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Estupideces de la vida moderna

La dramaturga y directora Denise Despeyroux construye una delirante trama en ‘La omisión del si bemol 3′ partiendo de un falso documental creado por un famoso ‘youtuber’

Maya Reyes, en 'La omisión del si bemol 3', de Denise Despeyroux.
Maya Reyes, en 'La omisión del si bemol 3', de Denise Despeyroux.
Raquel Vidales

Lo primero que se puede decir de La omisión del si bemol 3 es que es descacharrante y original, como suelen ser los trabajos de Denise Despeyroux, autora y directora de esta obra. Recordemos La realidad, por ejemplo, donde la actriz Fernanda Orazi encarnaba a dos hermanas gemelas que se comunicaban por videoconferencia. Carne viva, un hilarante policiaco que transcurre en tres espacios de manera simultánea como un rompecabezas, con los actores corriendo entre sala y sala. O Ternura negra, una comedia de terror con el espectro de María Estuardo de fondo. Todas sus piezas tienen ingredientes fantásticos, disparatados y excéntricos, pero utilizados no solo como divertimento, sino también como resortes para hacer estallar lógicas absurdas. Es la seña de identidad de Despeyroux y lo que la ha convertido en una voz singular dentro de la dramaturgia española actual.

Esos ingredientes vuelven a estar en La omisión del si bemol 3. Empezando por el germen del texto, que se inspira en un falso documental realizado hace dos años por el youtuber Jaime Altozano en el que inventaba una teoría conspiratoria alrededor de la renuncia de Mozart a usar el si bemol 3 en sus composiciones (esto último también mentira). El vídeo se hizo viral y cuando Despeyroux lo vio, según ha contado ella misma, se le dispararon mil ideas para una nueva obra. Ciertamente, lo que en principio se presenta con la apariencia de ser una comedia ligera sobre dos padres primerizos y medio atontados por esa avalancha de recetas absurdas que cae cuando se espera un bebé (para conseguir que el niño sea más listo, más sano, más guapo o más como tú quieres que sea) acaba ramificándose y escarbando en un montón de asuntos: las dificultades de la vida en pareja, las estupideces de los gurús de la vida moderna y hasta la conspiranoia o las noticias falsas desatadas durante la pandemia, pues esta trama transcurre durante un confinamiento similar al que vivimos el año pasado.

Lo más interesante es cómo Despeyroux va introduciendo todo esto. Como decíamos, la obra empieza como una comedia matrimonial con algún detalle extravagante. Entre las muchas teorías que caen sobre la pareja sobre cómo criar a un hijo, ellos eligen el llamado “efecto Mozart”, según el cual escuchar música de este compositor es psicológicamente beneficioso y además te hace más listo. Así que desde antes de su nacimiento someten al bebé a intensas sesiones mozartianas, aspirando a que el niño acabe siendo superdotado. Pero de pronto la mujer descubre a un nuevo gurú, un youtuber que se hace llamar doctor Atila, que no es otro que el mismísimo Jaime Altozano, que aparece en pantalla en distintos momentos de la función desgranando en clave paródica la falsa teoría del sí bemol.

Estas primeras escenas transcurren con agilidad, diálogos chisposos y la graciosísima vuelta de tuerca que supone la aparición del youtuber verdadero. Pero función no despega (incluso se siente un poco lenta al principio) hasta que la autora empieza a introducir sutilmente elementos de extrañeza que hacen avanzar la historia por derroteros delirantes y por momentos fantásticos. Ahí es cuando Despeyroux saca su artillería y dispara contra todo lo que se le pone por delante. El humor se vuelve cada vez más negro, las conversaciones se afilan, la parodia del youtuber cobra pleno sentido y la trama se encrespa. Hasta el punto de que llega un momento en que parece imposible salir con credibilidad del jardín en el que se mete. Pero sale.

La puesta en escena, dirigida por la propia Despeyroux, no busca una atmósfera de misterio. La escenografía reproduce el salón de una típica casa Ikea de pareja joven con hijo y no hace pensar que estamos ante una historia de tintes fantásticos. El contraste entre el costumbrismo estético y la trama refuerza la sensación de extrañeza que pretende. Y también, paradójicamente a pesar de lo estrafalario, su imbricación total con la vida cotidiana. Diseccionada con lupa como lo hace esta obra, la “normalidad” no es más que una suma equilibrada de rarezas que solo chocan cuando una de ellas destaca por encima de las demás. Contribuyen a ello también las excelentes interpretaciones de los dos actores: Maya Reyes y Antonio Romero. Ambos modulan sus diálogos con un gran sentido del ritmo, elevan el tono solo cuando es necesario y construyen sus personajes rozando la parodia, pero sin llegar a pisarla. Es decir, nos los alejan lo suficiente para que nos riamos de sus majaderías con distancia, pero no tanto como para no poder identificarnos con ellos. El punto justo.

La omisión del si bemol 3

Dramaturgia y dirección de Denise Despeyroux. Reparto: Maya Reyes y Antonio Romero. Colaboración especial: Jaime Altozano. Producción de Príamo Estudio y Carne Viva. Madrid. Teatro Quique San Francisco. Hasta el 9 de enero de 2022.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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