parecía difícil, pero las cosas se mueven en la cabecera de las instituciones artísticas, donde los nacidos en los setenta colman, de un tiempo a esta parte, los altos cargos. La sucesión prevista en el Museo Reina Sofía tras el adiós de su hasta ahora director, Manuel Borja-Villel, también abre la posibilidad de que esa generación acceda al liderazgo de uno de los principales centros de arte en España.

Manuel Segade (A Coruña, 46 años), director del CA2M de Móstoles, es un claro ejemplo de cambio generacional. Responsable del museo desde diciembre de 2015, Segade opina que el rejuvenecimiento es una realidad imparable, aunque asegura que nunca utilizaría la edad de alguien como motivo de exclusión. “Otra cosa es la duración de un proyecto. Pero mientras se tengan fuerzas, este es un trabajo que se puede ejercer más allá de los 60. Al igual que ocurre en el ámbito universitario, por poner un ejemplo”, afirma. Para Segade, la diferencia más evidente entre un gestor nacido en los setenta y los de los cincuenta es algo tan simple como que en ese tiempo no había museos de arte contemporáneo. Y en los noventa, cuando ellos estudiaban, disponían de una red de centros por toda España. “Yo me recuerdo de joven viendo en el CGAC de Santiago la obra de Christian Boltanski o de Félix González-Torres, artistas que marcaron mi interés por el arte. Fue un lujo respecto a otras generaciones”, añade.

“Intentamos pensar España como algo cada vez más complejo, lejos de los grandes relatos”, dice Gilberto González (TEA)

Con Segade coincide Gilberto González (La Laguna, 47 años), director de Tenerife Espacio de las Artes (TEA) desde 2019. Historiador y comisario, matiza que, al borde de los 50, no son ya unos jovencitos. Y añade que tienen en común “el haberse formado y trabajado fuera de España”, como es el caso de Elvira Dyangani Ose (Córdoba, 47 años), la nueva directora del Macba, que pasó por la Tate Modern, o Chus Martínez (A Coruña, 51 años), directora desde 2014 del Instituto de Arte de la Academia de Basilea después de pasar por la Documenta de Kassel, el Museo del Barrio de Nueva York o la Bienal de Venecia. Para González, los relatos desarrollados por esta generación están vinculados a los territorios y prestan más atención a la supuesta periferia. “Hay una generación que intenta pensar España como algo cada vez más complejo, atendiendo a realidades que trascienden a los grandes relatos. Eso obliga, al menos es mi caso, a comprender historias y territorios ignorados sin necesidad de ser validados desde el centro”, señala.

Tres representantes de la generación anterior, Manuel Borja-Villel, Guillermo Solana y Miguel Zugaza, entonces directores de los museos Reina Sofia, Thyssen y Prado, en un encuentro en Madrid en 2012.
Tres representantes de la generación anterior, Manuel Borja-Villel, Guillermo Solana y Miguel Zugaza, entonces directores de los museos Reina Sofia, Thyssen y Prado, en un encuentro en Madrid en 2012.LUIS SEVILLANO

Imma Prieto (Vilafranca del Penedès, Barcelona, 46 años), dirige Es Baluard de Palma desde 2019. Para ella, las principales diferencias respecto a generaciones anteriores son dos: de género y de mayor apego por los cambios sociales. “Las transformaciones parten de una manera de entender la institución pública y sus necesidades. Los museos deben dar lugar a la paradoja, y la crisis, generar temblores y acoger dudas”, apunta Prieto. “Desde el momento en que estamos al servicio de la sociedad y que esta se encuentra en constante transformación, el museo ha de ser susceptible a esos cambios. Si no, perdemos un víncu­lo y diálogo real, hemos de crear espacios en los que compartamos preocupaciones, intereses y deseos”.

Estos nuevos perfiles ponen de relieve que es posible generar otro tipo de relatos y de formas de mirar al mundo en toda su complejidad, asegura Beatriz Herráez (Vitoria, 49 años), directora desde 2018 de Artium, en Vitoria. Herráez destaca que lo esencial en este momento es la perspectiva feminista, porque con ella “se ha cuestionado el canon del arte y los museos se han abierto a nuevos debates”. En la frontera generacional hay profesionales como Nuria Enguita (Madrid, 55 años), directora del IVAM de Valencia desde 2020. Curtida en este mismo museo en la etapa de Vicent Todolí y Carmen Alborch, explica que ha aprendido —­”y sigo aprendiendo”— de la generación anterior y de sus pares. “Pero también me gusta ponerme en crisis confrontando mi punto de vista con el de la generación más joven, la que está ahora en los 30, que están contribuyendo a dinamitar muchas lecciones aprendidas”, indica Enguita.

“Hay un cambio de perfiles, de lenguajes y de capacidades, pero no siempre de enfoques”, apunta Valentín Roma (La Virreina)

Para muchos responsables hombres, el feminismo es más que una tendencia. Javier Hontoria (Madrid, 48 años), director del Museo Patio Herreriano de Valladolid desde febrero de 2019, asegura que la presencia paritaria de las mujeres les sale de manera automática. “No hay nada forzado. Nadie tiene que venir a recordarnos normas de paridad, porque creo que en mi generación te surge de forma espontánea”. Hontoria se siente parte de una generación que se ha podido formar fuera, que son cosmopolitas y políglotas, y que piden aportar conocimiento logrado con museos extranjeros, con los que se relacionan de tú a tú. Y opina que los nuevos deberían reforzar la especialización: su museo solo expone artistas españoles contemporáneos.

Valentín Roma (Ripollet, Barcelona, 52 años) es director de La Virreina Centre de la Imatge, en la capital catalana, desde 2016. “Hay un cambio de gramática, de perfiles profesionales, de lenguajes y de capacidades, aunque no diría que esto siempre proporciona nuevos enfoques que puedan ser decisivos e influyentes, que abran vías ideológicas distintas y radicales. Pero un giro en las epistemologías curatoriales pienso que evidentemente se producirá o se está produciendo”, responde. Lamenta que buena parte de su generación haya llegado 10 años después que la anterior a los puestos de dirección, con lo que ha sido freelance hasta hace muy poco. Roma lo sufre en primera persona: los directores de los tres equipamientos artísticos municipales en Barcelona (La Virreina, Fabra i Coats y La Capella) son considerados proveedores de servicios. “Es decir, autónomos a los que no se nos reconocen las múltiples responsabilidades de nuestro cargo, aunque el Ayuntamiento de Barcelona rentabilice las plusvalías simbólicas que generamos”, dice Roma, que insta a abandonar estas “malas prácticas”. Manuel Segade confiesa sufrir también una peculiar relación laboral: “Hace siete años que ejerzo de director, pero en los papeles figuro como asesor”.

Todos reúnen las condiciones para optar al relevo al frente del Reina Sofía, aunque ninguno confiesa estar interesado en sustituir a Borja-Villel. “No me lo he planteado”, dice Segade. “Bastante tengo con lo mío”, asegura Hontoria. “Hay vida más allá de Madrid”, zanja Enguita, mientras que Valentín Roma opta por una respuesta gráfica: “What the fuck!”.

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