Edipo en una química alemana
La versión libérrima que dirige Thomas Ostermeier en el Festival de Almada habla del destino, de la verdad y del desasosiego que causa su desconocimiento
¿Es viable escribir una tragedia actual? En el Ödipus que, con dirección de Thomas Ostermeier, la Schaubühne de Berlín ha presentado en el Festival de Almada (Portugal), una de las citas teatrales europeas más relevantes, la dramaturga alemana Maja Zade muestra cómo lo que resultaba verosímil para el espectador de hace 2.500 años resulta igualmente plausible para el público de ahora: poco importa que la acción se sitúe en la Baja Sajonia en lugar de en la Tebas mítica, cuya ciudadanía alumbraba semidioses y resolvía los enigmas de la esfinge.
En Ödipus, Michael, joven ejecutivo de imagen de una empresa química alemana, anda averiguando si los vertidos de sus patronos son la causa del envenenamiento de 10 niños y de un incremento exponencial de la mortandad en la fauna acuática. Para sus jefes, entre ellos Christina (su amante), es un imperativo que la reputación de su negocio salga bien parada, aunque haya que recurrir a la ocultación de datos, la difamación del oscuro médico de provincias que ha destapado el caso o la compra de los terrenos contaminados.
En el primer acto de su percutiente texto, Zade cruza la peripecia de Edipo con la anécdota argumental de Un enemigo del pueblo, drama en el que el doctor Stockmann paga muy caro haber descubierto que las aguas del balneario local están infectas: el teatro contemporáneo es una encrucijada en la que autores tan distantes como Sófocles e Ibsen bien pueden avenirse a conversar un rato. En el acto segundo, Michael descubre horrorizado que él es el autor de la muerte del esposo de Christina, al que hizo un adelantamiento temerario tras un pique en las revueltas de una carretera de las montañas del Harz.
Zade enlaza el mito con la actualidad diestramente, pero también con ironía y mano izquierda. Cuando Michael toma conciencia de su crimen, Christina y Robert, su lugarteniente, intentan quitarle hierro al asunto. “No hay mal que por bien no venga. Sin el accidente no os habríais conocido”, les dice Robert a sus interlocutores con la misma frialdad con la que anteriormente les sugirió difamar al médico.
La función que dirige Ostermeier habla de la verdad con mayúsculas, del desasosiego que produce su desconocimiento y de que el destino de cada persona está en su infancia, en la buena crianza, no en manos de oráculo alguno. En su obra no parece haber mucho espacio para el libre albedrío ni para la igualdad de oportunidades. El espanto que la anagnórisis provoca en Michael es mayor si cabe que el que sufre Edipo en la tragedia original, porque incluye el descubrimiento de que su madre, con la que va a tener un hijo, lo odió y lo maltrató en sus primeros días. Renato Schuch interpreta las escenas climáticas mediante una danza que desemboca en la agresión más violenta. Caroline Peters (Christina) lo dice todo con economía, también durante 15 minutos en los que no abre la boca. La batuta de Ostermeier lleva el espectáculo in crescendo hasta su muy felizmente trágico término.
Ödipus
Texto: Maja Zade.
Dirección: Thomas Ostermeier.
Festival de Almada (Portugal).
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