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‘Final de partida’: Esperando a Beckett con devoción

Cuando la obra estrenó en Londres, en 1957, las heridas de la Segunda Guerra Mundial iban cicatrizando. Ahora, en un mundo golpeado por la invasión de Ucrania, el ambiente posapocalíptico dibujado por el escritor se tiñe de colores aún más negros

Teatro Final de partida
Jordi Bosch en 'Final de partida'.david ruano

En agosto de 2005, Jordi Bosch y Jordi Boixaderas interpretaron los personajes de Hamm y Clov, respectivamente, en un montaje de Final de partida dirigido por la añorada Rosa Novell que pudo verse en solo tres funciones en el Festival Grec de Barcelona. Se enamoraron de estos dos icónicos personajes de Samuel Beckett y se emplazaron a volver a hacer esta obra en un futuro. Quince años después, ahora en el Teatro Romea, bajo la impecable dirección de Sergi Belbel y unidos por la devoción común hacia el gran dramaturgo irlandés, Bosch y Boixaderas dan vida con nuevas energías a Hamm y Clov en un duelo magistral que rezuma amor por Beckett, que es lo mismo que decir amor por el teatro y el oficio de actor.

Suele decirse que Beckett es un clásico del teatro contemporáneo, pero es más justo considerarlo un clásico del teatro, sin acotaciones temporales. Cuando estrenó en Londres, en 1957, Final de partida —drama en un acto para cuatro personajes escrito originalmente en francés con el título de Fin de partie y, como era su costumbre, traducido después al inglés con el título de Endgame—, las heridas de la Segunda Guerra Mundial iban cicatrizando lentamente. Ahora, en un mundo golpeado por la guerra salvaje en Ucrania, el ambiente post apocalíptico dibujado por Beckett, en un mundo devastado, se tiñe de colores aún más negros e inquietantes.

La traducción al catalán y la dirección de Sergi Belbel son admirables por su rigor y fidelidad a las esencias de esta obra, un clásico del teatro del absurdo, o mucho mejor, del gran teatro, sin etiquetas.

La escenografía de Max Glaenzel y Josep Iglesias y la iluminación de Kiko Klana crean un espacio idóneo —nada sobra, nada falta— para recrear el claustrofóbico mundo de Ham y su sirviente Clov —ciego y en silla de ruedas el primero, el otro cojo e hiperactivo—, que sobreviven como pueden en una pequeña habitación junto a Nagg y Nell, los ancianos progenitores de Ham, con las piernas amputadas, que pasan sus días encerrados en dos contenedores de basura. En la habitación, dos ventanas a ninguna parte les mantienen en contacto con un mundo exterior que tampoco va a ninguna parte. Puro y descarnado Beckett, que nos sitúa frente al absurdo de la existencia, sin atisbos de esperanza.

Decir, a estas alturas, que Bosch y Boixaderas son dos grandes actores, no basta para describir el talento y la devoción beckettiana que ilumina su prodigioso regreso a Final de partida. Diálogos imposibles, réplicas y contrarréplicas, gestualidad adaptada de forma cuasi obsesiva al valor de cada una de las palabras de Beckett, que parecen cobrar vida propia. Aciertan en el tono, en la intención, en el justo histrionismo que precisa un texto teñido de humor negro, negrísimo y corrosivo, capar de remover y demoler creencias y voluntades, duro como la miseria, cruel porque corta de raíz cualquier atisbo de complacencia con un mundo en ruinas.

No sería posible este colosal tour de force sin la complicidad absoluta con Belbel, que les dirigió en Primera Plana, de Hecht i MacArthur en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), y El crèdit, de Jordi Galceran en la Villarroel. A ellos se suman otros dos grandes actores, Jordi Banacolocha y Margarida Minguillon, irresistibles como Nagg y Nell.

Es un montaje redondo —el vestuario de Nina Pawlowski y el trabajo en la caracterización de Àngels Salinas es un acierto— porque ofrece lo que promete: pasión y devoción por Beckett, una constante, por cierto, en la trayectoria de Belbel desde su juventud; fue alumno de Sanchis Sinisterra y participó en la creación de la Sala Beckett que el mismo Sanchis fundó con El Teatro Fronterizo en 1988. Con la puesta en escena de Final de partida, el dramaturgo y director catalán reafirma su romance beckettiano -es la cuarta vez que traduce y pone en escena una de sus obras, tras Passos en la Sala Beckett (1989), Dies Feliços en el Teatre Lliure (2015) y las piezas Passos, No jo, Bressol y Anar i tornar, en la Sala Beckett (2019), un espectáculo itinerant bajo el título Beckett’s Ladies, amb Sílvia Bel, Míriam Iscla i Rosa Renom. Vuelven a Beckett Belbel, Bosch y Boixaderas en un gozo compartido y con ellos todos volvemos a Beckett, es decir, al gran teatro.

Final de partida’. Texto: Samuel Beckett. Dirección: Sergi Belbel. Teatro Romea. Barcelona. Hasta el 24 de abril.

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